La novela escrita por Cormac McCarthy en 1994 es la segunda englobada en su Trilogía de la Frontera, de la que forma parte junto a Todos los hermosos caballos y Ciudades de la llanura. Su trama se desarrolla entre Nuevo México, estado de los EEUU, y México, a principios de 1940. Billy, de dieciséis años, sale de la finca donde vive para cazar un lobo que ronda las reses de la finca en la que vive con su familia. Cuando lo captura, decide devolverlo a territorio mexicano, lo que le hace realizar un primer viaje más allá de la frontera. Al regresar a casa, se encuentra con que unos ladrones de caballos han matado a sus padres dejando huérfanos a él y a Boyd, su hermano pequeño de catorce años, quien se había escondido durante el ataque. Ambos, deciden cabalgar a México para recuperar los caballos que criaban en la familia. Tras recorrer bastos territorios, pasar penurias y participar en un tiroteo, los hermanos se separan, regresando Billy a EEUU. Tiempo después, regresa de nuevo a México en búsqueda de su hermano.
Admiro profundamente la narrativa de McCarthy, impresión que ya saqué hace unos años de la lectura de su novela Meridiano de sangre, y también de la primera de esta trilogía. El lector de McCarthy debe gustarle leer y disfrutar de las descripciones que hace el autor del paisaje que rodea a sus protagonistas a lo largo de sus cabalgadas en las praderas y territorios fronterizos donde se localizan. Su ritmo es pausado, deteniéndose en el quehacer diario de aquellos que libran sus aventuras y desventuras entre los EEUU y México. Desde hacerse el desayuno, pasando por las largas cabalgadas realizadas diariamente, hasta el simple hecho de preparar las cabalgaduras antes de montar a caballo, son escenas descritas con detalle y concreción. Si bien es verdad que a veces puede hacerse su narrativa lenta y exageradamente descriptiva y no puedo engañaros que en esta novela me ha costado un tanto coger el ritmo de lectura, nadie le puede negar a este magnífico escritor su notable capacidad de dominar el tiempo, las escenas y su meticulosa descripción del día a día. Sus paisajes son tan realistas que el lector siente el polvo, el calor, las inclemencias y el cansancio de los protagonistas de la novela.
Más allá de esto, McCarthy es un especialista en profundizar en el ser humano, especialmente en sus miedos, miserias y esperanzas. Billy y Boyd representan a dos adolescentes hermanos que no dudan en lanzarse a cabalgar en pos de los caballos robados, sin entrar a calibrar lo peligroso del viaje ni sus consecuencias. En su deambular por México se cruzan con gran cantidad de extraños personajes, quienes cuentan, en estos encuentros, sus propias historias y anécdotas, sumando a la experiencia de los dos chavales un universo lleno de revolucionarios, hacendados, bandidos, titiriteros y pobladores de tantos lugares desérticos y medio abandonados villorrios al sur de la frontera. Sus idas y venidas a lo largo del aquel territorio vienen acompañadas de una extraña y esquiva comunicación entre ambos hermanos. Billy desea mantener cierto vínculo con Boyd, mientras que éste parece esquivo y reacio a abrirse a comunicarse con su hermano mayor. Es más, Billy logra mantener relaciones profundas de amistad, por ejemplo, con el lobo que persigue y captura al inicio de la novela o con su caballo herido en la fase final de la misma, más que con su propio hermano. Como buscando en la soledad de la naturaleza en la que cabalga, una relación cercana de amistad, que no logra afianzar con su propia sangre, más allá de que su amor por la familia y su fidelidad a ella esté por encima de todo.
En la frontera, en mi opinión, me ha sido más difícil de afrontar que la anterior Todos los hermosos caballos y, sin embargo, al terminarla, la huella imperecedera de su lectura, de la narrativa de Cormac McCarthy, se mantiene en el cerebro de quien ha compartido sudores, tormentas, largas cabalgadas y no pocas desgracias con Billy y Boyd. No cabe duda de que creo conveniente dejar un periodo de cuarentena antes de adentrarme en otra de sus novelas, en mi caso, la tercera de la trilogía, pero sin duda, volveré de nuevo a él. Su lectura crea adicción.
Admiro profundamente la narrativa de McCarthy, impresión que ya saqué hace unos años de la lectura de su novela Meridiano de sangre, y también de la primera de esta trilogía. El lector de McCarthy debe gustarle leer y disfrutar de las descripciones que hace el autor del paisaje que rodea a sus protagonistas a lo largo de sus cabalgadas en las praderas y territorios fronterizos donde se localizan. Su ritmo es pausado, deteniéndose en el quehacer diario de aquellos que libran sus aventuras y desventuras entre los EEUU y México. Desde hacerse el desayuno, pasando por las largas cabalgadas realizadas diariamente, hasta el simple hecho de preparar las cabalgaduras antes de montar a caballo, son escenas descritas con detalle y concreción. Si bien es verdad que a veces puede hacerse su narrativa lenta y exageradamente descriptiva y no puedo engañaros que en esta novela me ha costado un tanto coger el ritmo de lectura, nadie le puede negar a este magnífico escritor su notable capacidad de dominar el tiempo, las escenas y su meticulosa descripción del día a día. Sus paisajes son tan realistas que el lector siente el polvo, el calor, las inclemencias y el cansancio de los protagonistas de la novela.
Más allá de esto, McCarthy es un especialista en profundizar en el ser humano, especialmente en sus miedos, miserias y esperanzas. Billy y Boyd representan a dos adolescentes hermanos que no dudan en lanzarse a cabalgar en pos de los caballos robados, sin entrar a calibrar lo peligroso del viaje ni sus consecuencias. En su deambular por México se cruzan con gran cantidad de extraños personajes, quienes cuentan, en estos encuentros, sus propias historias y anécdotas, sumando a la experiencia de los dos chavales un universo lleno de revolucionarios, hacendados, bandidos, titiriteros y pobladores de tantos lugares desérticos y medio abandonados villorrios al sur de la frontera. Sus idas y venidas a lo largo del aquel territorio vienen acompañadas de una extraña y esquiva comunicación entre ambos hermanos. Billy desea mantener cierto vínculo con Boyd, mientras que éste parece esquivo y reacio a abrirse a comunicarse con su hermano mayor. Es más, Billy logra mantener relaciones profundas de amistad, por ejemplo, con el lobo que persigue y captura al inicio de la novela o con su caballo herido en la fase final de la misma, más que con su propio hermano. Como buscando en la soledad de la naturaleza en la que cabalga, una relación cercana de amistad, que no logra afianzar con su propia sangre, más allá de que su amor por la familia y su fidelidad a ella esté por encima de todo.
En la frontera, en mi opinión, me ha sido más difícil de afrontar que la anterior Todos los hermosos caballos y, sin embargo, al terminarla, la huella imperecedera de su lectura, de la narrativa de Cormac McCarthy, se mantiene en el cerebro de quien ha compartido sudores, tormentas, largas cabalgadas y no pocas desgracias con Billy y Boyd. No cabe duda de que creo conveniente dejar un periodo de cuarentena antes de adentrarme en otra de sus novelas, en mi caso, la tercera de la trilogía, pero sin duda, volveré de nuevo a él. Su lectura crea adicción.
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