Hace un par de años leí y reseñé Smonk una novela de Tom Franklin, publicada en la maravillosa y sugerente editorial Dirty Works. Entonces me prometí seguir leyendo a este escritor estadounidense nacido en el estado de Alabama y que tanto me había sorprendido. Pues dicho y hecho, compré Letra torcida, letra torcida y recientemente fue comenzar a leer su primera páginas y verme de nuevo envuelto en las trama de una novela que me ha atrapado de principio a fin.
Franklin ambienta su novela en un pequeño pueblo de Mississippi, en dos momentos temporales. A finales de los años setenta y veinte años después. Y utiliza como nexo de unión dos factores claves en la novela. Por un lado, dos chicos a los que les separa su raza, pero a los que les une su amistad y un hecho que se esconde años atrás, cuando todavía en unos recién nacidos. Por otro, la desaparición de dos muchacha blancas, una en los años setenta y otra en los noventa, marcan sus vidas, debido a estas dos circunstancias que los separa y los vuelve a unir en el tiempo y transcurridos esos veinte años irrecuperables. Larry, un joven ausente, incomprendido y solitario, vive a la sombra de su padre mecánico y propietario de un taller, del que años después se encarga y gestiona, pero ya sin clientes a quienes atender. Silas, un joven de color que vivía en la miseria junto a su madre, se ha convertido en alguacil del pueblo, donde se encarga de delitos menores y a cazar las serpientes que los habituales gamberros dejan dentro de los cajetines de correos del vecindario. Sin comerlo ni beberlo, después de una amistad juvenil, pasajera y llena de dificultades, el destino les volverá a unir, para dirimir un pasado sin resolver.
Franklin construye con brillantez y suspense una historia de va de atrás a adelante y de adelante a atrás, a lo largo de la novela, para ir mostrando, poco a poco y con cuenta gotas, los secretos, los detalles y las circunstancias que rodean la difícil amistad de sendos muchachos desde que se conocieran en los difíciles años setenta en Mississippi, donde el paro, la pobreza y la desigualdad entre razas marcan sus años de adolescencia. El autor enlaza con notable dominio los veinte años que separan su juventud atropellada y accidentada, con los años noventa, en donde la circunstancias no buscadas les volverán a unir, a pesar de las ascuas que perviven entre ellos años después. Es un gustazo disfrutar de la ambientación que nos muestra ambas décadas en las que algunas cosas han cambiado, especialmente en lo que se refiere a la separación racial, mientras otras cosas siguen igual, en el entorno de una pequeña comunidad donde la memoria, la rumorología, las mentiras y los cotilleos campan a sus anchas, en una tierra donde las armas, el alcohol y los lugares inhóspitos y solitarios resultan ser algo demasiado cotidiano.
Recomiendo fervientemente leer esta novela, en la que el lector va descubriendo poco a poco los entresijos personales de la vida de los dos protagonistas, marcados por un pasado no resulto, y que sin buscarlo ni quererlo, volverá a llevar a encontrarse en unas circunstancias en las que todo parece fluir bajo la luz, en un acertado uso del tiempo y el suspense, donde al autor maneja con gran dominio las expectativas y la ansiedad del lector por llegar a buen puerto, por descubrirlo todo, sin remedio, al final de esta magnífica novela. Seguro que volveré a leer al bueno de Franklin de la mano de Dirty Works.
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