Texas. La crisis, las hipotecas sobre las grandes y secas granjas de la pradera, el paro y la búsqueda de las grandes petroleras, de fincas en las que buscar gas y petróleo, monopolizan un Estado empobrecido. Dos hermanos, uno de ellos recién salido de la cárcel y el otro separado de su mujer, deciden cometer una serie de atracos a bancos para salvaguardar la propiedad heredada de sus padres antes de que los desahucien. Mientras, un marshall a punto de jubilarse y su compañero les siguen la pista.
Dirigida por el casi desconocido David Mackencie y guionizada por Taylor Sheridan, quien ya escribió en su momento la inmensa "Sicario"de Villeneuve, "Comanchería" es un western moderno crepuscular de alta calidad. Sus personajes, el paisaje, su épica y por qué no, el talante desesperado de perdedor de los hermanos protagonistas, recuerda mucho al paisaje de algunos westerns inolvidables, marcados por las cabalgadas casi suicidas de pistoleros y cazadores de fortuna. Sin ir más lejos, el perfil de estos hermanos me trae vientos conocidos de los hermanos Jessie y Frank James, aquellos pistoleros sureños del condado de Clark, con cierto aire a Robin Hood. Con el mismo guión, sin modificar apenas un ápice y simplemente situando la acción en las últimas décadas del siglo XIX, la película prácticamente no habría variado en su espíritu. La esencia de los paisajes infinitos, la imperturbable sensación de los hermanos de encontrarse en un callejón sin salida, su carácter pendenciero, así como la figura impagable, tranquila y socarrona del sheriff, campan a lo largo y ancho de este excepcional y estéticamente impecable film. Y todo ello acompañado de unas gotas de road movie y polvo en la carretera que aporta una buena cuota de acción.
"Comanchería" tiene la capacidad de integrar un guión notable, salpicado de diálogos llenos de humor, tragedia y esperanza. Magníficas sobre todo, las conversaciones del marshall, interpretado por un impecable Jeff Bridges y su compañero inseparable, un medio indio y medio mejicano, llamado Alberto. Sus continuas discusiones, las salidas incorrectas en cuanto al racismo, así como los chistes y la chanza de algunos momentos, ocultan una fuerte amistad entre ambos. La cercana jubilación del marshall me recuerda a aquella última misión de John Wayne en "La última legión" antes de su retiro. Su olfato le guía en su misión. Desde luego Bridges lo borda en su papel de veterano defensor de la ley, con aires de viejo cascarrabias pero con un gran corazón. Enfrente dos, ya no tan jóvenes actores. Ben Foster es uno de los grandes secundarios del momento. Sus papeles nunca han dejado de llamarme la atención y en esta ocasión, repite una interpretación franca y llena de desesperación. Chris Pine, sorprende por su interpretación medida. El generalmente intérprete de productos convencionales, logra en "Comanchería" su mejor papel hasta el momento. Muestra una madurez que hasta ahora no se le veía frente a la pantalla.
Texas, El Estado de la Estrella Solitaria, completa y cierra el círculo, como un personaje más. Sus grandes e infinitas praderas, roturadas por carreteras sin fin, marcan el escenario perfecto. La economía inestable de las granjas, la sequía, el paro e incluso la acción carroñera de los bancos, en un Estado donde cada ciudadano porta un arma, conforman el entorno perfecto para adaptar al presente, una historia clásica y crepuscular del viejo oeste americano, a la que se le adapta la realidad social actual, dura e implacable. La fotografía resulta impecable, tanto con la luz brillante de la mañana, como en los anocheceres en la pradera. A todo ello unimos una magnífica y acertada banda sonora cuajada de canciones country y sureñas, llenas de mensajes. Se agradece y mucho, los subtítulos en todas y cada una de ellas. Aunando todo ello, un director acertado en los condimentos, el espíritu y en los actores. Su buen temple y pulso con la cámara, los silencios, los diálogos y las escenas de acción completan un metraje medido y en algunos momentos brillante.
Habrá quien el final de la película, sus cinco últimos minutos, le haya despistado o incluso no les haya convencido, como es mi caso. Pero esto no es óbice para reconocer el trabajo bien hecho, la recuperación del concepto milagroso y mítico del clásico western y sobre todo la templanza, la búsqueda de la epopeya más antigua del ser humano en este mundo. La supervivencia frente a la injusticia. Qué gran manera de comenzar cinematográficamente el año. Sí señor, así sí.