En estas fechas cercanas a Navidad, no podía faltar en la programación de espectáculos del Auditorio Baluarte de Pamplona, una obra tan propia de estas fechas como imprescindible en el catalogo del compositor barroco, Johann Sebastian Bach. El "Oratorio de Navidad" presentaba un cartel tan atractivo como, a primera vista imprescindible. De la mano del director Christophe Rousset, acudía a Pamplona, la orquesta especializada en música antigüa, Les Talens Lyriques, acompañada del Coro de cámara del Palau de la Música Catalana. En esta ocasión se interpretaron 4 de las 6 cantatas que completan el Oratorio de Navidad.
La orquesta y su director aúnan experiencia y buen hacer, incluyendo reproducciones o instrumentos originarios de la época y sumando cantidad de grabaciones de nota. Sin embargo, tras escuchar su actuación al completo tengo que añadir alguna consideración. La primera impresión, comenzando por un inicio algo desarreglado en la primera sinfonía, fue de cierta descoordinación de sus maestros, sobre todo en momentos puntuales. A continuación señalo varios ejemplos. Sendas piezas, en las que el acompañamiento del fagot y el oboe, en un aria y un duetto, aparecían descompasados. O el acompañamiento desafortunado del violín en un aria del contratenor. Y lo más llamativo, el número importante de notas discordantes en unas trompetas fallidas a lo largo de toda la noche. Si la labor de la orquesta, como conjunto, en las dos primeras cantatas fue aceptable, una bajada en intensidad y disciplina hizo que su segunda parte, perdiera calidad y solidez instrumental.
Respecto al coro, su profesionalidad hace de su actuación, algo justa, pero regular a lo largo de toda la velada, en donde las voces, con defecto de fuerza y potencia, cumplieron su labor, sin llamar la atención. De los solistas, me quedo con el tenor alemán Julian Prégardien, con unos recitativos bien fraseados, limpios y potentes. El bajo, Matthew Brook, presentó una tarjeta de visita solvente en experiencia y en una voz, más cercana a barítono, pero cumplidora en su papel. La soprano, Katherine Watson, planteó en un papel corto, ciertos momentos de calidad y sobre todo buena coordinación y gusto en su dúo con Brook. Por último, en mi opinión el solista más justito, el contratenor, Damien Guillon, que en un papel largo y muy protagonista, con dos excelsas arias, no logró dibujar una voz tan complicada en su ejecución, como en sensibilidad.
En definitiva, el resultado de la noche fue irregular y algo decepcionante, resultando una orquesta, en mi opinión desajustada y poco disciplinada en su presentación y ejecución. Quizás, la versión de Rousset, como comentaba con mi compañero de fila, resultó ligera, poco solemne, para lo que un Oratorio de esta entidad pide. Los finales de las piezas fueron cortantes, ásperos, y remarcaron poca espiritualidad de una obra de espíritu religioso, que pareció, en este caso, desacralizada, laicalizada, y por ello, quizás banalizada.
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