Llamado también el Versalles vienés, este palacio comenzó a construirse en 1696. María Teresa de Austria lo convirtió en la sede real de verano, ampliándolo y convirtiéndolo en la mejor muestra del rococó austriaco del país. Más adelante se construiría la Glorieta y en el siglo XIX se completó y simplificó su fachada dotándola del característico color amarillo actual. En su amplia extensión se pueden encontrar, además de la Glorieta, diversas fuentes, siendo la más importante la central dedicada a Neptuno, un extraordinario invernadero de hierro, donde se pueden admirar gran número de plantas exóticas, sus laberintos y como no, estatuas que entonan junto a los grandes setos y jardines del palacio.
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