El número 14 de la serie de Historia Moderna de Desperta Ferro nos invita a viajar a mediados del siglo XVI, cuando el Emperador Carlos V, fue protagonista de una de las victorias que le hicieron famoso, gracias, en este caso no solo a las armas, sino también al cuadro realizado por Tiziano, para celebrar la batalla de Mülberg. Esta se enmarca en el centro de la guerra que sostuvieron los príncipes, ciudades y nobles alemanes contra la centralización del poder en la figura de Carlos. Pero quien pretenda centrar todo el problema del origen del conflicto en el ámbito religioso de la aparición del luteranismo, se equivoca. Asuntos sociales, económicos y sobre todo de centralización y acumulación del poder, azuzaron las diferencias, conflictos y definitivamente la guerra que protagonizó aquellos años.
Resulta imprescindible leer con atención el primer artículo de la revista. Lo protagoniza el emperador del Sacro Imperio Romano, Maximiliano I, abuelo de Carlos V. Alemania se recuperaba de la peste, las rentas de los pequeños estados alemanes crecían gracias a la minería, manufacturas y oficios, sobre todo textiles. Grandes ciudades prosperaron, creciendo económicamente y en población. Paralelamente el descontento contra la jerarquía de la Iglesia Católica aumentaba. La compra de bulas, las indulgencias... se convirtieron en una gran empresa comercial. Por último la imprenta acercó el humanismo y la divulgación al Europa. El problema de la centralización del poder en la figura del Emperador se enfrentó a las ciudades y estados alemanes, que no querían perder autonomía, independencia y capacidad de decisión, adquiridas en las diferentes Dietas. La aparición de Lutero y sus quejas frente a la Iglesia, fue aprovechada por unos y otros para socavar prestigio, dominio territorial y peso social y económico, problemática heredada por Carlos V al coronarse emperador. La situación de Carlos, con varios frentes abiertos, en Castilla, en el Mediterráneo y en Francia, evitó la pronta resolución de un problema que terminó por enquistarse en Alemania, provocando la Guerra Esmalcalda de 1546 y 1547, como nos cuenta el segundo artículo de la revista. Antes de entrar en la temática propiamente militar, se plantea en un interesantísimo artículo, la posición ambivalente de una Francia católica, pero enfrentada a Carlos, por causa de la Corona Imperial. La situación de Francia de guerra con los Habsburgos y apoyo a los príncipes alemanes, navegó entre las dudas y la indecisión.
En varios artículos, se retrata la composición del ejército imperial, antes de redactar las campañas militares de 1546 y 1547, hasta la definitiva batalla de Mülgberg. La presencia del Duque de Alba y del propio Carlos V, junto a la veteranía de las tropas imperiales, sus tercios españoles y la caballería variopinta de que se componía, fueron claves para derrotar a Federico I de Sajonia. En el lado protestante, la figura de Sebastián Schertlin, compone un personaje importante y definitorio en la época, protagonizando otro artículo curioso. Sin embargo, y como colofón a este número, se nos explica como la victoria no logró que Carlos V afianzará su situación, terminando por ceder su trono imperial a su hermano Fernando, claudicando ambos al control de esas ciudades y Estados que apuestan por la libertad de religión, y su autonomía real, plasmado todo ello en la Paz de Ausburgo. Años posteriores, las heridas mal cerradas, provocarían la Guerra de los Treinta años, pero eso ya es otra historia.
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