La última entrega de la saga de Alien, dirigida en esta ocasión por el uruguayo Fede Álvarez, ha entrado con muchísima fuerza en las salas de cine. Sorprendente, porque el film iba a ser estrenado inicialmente en plataforma y, también, porque las dos últimas películas relacionadas con el bicho dirigidas por Ridley Scott, Prometheus y Covenant, habían funcionado de aquella manera. Es más, dicen por ahí que se la puede situar como el estreno del verano, en dura pugna con Deadpool & Wolverine. Para mí, y después de ver Alien: Rómulus, aunque no ha podido desbancar a la peli del super héroe bocazas, tampoco desmerece del todo, consiguiendo ofrecer un producto muy entretenido que juega a dos bandas, entre la cierta, aunque escasa, renovación del producto y un superlativo homenaje a la peli primigenia Alien, el Octavo pasajero y a su excelente secuela Aliens, el regreso.
La trama se sitúa veinte años después de la primera película protagonizada por la teniente Ripley. En una colonia minera, un grupo de jóvenes trabajan en condiciones de esclavitud y bajo la tiránica supervisión de sus jefes. Sus esperanzas del salir de la colonia o sobrevivir a las enfermedades y accidentes habituales son casi inexistentes. Sin embargo, conocen de la existencia de una nave varada y abandonada cerca de la atmósfera del planeta donde trabajan. Sus deseos cristalizan cuando descubren que existen en su interior unas cápsulas de supervivencia que les permitiría viajar en su pequeña y destartalada nave de carga, hasta donde desean ver cumplidos sus sueños de libertad. Sin embargo, lo que descubrirán en nave abandonada, resulta ser un gran laboratorio de la empresa Weyland-Yutani... Os suena ¿verdad? Ya podéis imaginaros que sucederá después.
Bueno, la verdad es que Álvarez ha realizado una película interesante respecto a su puesta en escena diseño de producción, fotografía y alguna de las interpretaciones de sus protagonistas. Respecto a la parte técnica, la peli es excelente. Los interiores resultan acordes y reconocibles en referencia a la peli original de 1979 e incluye el importante factor de la claustrofobia provocada por la presencia de lugares y pasillos pequeños, rincones oscuros y puertas deslizantes, como siempre, factores claves para generar el necesario suspense y bastante terror, bases primordiales del éxito del film. La fotografía merece ser valorada en extremo, ya que funciona muy bien en todo el metraje del film. El otro factor reseñable es la propuesta de la edad de los protagonistas. Otro guiño a la generación actual y futura, de cinéfilos y una apuesta por desempolvar el producto. Reseñar la participación de Cailee Spaeny, en su personal ola de estrellato cinematográfico tras películas como Priscilla o Civil war, protagonista femenina y mujer fuerte, homologada a lo Sigourney Weaver. Por cierto, fijaos si podéis en las zapas que lleva Cailee. Es un modelo Reebok de media bota de lo más vintage. Giño a los fans de esos detalles que a veces resultan desapercibidos. Sin embargo, quien más me ha llamado especialmente la atención es el desconocido David Johnson, en el papel de Andy, el sintético de turno, adoptado por la familia de la protagonista y el firme pivote sobre el que circula el film de Álvarez. Su papel es el que ofrece más claros y oscuros, dilemas, detalles y facetas en la puesta en escena de la trama. Un personaje del que creo que se hablará mucho de aquí en adelante. Estos factores y algunas resoluciones de acción y suspense muy interesantes, hacen de este film un producto tremendamente entretenido. Sin embargo, no todo podía ser perfecto, ni mucho menos.
Lo primero de todo de todo es que el film se desvela en muchas de sus fases, como un producto dedicado a los fans de la saga. Frases, escenas e incluso algún digitalizado conocido de la misma, componen un producto excesivamente dependiente de las dos primeras películas que indicábamos al principio. Es decir, deudor del fanservice tan presente en la cinematografía actual. Incluso, el esfuerzo por unir, de alguna manera, esta entrega con Prometheus y Covenant, resultan especialmente forzadas. Todo esto lastra sobremanera una producción en la que, si Álvarez hubiera querido o podido dirigir con más libertad e independencia del producto inicial, habría resultado más fresco, opino. Pero lo peor de lo peor, es que el uruguayo se ha pasado de frenada, en lo que sucede en el último cuarto de hora del metraje, aportando una ida de hoya casi sonrojante, tirando por tierra una producción que por sí sola estaba resultando, sino no novedosa, que no lo es, sí por lo menos convincente, dentro de lo que que uno espera al ver una peli de la saga. Me quedo en tierra de nadie, reconociendo el esfuerzo del director, pero también, negándole algunos factores que en mi opinión restan. Queda por encima de algunas de las pelis de la saga pero también por detrás de las dos primeras, clasicazos intocables. Qué le vamos a hacer.
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