"Tras las huellas de Aníbal" - Arturo Gonzalo Aizpiri

 

Conozco a Arturo Gonzalo Aizpiri desde hace un buen puñado de años. Gracias a la web Hislibris hemos compartido presentaciones de libros, jornadas literarias y sobremesas evocadoras. He leído y disfrutado de la lectura de sus tres novelas dedicadas, y no es casualidad, a la presencia cartaginesa en la península ibérica: El heredero de Tartessos, El cáliz de Melqart y La cólera de Aníbal. Esta última novela vio la luz en 2019, justo antes de vernos inmersos en la pandemia de la Covid. Sin embargo, desde Hislibris seguimos manteniendo contacto gracias a la web, a pesar de no poder convocar nuestras reuniones anuales. Mientras, Arturo, en base a sus posibilidades y anhelos, comenzó a escribir y compartir un interesante blog dedicado a los yacimientos y museos en los que encontrar no solo los restos arqueológicos y las huellas de los distintos pueblos iberos que han poblado nuestras llanuras, valles y montes, sino también los recuerdos físicos y tangibles del paso de los cartagineses por nuestro querido país.

Se suele decir que no hay mal que por bien venga, y fue así como en base a aquel blog y a su irreductible afición por la arqueología, los pueblos iberos y la cultura cartaginesa, Arturo se lanzó a preparar su nueva publicación, esta vez fuera del género de la novela histórica, pero enraizada en ese universo que tanto desea desvelar al curioso y aficionado de nuestra Historia. En su inmensa sabiduría siempre ha compartido con nosotros, quienes le seguimos desde el principio de sus escritos, que los grandes olvidados de nuestro pasado han sido los cartagineses, liderados por la familia Barca, de la mano de Amílcar, Asdrúbal y Aníbal, quienes con cierta esencia helenista dirigieron sus miradas a estas tierras tras salir derrotados de la Primera Guerra Púnica. Su tesón le ha llevado a visitar aquellos yacimientos y localizaciones que, en su momento, fueron protagonistas de sus novelas y que ahora se ven reflejadas y explicadas en este libro que hoy reseño.

Además, sus no especialmente largos capítulos, en los que desarrolla el momento histórico que comparte con el lector y sus conversaciones con las personas que se encuentra en los yacimientos, los centros de interpretación o los museos que visita, vienen acompañados de una serie de dibujos realizados por el mismo autor. En ellos refleja con gusto y pasión, esculturas, monedas, muros y restos arqueológicos, aportando el elemento visual necesario para vislumbrar aquellas culturas, celtíbera y cartaginesa, que protagonizan tan jugoso y evocador libro. La pasión que desborda el autor en sus páginas resulta especialmente contagiosa. Tanto es así, que el lector, como ha sido mi caso, no tarda en buscar en un mapa virtual las localizaciones compartidas, con la firme idea de visitarlas y descubrir de primera mano tanta belleza, tanta Historia y tanto, porqué no, sentimiento de pertenencia a un pasado que debe sernos propio y asumido.

Solo queda recomendar este libro, con la firme idea de que el que lo lea va a descubrir detalles, rincones, secretos e historias que, estando cerca, muy cerca de nuestras casas y ciudades, nos retrotraen a un pasado que merece ser más conocido y divulgado. Como bien apunta Arturo, se están haciendo innumerables esfuerzos por sacar a la luz y, lo que es más complicado, mantener en buenas condiciones, todos esos objetos y lugares que deben ser protegidos de desaparecer de nuestra memoria histórica. Por cierto, una época de nuestro pasado particularmente anclada en raíces romanas y occidentales en base a una raíz y un concepto educacional propio de nuestra sociedad, que quizás debíamos ir revisando. Estos esfuerzos deben ser apoyados y acompañados no solo por las instituciones municipales, provinciales, autonómicas y estatales, sino también por el ciudadano de calle, por el aficionado, por el turista cultural, en definitiva, por aquel que cultiva la enriquecedora curiosidad por nuestro pasado. Estamos ante un pequeño gran libro, meritorio y necesario, muy a tener en cuenta.