Acre
fue una de las ciudades más importantes de Tierra Santa en tiempos de las Cruzadas.
Fue tomada por los cristianos en 1104, reconquistada por Saladino en 1187 y
retomada en 1191, en la Tercera Cruzada, por Ricardo I de Inglaterra, pasando a
ser la capital del Reino de Jerusalén tras la caída de la Ciudad Santa. Cien años
después, fue conquistada y arrasada por las huestes del sultán Al
Ashraf Jalil, dando por terminada la presencia
cristiana en aquellas tierras que marcaron más de dos siglos. El
trabajo de investigación de Roger Crowley, afamado historiador británico y gran
divulgador, gira alrededor de los últimos años de resistencia de la ciudad de
Acre. En sus páginas nos relata, entre otras cosas, la presencia imborrable de los caballeros Hospitalarios y Templarios, las
disputas internas entre genoveses, venecianos y pisanos, o la aparición de la
poderosa dinastía de los mamelucos, que desde El Cairo, inició la
conquista de los últimos territorios cristianos, mientras se
enfrentaba a las hordas del pueblo mongol, provocando la definitiva retirada del último rey de Jerusalén Eduardo, a sus posesiones de Chipre.