"Cruce de caminos" es la segunda película realizada por el director Derek Cianfrance. Hace un año reseñé por estas lindes su ópera prima "Blue Valentine". Esta cinta me dejó cierta huella, tanto por su tensa trama, como por la labor de los actores. Con "Cruce de caminos", película estrenada en el año 2012, el director sigue la senda de la anterior, al presentar al espectador la vida y relaciones de personajes perdedores, que deambulan sin rumbo por una vida vacía y sentimentalmente, siempre al filo de la navaja. Sin embargo, en este caso, da un paso más, aumentando el número de protagonistas, sobre los que gira la historia, a base de cruces casuales y no tanto, en sus vidas, aparentemente sin sentido.
La película comienza con la cámara siguiendo a un hombre por el recinto de una feria. Al poco, descubrimos que es un piloto de moto, que se juega la vida todos los días, dentro de una bola metálica, en la que se cruza, sin chocar, con otros dos motoristas. Quizás, esta imagen, sea la mejor metáfora de una historia de relaciones sentimentales y paterno filiales, que giran frente al sentido de las vidas de los protagonistas, hasta chocar violentamente. En la siguiente escena, una muchacha que fue una amante ocasional, se acerca al motorista, y le dice que le lleve a casa. Al tiempo, el hombre se entera, que la chica se quedó embarazada y tuvo un hijo. A partir de aquí, las decisiones del motorista por cambiar su vida, implicarán no sólo su día a día, sino también, la vida de todos los que se cruzan en su camino. Tras un acontecimiento transcendental, no solo para él, sino también para un policía del pueblo, la acción se traslada varios años después, donde la siguiente generación, influida por los acontecimientos relatados hasta entonces, se ven involucrados en el destino que han heredado. Unos personajes sobrevivirán, otros sufrirán las consecuencias de su decisiones vitales y todos ellos, se verán zarandeados por el resultado de sus actos y decisiones.
Cianfrance escarba en la vida y los pensamientos de unos personajes, en general, perdedores. El director vuelve a confiar en su actor fetiche, Ryan Gosling, en el papel del motorista que vive al filo del peligro, tanto en su profesión, como en su vida, tan falta de cariño y amor, como llena de velocidad y violencia. El papel de la amante, recae en una espléndida Eva Mendes, que ha crecido como actriz, independientemente de su belleza innata. Y conformando el triplete lleno de detalles y calidad, Bradley Cooper es quien interpreta al policía que se cruza en el camino... Porque la película es eso, un continuo cruce de tramas, acontecimientos y decisiones, en los que los protagonistas y sus descendientes vuelven una y otra vez a encontrarse, debido a una escena clave de la película, tan corta pero tan definitiva, que definirá el futuro de todos ellos. Valiente por su apuesta, no es una película que deje indiferente a nadie.
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