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martes, 17 de mayo de 2022

"El hombre del norte"

 
Tercera película del ya prestigioso director Robert Eggers, tras La Bruja y El Faro, entronca con una historia de venganza, mitos y búsqueda en pleno siglo IX, entre los pueblos de los llamados Hombres del Norte, habitualmente conocidos como vikingos. Un joven príncipe es testigo del asesinato de su padre. Tras su huida y después de violentos años de crecimiento y salvajes incursiones en tierras lejanas, recupera la pista del asesino del rey, lo que le lleva a buscarle para cumplir una venganza prometida años atrás. Así visto y a primera vista, podría parecer que estamos ante la tópica película de aventuras y venganza, al estilo de las distintas versiones de Conan que todos conocemos, algunas de cuyas escenas nos recuerdan a la mítica película de Milius. Nada más cerca de esto, y reconociendo la mente privilegiada de Eggers y su apuesta por ahondar en la mitología y la tradición que encontramos detrás de sus historias, El hombre del norte es un profundo viaje al modus vivendi y a las más arcaicas creencias y costumbres del pueblo vikingo. Con la excusa de presentarnos una historia profundamente shakesperiana, su director nos propone una viaje vital alrededor de la búsqueda de la venganza del protagonista, paralelamente acompañada de un viaje por los mitos más oscuros y profundos de aquel pueblo.
La película se divide en varios capítulos mediante los que se presenta la vida del joven príncipe. A lo largo de su vida y desde su inicio, sus pasos se ven acompañados de extrañas runas, misteriosos hombres y mujeres clarividentes y, como no, de una mitología no exenta de dioses, maldiciones y lecturas visionarias. Con todo, en esta ocasión, Eggers también nos muestra la dureza de aquel siglo IX, en el que personajes con ansias de poder dictan el paso de un tiempo sangriento, además de mostrar la presencia de las expediciones de estos Hombres del Norte recorriendo ríos y mares, desde tierras del Rus hasta parajes tan recónditos como Islandia, acompañando el complejo y largo viaje de venganza de un joven ciego de odio y sediento de sangre.
Para ello el director equilibra con inteligencia su habitual forma de rodar y de internarse en los miedos y sentimientos insondables de sus protagonistas, con esa dosis de violencia sangrienta y casi épica en la que se movían sustancialmente aquellos pueblos. Bien es cierto que la invasión, la conquista y el descubrimiento de tierras movían a los Hombres del Norte a lo largo de gran parte de tierras conocidas y otras desconocidas, en su afán por dominar el comercio y el intercambio económico con otros pueblos. En este caso, Eggers prefiere mostrar el perfil más primigenio, violento y profundamente religioso de estos viajeros sin fronteras. Su interés pasa por entrelazar esta visión más arcaica y mítica, con la esencia más shakesperiana de la venganza y el destino. Y la verdad, es que a mi entender acierta en su apuesta, especialmente gracias a ciertas interpretaciones y profundos diálogos presentados por algunos de los protagonistas, que resultan ser la esencia principal de este film. Sea bienvenido este fructuoso experimento en su profundización en las raíces nórdicas y los sentimientos más humanos presentados a flor de piel de los protagonistas.
Para representar a los personajes de su película, Eggers ha contado con un gran elenco de actores y actrices. Quizás su protagonista sea el que menos llame mi atención a nivel interpretativo, no así en cuanto a su preparación física, queda claro. A lo mejor la envergadura y el trabajo muscular de Alexander Skarsgárd sea algo excesivo. A mí particularmente me recuerda más a un Conan particularmente rubio. Pero bueno, si el director nos lo quiere presentar como miembro de los famosos y temibles berserkers, pues se entiende su preparación para la violencia y la guerra, aunque no estaría de más que hubiera mostrado cómo ésta elite de temibles guerreros posiblemente tomaban algún tipo de sustancias que les llevaba a ser terribles y sangrientos. 
Por lo demás, llamo la atención en unos magníficos Ethan Hawke, Willem Dafoe, Anya Taylor-Joy y especialmente Nichole Kidman y Claes Bang. Este último está brillante en su papel. Además, me gustaría decir algo sobre la operadísima Nichole Kidman. Su aparición me recuerda la que Angolina Jolie protagonizó como madre de Alejandro Magno en aquella película de Oliver Stone dedicada al famoso macedonio. ¡La diferencia real de edad entre Kidman y Skarsgárd es de solo nueve años! ¡Maldita sea! No es posible que una sea madre del otro, por favor. No cuela físicamente y menos presentándonos a la madre en la infancia del protagonista y años después cuando es un fornido hombre del norte, sin apenas cambios. Además, Nichole tiene un gran problema de expresividad en una cara operada sin remedio. Lo único que salva su presencia es su inmensa apuesta por mostrarnos la mejor Kidman actriz, sobre todo en una portentosa interpretación en la escena de la parte final de la película. Como podéis ver, tengo sentimientos encontrados sobre su presencia en el film.
Para terminar debo llamar la atención en el espectacular trabajo técnico empeñado en esta apabullante producción. El esfuerzo por ambientar a la perfección una época a veces difícil de interpretar en base a vestigios arqueológicos, y reconocible en parte a través de las famosas sagas nórdicas, más allá de algunas runas y restos físicos reconocibles, especialmente en cuanto a lo que se refiere a restos de enterramientos encontrados, la labor de su director es absolutamente encomiable. No resulta sorprendente que haya trabajado con algunos de los especialistas más importantes en conocimiento de la cultura nórdica, como el arqueólogo Neil Price, quien no hace mucho publicó en España su ensayo Vikingos, uno de los trabajos más completos realizados hasta ahora sobre el tema.  Se acompaña también la película de una partitura constante y muy presente en todo el metraje, hasta el punto de formar parte de una ambientación casi irrespirable, llena de magia y mitología. Como guinda final, no podemos dejar de hablar de la magnífica fotografía, seña de identidad del director, mediante la que nos traslada, tanto en interiores como exteriores, a aquella época de sombras, tierras lejanas y violencia extrema. 
En conjunto debo decir que El hombre del norte me ha gustado mucho, a pesar de algunas de las cosas ya comentadas. Su rotundidad y puesta en escena es encomiable y casi avasalladora. Logra construir una película que debo revisitar de nuevo, en tanto en cuanto a lo largo de ella surgen diálogos, pensamientos, momento de adivinación y lecturas de un universo mágico, que necesitan ser escuchadas de nuevo. Es tal el aparato visual que presenta esta producción que en ciertas escenas se escapa su mensaje y esto debería no ser así. Hay mucho más de lo aparentemente se muestra en la pantalla. Encontramos en sus imágenes y diálogos un estudio antropológico brutal y una análisis humano profundamente inmutable y perecedero en nuestro ser. Como decía, todo rotundamente muy shackesperiano. 


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