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lunes, 19 de septiembre de 2022

"Operación Barbarroja" - David Stahel

 
Por fin, por fin ha llegado la traducción del que es el primer título que David Stahel publicó dedicado a la invasión alemana de la Unión Soviética en 1941. Y lo digo, aunque muchos de vosotros lo sepáis, porque previamente y desde el año 2018, la editorial Salamina ha publicado los otros cuatro títulos que completan su alabada y espléndida pentalogía dedicada a aquella invasión. Mediante los ensayos titulados KievOperación TifónMoscú 1941 y La retirada de Moscú, Stahel ha realizado, paso a paso, y de la mano del estudio de multitud de informes, entrevistas, memorias y documentos, un portentoso estudio sobre el devenir de aquella enorme campaña que propició la derrota final de los ejércitos de Hitler. Y si bien, el lector de estas cuatro primeras publicaciones ya se hace una idea de cómo la campaña se desarrolló dentro de un mare magnum de decisiones equivocadas, desencuentros entre los mandos alemanes, una mediocre y limitada organización logística y, en ocasiones, una campaña llena de conflictos estratégicos en lo militar que provocó el continuo desgaste de las divisiones y cuerpos de ejército alemán, más allá de las implicaciones meteorológicas, el terreno y la sobre extensión del frente, este inicial ensayo sobre el comienzo de la campaña nos esclarece aún más los errores y sobresaltos ocurridos en aquellos meses del verano de 1941.

Pues bien, dicho y hecho, Stahel nos embarca en los dimes y diretes que llevaron a Alemania a promover la invasión de la Unión Soviética, tanto en la programación de la estrategia a la hora de llevarla a cabo, los medios utilizados, la logística establecida, entre otros factores. Desde el inicio de la preparación de la campaña, pros y contras aparecieron en el camino a recorrer. Los pros se basaban las experiencias en imprimir a la invasión una velocidad capaz de trasladar a territorio soviético la práctica de la Blitzkrieg lo que llevaría a los alemanes a conquistar sus expectativas en pocas semanas. Por otro lado la experiencia de las tropas alemanas, en guerra desde 1939 les otorgaba gran ventaja. Sin embargo, estas ideas preconcebidas a la que se agarraron los mandos alemanes con cierta prepotencia, fueron las que les llevaron a acometer un sinfín de errores y deficiencias en la preparación y desarrollo de la invasión. La industria alemana era incapaz de producir el número necesario de camiones, carros de combate y material pesado para abarcar la extensión y la profunda punta de lanza a desarrollar en territorio soviético. La escasez de caucho, combustible, piezas de recambio se unirán a la necesidad de aportar reservas humanas capaces de dar descanso y hacer cobertura a un ejército que, de la mano de los cuerpos  Panzer incidían en avanzar, avanzar y avanzar. 

Es aquí cuando a estas faltas de visión y la desmedida holgura de expectativas, se unen las desavenencias y enfrentamientos entre Hitler y los jefes del ejército, no solo a la hora del cumplimiento total de las órdenes, más allá de los momentos de dudas establecidos durante la segunda mitad de agosto, sino además, la compleja situación generada por alguno de los comandantes de las divisiones Panzer en su elogio por la velocidad llevado a cabo en un pretencioso ego en su manera de entender la guerra. Stahel sitúa su objetivo en la figura de Halder, jefe del OKH quien no dudó en realizar una campaña de engaño y manipulación ante el plan de campaña de Hitler. El líder nazi planteaba una invasión no solo como un ejercicio militar sino también económico. Su intención presentar dos frente  principales de ataque en el norte y otro en el sur, situando el frente del centro más secundario, dirigido hacia Moscú, con la idea apoyar conforme se avanzara a ambos frentes dirigidos hacia Leningrado y Ucrania. Su intención era lograr llegar al Báltico y a los territorios ricos en cereal y minas de Ucrania, conquistando territorio rico en materias primas, para después realizar una pinza sobre Moscú. Sin embargo esta idea difería totalmente sobre el plan de campaña de Halder y sus generales, convencidos en que lo primordial era llegar a Moscú y conquistar la capital soviética. Esta visión diferente de la campaña posibilitó un intercambio complejo de entrevistas, indecisiones, actos discutidos de los grupos Panzer y el enconamiento y cierta desconfianza entre los mandos del ejército.

A lo largo de los meses de verano, el frente del Grupo de Ejércitos del Centro ahondó en la Unión Soviética con fuerza y determinación. Sin embargo, los problemas de logística y abastecimiento pronto se presentaron como un problema sin solución. El polvo de las escasas carreteras factibles en la invasión crearon infinitud de problemas en los motores de los vehículos y carros alemanes. Inicialmente las batallas fronterizas concedieron a los alemanes la ventaja de la velocidad y la calidad de su armamento, sin embargo, los primeros problemas llegaron con la formación de las bolsas de Belostok y Minsk. Mientras unos instigaban por continuar hacia Smolenko y dejar atrás las bolsas, que por otro lado tardaron en ser cerradas, otros encontraban imprescindible cerrar, ahogar y vencer cualquier fuerza enemiga que pudiera quedar en retaguardia. Esto generó una importante primer desavenencia entre los Panzer de Guderian y Holst y los mandos de infantería que tendrían que quedarse atrás, ya por sí retrasados en su avance, para concluir una operación que empezó a marcar el inicio del fin de la Blitzkrieg en el este. La postrera llegada a Smolenko terminó por determinar que de acuerdo con el calendario establecido, la operación Barbarroja estaba ya condenada al fracaso, y la guerra prácticamente perdida. El retraso en el avance puso a la vista de todos la llegada del otoño y posiblemente del temido invierno. Mientras, los tiras y aflojas entre Hitler y Halder provocaron un parón en el avance en Smolenko, a lo que se añade la peligrosa situación creada al sur en el saliente de Yelnya. 

La postura de Hitler de redirigir de manera principal las fuerzas de invasión hacia Ucrania tomó fuerza definitivamente cuando el propio Guderian, proclive a continuar ininterrumpidamente contra Moscú se entrevistó con el líder nazi y cambió inexplicablemente de opinión. Halder había perdido su batalla personal de engaños y por fin se demostró que los planes iniciales alemanes eran totalmente desmedidos. La fuerza de ofensiva inicial alemana había dejado de existir. El éxito inicial de la campaña fue totalmente vacuo, como reflejo de una catastrófica situación de apuro de Alemania en el este. Por lo demás, las pérdidas soviéticas en esos meses y en adelante, fueron soportables para el régimen de Stalin y aún sufriendo importantes derrotas, se frustró de cuajo una campaña Blitzkrieg indispensable para alcanzar las lejanas metas alemanas, provocando el alargamiento de una guerra que provocó la derrota final de los ejércitos alemanes. Según Stahel, de inicio se cometieron graves errores conceptuales en al campaña: Aparato logístico sobre extendido, fuerza ofensiva ampliamente dispersa y un proceso de reequipamiento incompleto en la campaña, llevado básicamente por la incapacidad de reconocer las propias limitaciones de las fuerzas bajo los generales quienes no pueden esquivar su propia culpabilidad en el proceso. Todo lo cual nos lleva a creer en la total falta de visión estratégica de quienes provocaron y promovieron aquella campaña de 1941 contra el gran oso dormido de la Unión Soviética.

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