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lunes, 5 de abril de 2021

"El Cardenal - Infante" - José I. Benavides

 
Dos años después de la publicación su publicación de la biografía de Ambrosio Spinola, José I. Benavides nos ofrece su visión de otro gran personaje del siglo XVII, en este caso, el hermano de Felipe IV, el infante Fernando. Ensombrecido bajo la figura de su hermano mientras vivió en España y aunque su padre le dirigió hacia la vida religiosa, logrando adjudicarle el arzobispado de Toledo, su futuro iba a pasar por la carrera de armas, más afín a sus deseos, y en base a la que se ganó gloria y respeto durante la Guerra de los Treinta años.

Como hijo pequeño de Felipe III su vida fue destinada a la carrera eclesiástica y como tal, se le concedió muy tempranamente el título de cardenal con apenas diez años. Su vida fue especialmente delimitada por el Conde Duque de Olivares, valido de su hermano, quien siempre buscó alejar del rey a sus hermanos, para no perder su ascendiente con el trono. Benavides ocupa pocas páginas en ofrecernos algunos retazos de su niñez y adolescencia. Más aficionado por lo militar que por lo religioso, tuvo muchos resentimientos contra Olivares, asunto que recalca el autor en repetidas ocasiones, a pesar de que en cierto momento de su vida, y tras el paso de Fernando por Cataluña, sus intereses convergieron para lograr la estabilidad y la gloria de su hermano Felipe. Todo lo cual no implica que ya en Flandes, el propio rey y Olivares no terminaran de confiar plenamente en sus facultades y decisiones en el gobierno de aquella provincia. 

Pero vayamos por orden. La carrera eclesiástica de Fernando cambió una vez que Isabel Clara Eugenia, su tía, pidiera ayuda a España en el gobierno de los Países bajos. Esto propició la salida de Fernando de una corte esquiva en darle atribuciones importantes. Su primera misión no fue sencilla. Los problemas en Cataluña ante la perspectiva de Olivares en su plan conocido como la Unión de Armas y el fracaso de Felipe IV en Barcelona por conseguir el apoyo catalán a ese plan, hizo que Fernando fuera designado Virrey de Barcelona durante unos poco meses, eso sí, como sucederiera a lo largo de su carrera política, bajo el auspicio y control de un Consejo, como no, por Olivares. 

La compleja situación de Isabel en Flandes y los precedentes de lo que significará la intervención francesa en la política europea, marcarán el futuro de Fernando, dirigido a suceder a su tía en su gobierno. Su llegada a Italia no tardaría en acontecer, en donde ya vislumbró de nuevo, la larga sombra de Felipe y Olivares en la toma de decisiones e incluso en la capacidad de actuación. Es en este momento cuando el autor, José I. Benavides hace una pausa en la vida del protagonista, para adentrarse en la problemática compleja que ahogaba a Europa hacia un conflicto internacional sin precedentes. La Guerra de Sucesión de Mantua, la Guerra de los Treinta Años, los vaivenes de Inglaterra en sus alianzas y apoyos, la guerra abierta propuesta por la Francia de Luis XIII, entre otros, marcarán el devenir del siglo y el resto de la vida del ahora Infante-Cardenal Fernando. Éste debía cruzar de sur a norte el centro del continente para llegar a Bruselas, lo cual iba a ser harto difícil, habiendo quedado cortado el llamado Camino Español. Sin embargo, una vez iniciado el viaje, su destino le llevaría al punto más álgido de su carrera con la victoria de Nördlingen, haciendo de él uno de los militares más famosos de la época. Una vez concluido el tortuoso viaje a Bruselas, el gobierno de Fernando se vio acompañado por un personaje importantísimo y, cómo no, de la mayor confianza de Olivares. Pierre Roose fue el ministro flamenco de mayor influencia en el periodo español en los Países Bajos. 

Desde la llegada de Fernando a Bruselas en 1634 hasta su muerte en 1641, la provincia no vivió en paz ni un instante. Francia llegaba para quedarse, mientras las Provincias Unidas pugnaban por expulsar a los españoles de Bruselas, mientras Inglaterra disfrutaba del vaivén de sus decisiones y el emperador de Alemania, aliado sobre el papel de la monarquía hispana, reiteraba continuamente sus obligaciones con Felipe IV. Durante estos años, la pugna entre Madrid y Bruselas no solo versó en cuanto a precaria situación de la tesorería y la continua necesidad de más tropas y soldados, sino que se llegó al punto replantear las estrategias a tomar en un frente en el infante Fernando se encontraba rodeado. Sus intentos de treguas o las iniciativas militares chocaban con las lentas y a veces utópicas decisiones de Madrid, todo lo cual terminó por desgastar su salud, para morir en 1641, a pocos años del término de la Guerra de los Treinta años, acontecimiento que definiría la Europa que delegaba a España en pro de una Francia poderosa y una Inglaterra emergente.

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