El veterano Clint Eastwood amenaza con que, a sus noventa y cuatro años cumplidos, esta película que acaba de estrenarse en los cines pueda ser su última creación cinematográfica. Ojalá se equivoque y ojalá nos engañe en su decisión, pero si aún así lo fuera, Jurado Nº 2 no sería en absoluto, una mala despedida, sino todo lo contrario. Sin llegar a los niveles de algunas de sus obras maestras, que por cierto son muchas, la película que paso a comentar es un producto logrado por dos razones primordiales. En primer lugar por su puesta en escena, llena del estilo llano y sin florituras innecesarias, sencillo y cercano tan habitual del director. Y en segundo lugar, quizás mucho más relevante, el acertado aldabonazo que propone en cuanto al debate que genera respecto de la justicia formal y la ética personal, factores enfrentados en un profundo dilema, tan humano como universal.
Justin es llamado para ejercer de jurado en un juicio celebrado en el estado de Georgia, en el que se juzga el asesinato de una joven a manos de su aparentemente agresivo novio. La esposa de Justin casi ha salido de cuentas en un embarazo muy deseado, tras haber sufrido un doloroso aborto años atrás. A pesar de no desear formar parte de el juicio, Justin es elegido definitivamente junto con otras personas, para dirimir la culpabilidad del acusado. Una vez que los hechos se presentan ante el jurado, Justin recuerda un hecho que le sucedió en el pasado y que le plantea un dilema moral, terrible y definitivo para su vida, lo que le lleva intentar convencer a los demás jurados de las dudas que plantean las propuestas presentadas por la fiscalía para condenar al acusado. Ya podéis ver y ya habréis escuchado y leído, la gran deuda que tiene esta premisa con la estupenda Doce hombres sin piedad de Lumet. Pero Eastwood va más allá en su análisis de la idea de justicia y ética personal planteada al espectador, y éste es su gran logro en la película.
Conforme avanza el juicio y desde prácticamente el inicio del film, el espectador conoce las circunstancias que se le presentan a Justin en cuanto a los hechos acaecidos en la noche del supuesto asesinato. Las pesquisas de uno de los jurados, las pruebas de la defensa y las dudas de la fiscalía, van tornando y complicando la situación de un protagonista, ocupando el filo de la navaja de su situación y la del acusado. A esto suma la presión que sufre en su casa ante el cercano nacimiento de su hijo y el proyecto de una vida feliz con su familia, ante la quiebra que sufre su conciencia frente lo que, quiera o no quiera, va a depender absolutamente de su posición en el juicio. O quizás no. Eso lo tienes que descubrir tú como espectador cuando vayas a ver la película al cine.
Nicholas Hoult, actor absolutamente de moda, encarna la complicada existencia de Justin, mientras que Toni Collette interpreta a una fiscal a la que, su presencia en las elecciones a un puesto de relevancia, le afecta un tanto en la dirección de su acusación en el juicio, otro factor que Eastwood nos propone, para complicar aún más el debate moral y ético que nos plantea la película. En ninguno de los casos, tanto en la persona de Justin como en la de la fiscal y, en realidad, en el caso de los demás jurados, la objetividad queda libre de subjetividades subversivas llenas de complejos, prejuicios, secretos inconfesables, ambiciones y deformación profesional. La justicia, en este caso representada en la estatua que se encuentra en el exterior del tribunal, parece de nuevo que no sea ciega, hasta el punto, que la propia jueza que preside el tribunal plantea en su inicio, las dificultades y dudas que puede provocar el uso del jurado para dilucidar este tipo de juicios y culpabilidades humanas, por cierto, temas recurrentes, muy recurrentes, en el historial cinematográfico de Eastwood.
Las interpretaciones resultan muy interesantes, especialmente en ambos protagonistas, quienes no cruzan una palabra hasta el final de la película, a pesar de estar presentes en la sala del juzgado en gran parte del metraje. Los secundarios funcionan bien y la trama se sostiene sin especiales problemas, aunque es cierto que, como sucede en este tipo de películas del género de juicios, peca de algunos agujeros y giros necesarios para que el film llegue a buen fin. Con todo, la fuerza del dilema moral propuesta en esta producción sostiene con solvencia toda la película, en la generación de una tensión con la que el espectador debe tomar partido en lo que se vislumbra, mientras se plantea internamente qué haría en el caso de encontrarse bajo la piel de Justin. Solo por ello, la película merece, en el certero acierto de su director. Bien por Eastwood, en su sencillez estética y en su profundidad humana propuesta. Un grande. Y que no sea la última.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si comentas, aceptas la política de privacidad. Únicamente utilizaré tu correo para los comentarios. No lo almacenaré ni lo usaré para nada más.