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jueves, 22 de junio de 2023

"El maestro jardinero"

Debo reconocer antes de comenzar esta reseña, que no soy un especial seguidor del cine de Paul Schrader. Hace pocos años visioné El reverendo dejándome sensaciones fuertemente contradictorias. Tengo pendiente de ver El contador de cartas recientemente estrenada en plataforma digital. Sin embargo fue ver el cartel y el tráiler de la película que aquí nos ocupa, y un no sé qué hizo que me lanzara a comprar la entrada y adentrarme en la sala del cine. 
En una gran casa sureña de los EEUU, un serio y competente jardinero se ocupa de mantener y enriquecer el flamante jardín propiedad de la viuda Sra. Havernhill, con quien mantiene una relación especial. Narvel Roth, el jardinero protagonista, siente una especial relación casi mística con el consabido parque ajardinado. En un momento dado, la viuda de la casa, pide a Roth que enseñe la profesión a su sobrina descarriada. Desde que la joven llega a la mansión una serie de acontecimientos rompen y quiebran la vida placentera y organizada al milímetro de quienes viven y respiran al son del jardín.
Desde el comienzo de la película, el protagonista cuenta en forma de un diario, el día a día en su trabajo y su personal relación con el jardín y las plantas y flores que allí trata. Esa relación de amor y respeto se presenta al espectador de manera ordenada y casi de forma educativa. En ese deambular junto a sus aprendices y empleados, su vida se organiza alrededor de la preparación de un evento en el que algunas de sus plantas y flores resultarán expuestas para una subasta anual. En el primer tercio de la película, todo gira alrededor del jardín. Parece que ese mismo orden que estructura el parque, ordena su  vida de manera paralela. Sin embargo, algo oscuro de su pasado sobrevuela aquella feliz labor. Schrader tiene la capacidad de embaucarnos en ese deambular inicial, intercalando en forma delos  sueños de Roth, una serie de flashbacks que proyectan algo oscuro.
Es a partir de la llegada de la sobrina de la viuda cuando el ritmo, el orden, incluso las pinceladas que nos han presentado la trama al inicio de la peli, cambian hacia lo que con inteligencia, el director nos va mostrando a pequeños sorbos, con un tanto de suspense y, sobre todo, con un cristal más complejo y brutalmente más realista que la vida azarosa pero aparentemente feliz, alrededor del jardín de la mansión Havernhill. Esa realidad, magistralmente trasladada por el director, nos abre las puertas de par en par hacia el pasado de un protagonista atado por su presente en la mansión, para mostrar que, a veces, esa anterior realidad muestra un camino hacia adelante, hacia otros aires queridos y quizás, deseados. 
La metáfora del jardín y sus diferentes clasificaciones, el juego del orden y lo salvaje en su cultivo y cuidado, la realidad de la geometría de las plantaciones dividida por flores y especies de plantas en un riguroso y estructurado proyecto, la serena belleza del jardín urbanístico y la sensual belleza del jardín asilvestrado, cuajan en la cabeza del director como un símil de la vida del jardinero protagonista, acomodado en la felicidad ordenada y cuadriculada de la primera parte de la película y ese revolutum generado en su segunda parte, pero que en su libre elección, adentrada en un mundo violento, también puede acarrear otro tipo de felicidad. ¿Qué difiere entre uno y otro? El orden, el control, los sentimientos incontrolables, el libre albedrío, lo salvaje... Resulta interesante resaltar un momento al final de la película, cuando la viuda le dice al jardinero, en un momento de enfrentamiento, que lo que ha hecho es obsceno, a lo que el le replica que lo que ha sido obsceno es lo que ella le ha hecho con él anteriormente. Todo depende del punto de vista desde el que se mire, del propio y egoísta o del generoso y dirigido por la libertad de elección. Por cierto, no olvidemos ese trasfondo del racismo y clasismo asentado en la sociedad de los EEUU, muy visible en esta película.
Respecto a los protagonistas, hay que resaltar el trabajo de los tres principales. Por un lado, Joel Edgerton, actor al que sigo desde hace años por su variedad de trabajos, casi siempre realizados en pequeños papeles y pequeñas películas, pero que demuestran la versatilidad de su interpretación y cierto carisma manifestado sobradamente en producciones como  El extraño, Identidad borrada, LovingEl gran gastbyLa noche más oscuraWarrior o Animal Kingdom, entre otras. Por otro lado, la fantástica  Sigourney Weaver, de la que poco hay que decir, más allá de lo acertadísima que se encuentra en su papel de viuda encaprichada y acostumbrada a ser obedecida, en una personaje que termina resultando entre desagradable y desgraciado. Para terminar, la joven Quintessa Swindell, desconocida para mí, es de esas jóvenes promesas que en manos de un director competente y acompañada de un elenco de calidad, como en este caso, realiza su trabajo con notable acierto. 
Todo ello termina conformando una peli profunda y coherente dentro de la filmografía de su director y que, si bien es cierto, quizás resulte algo desequilibrada dramáticamente entre su primera y segunda parte, pienso que esto entra dentro del mensaje a transmitir y del ejercicio mental de un creador de historias que ha querido plasmar, cual metáfora vital, el desequilibrio en la compleja vida del protagonista, modelo de la figura humana reflejada a lo largo de los años por este veterano de la cinematografía estadounidense. 





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