Como
nos cuenta el prologuista, esta novela se publicó gracias a la perseverancia de
la madre de su creador fallecido en los años sesenta. El novelista, suicida por
cierto, había creado un personaje que terminaría por hacer que la crítica
norteamericana considerara su libro como uno de los más rompedores y admirados de la novela actual de aquel país.John Kennedy Toole nos presenta a Ignatius, un hombre de treinta y tantos que
vive con su madre viuda. Obeso, sucio, obsesionado con sus problemas de
válvulas (gastrointestinales) y absolutamente rebelde con su entorno y con la
realidad que le rodea, hasta tal punto de crearse una realidad totalmente
alternativa frente al mundo en el que vive. A lo largo de la novela, otros
personajes igualmente extravagantes, pero no tan groseros, acompañarán en su
deambular por la ciudad de Nueva Orleans, presentándonos un zoológico de lo más
rocambolesco y extraño. Empezando por su madre, absolutamente volcada y
enfrentada con su hijo casi hasta lo enfermizo, pasando por un joven de color que es la imagen de la
realidad de la minoría negra en un mundo de blancos, un policía desgraciado y
patoso, la dueña de una horrible sala de streeptes y sus empleados, los
propietarios y trabajadores de una decadente fábrica de pantalones, un homosexual
desatado y el universo colorista que le rodea. Todos ellos engloban el
entramado más inverosímil y esperpéntico que soporta esta obra literaria.
Durante el día a día, en el que nuestro protagonista vive entre la insoportable incompatibilidad con su madre y los intentos infructuosos de mantener un puesto de trabajo que por otro lado no desea en absoluto, Ignatius plantea una serie de problemas que afectan a la sociedad de Nueva Orleans y particularmente de Norteamérica. El problema racial, la homosexualidad y el tratamiento de la sexualidad en una sociedad especialmente conservadora, la situación de la mano de obra barata y su explotación, la política bélica mundial, el comunismo, el abuso policial... Todos ellos son tratados de pasada, sin profundizar en exceso, pero ocupan un lugar fundamental en la ideología y mentalidad del personaje, cuya mente estrambótica le lleva a eliminar de su vocabulario toda referencia a cualquier línea de pensamiento post medieval y que no implique las ramas de la teología y la geometría... Insisto en la realidad alternativa de la mente del protagonista. Por medio de diarios, escritos pulcramente pero de manera convulsiva, conseguimos hacernos a la idea sobre la manera de ser de Ignatius y sus pensamientos. Por otro lado se encuentra especialmente encariñado de una antigua compañera de estudios, con la que mantiene una relación de amor y odio y que sin embargo, será el último salvavidas al que podrá acudir cuando el embrollo provocado por sus actos le lleven a un callejón sin salida.
Un argumento lleno de casualidades y sorpresas, creadas por los actos instintivos de Ignatius, provocarán que todos los personajes del libro, mal que les pese, tomen un camino diferente en su vida al que al principio de la novela estaban tristemente destinados. Mediante diálogos inverosímiles y verborréicos, llenos de salidas sin sentido, gases y eructos, cuyo origen flotan dentro del corpachón del protagonista, el autor nos traslada a un mundo increíble, esperpéntico y de alguna manera más trágico que cómico.
Sin embargo y, a pesar de la originalidad del libro y su argumento, no logro encariñarme con el protagonista al que considero un auténtico vago, perezoso y aprovechado de una sociedad a la que critica duramente. Sin embargo no decide escapar de este entorno y salir de casa de su madre, hasta que le resulta inevitable huir de ella. Si el autor no ha encontrado otro instrumento para criticar y atacar a una sociedad americana conservadora e intransigente, sólo me queda la duda de la incongruencia de utilizar a un demente y asocial para representar la crítica más mordaz a la realidad social de los sesenta en Estados Unidos... O simplemente, el novelista pretendía crearnos la disyuntiva de elegir entre el asqueroso y grosero Ignatius frente a una sociedad desquiciada y llena de complejos. Una novela con abundantes dobles lecturas que a lo mejor necesita una segunda lectura para ahondar en la especial visión del novelista... Algo que posiblemente no haré por no aguantar los improperios y absurdos de un personaje que en absoluto compararía con el Quijote o Santo Tomás de Aquino, como he leído en la reseña de la editorial que aparece en las tapas del libro.
Durante el día a día, en el que nuestro protagonista vive entre la insoportable incompatibilidad con su madre y los intentos infructuosos de mantener un puesto de trabajo que por otro lado no desea en absoluto, Ignatius plantea una serie de problemas que afectan a la sociedad de Nueva Orleans y particularmente de Norteamérica. El problema racial, la homosexualidad y el tratamiento de la sexualidad en una sociedad especialmente conservadora, la situación de la mano de obra barata y su explotación, la política bélica mundial, el comunismo, el abuso policial... Todos ellos son tratados de pasada, sin profundizar en exceso, pero ocupan un lugar fundamental en la ideología y mentalidad del personaje, cuya mente estrambótica le lleva a eliminar de su vocabulario toda referencia a cualquier línea de pensamiento post medieval y que no implique las ramas de la teología y la geometría... Insisto en la realidad alternativa de la mente del protagonista. Por medio de diarios, escritos pulcramente pero de manera convulsiva, conseguimos hacernos a la idea sobre la manera de ser de Ignatius y sus pensamientos. Por otro lado se encuentra especialmente encariñado de una antigua compañera de estudios, con la que mantiene una relación de amor y odio y que sin embargo, será el último salvavidas al que podrá acudir cuando el embrollo provocado por sus actos le lleven a un callejón sin salida.
Un argumento lleno de casualidades y sorpresas, creadas por los actos instintivos de Ignatius, provocarán que todos los personajes del libro, mal que les pese, tomen un camino diferente en su vida al que al principio de la novela estaban tristemente destinados. Mediante diálogos inverosímiles y verborréicos, llenos de salidas sin sentido, gases y eructos, cuyo origen flotan dentro del corpachón del protagonista, el autor nos traslada a un mundo increíble, esperpéntico y de alguna manera más trágico que cómico.
Sin embargo y, a pesar de la originalidad del libro y su argumento, no logro encariñarme con el protagonista al que considero un auténtico vago, perezoso y aprovechado de una sociedad a la que critica duramente. Sin embargo no decide escapar de este entorno y salir de casa de su madre, hasta que le resulta inevitable huir de ella. Si el autor no ha encontrado otro instrumento para criticar y atacar a una sociedad americana conservadora e intransigente, sólo me queda la duda de la incongruencia de utilizar a un demente y asocial para representar la crítica más mordaz a la realidad social de los sesenta en Estados Unidos... O simplemente, el novelista pretendía crearnos la disyuntiva de elegir entre el asqueroso y grosero Ignatius frente a una sociedad desquiciada y llena de complejos. Una novela con abundantes dobles lecturas que a lo mejor necesita una segunda lectura para ahondar en la especial visión del novelista... Algo que posiblemente no haré por no aguantar los improperios y absurdos de un personaje que en absoluto compararía con el Quijote o Santo Tomás de Aquino, como he leído en la reseña de la editorial que aparece en las tapas del libro.