Gran película de enredos y sociedad, que viene bien visionar de vez en cuando, para poder disfrutar de un espléndido guión de Donald Ogden Stewart, que sin duda el gran director George Cukor supo exprimir hasta la última gota y crear un portento de comedia, panacea del género en los años 40.
La historia gira alrededor de una joven rica y caprichosa, separada de su anterior marido y en ciernes de tomar segunda nupcias con un personaje que resultará un arribista consumado. Si a esto unimos una oscura historia de faldas del padre de la protagonista, la intrusión de dos periodistas de una revista de sensacionalismo rosa y la aparición del ex-marido, todo confluirá en la condensación de mil y un encuentros y desencuentros en las 24 horas anteriores a la boda.
El trío formado por Katherine Hepburn, Cary Grant y James Stewart realizan una de las más completas, surrealistas y divertidas interpretaciones vistas en la historia del cine. Su actuaciones llenas de cinismo, sentimiento y cierta hipocresía, definen la realidad de las diferencias de clase y la falsa irrealidad de la alta clase norteamericana. Cukor traslada a la pantalla la visión de la vida agridulce de una sociedad en la que la única manera de conocer como viven los ricos se refleja en las revistas de cotilleo, a la que ciertos personajes arribistas, pretenden acercarse mediante lazos conyugales. Así mismo, la visión idealizada de la clase alta, pretende ser destruida y humanizada por parte del reportero encarnado por Stewart, que poco a poco, irá descubriendo que sus miembros, a pesar del alto standing en el que se mueven, también sufren, se enamoran y carecen de seguridad emocional.
Mediante la confusión de sentimientos frente a la boda que se avecina, Cukor logra plasmar en la pantalla una comedia en la que la sofisticación, la guerra de sexos y las relaciones familiares coronan a su director y actores, a la cúspide de esta creación cinematográfica. La imagen de una mujer moderna e independiente, frente a las formas y banalidades de una sociedad marcada por el machismo encuadran con una visión divertida y no poco crítica la trama del film. El uso de la cámara con sus giros y movimientos continuos de los intérpretes, a lo que se une, un guión ágil, hacen de esta película un compendio de gags bien ensamblados, con los que el director trata con gracia y elegancia, ciertos temas tabú de la época. De ineludible visionado, la película es un ejemplo de cómo la comedia llegó a ser la reina de las películas de Hollywood en los años 30 y 40, gracias a personajes tan míticos como George Cukor.
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