Con retraso, con mucho retraso, llega esta película que hoy reseño a la cartelera española. Representó al cine alemán en el Festival de San Sebastián del año 2017 y hasta septiembre de este año no ha podido disfrutarse por el gran público. Viene avalada por un premio a la mejor fotografía y estupendas críticas recibidas a nivela nacional e internacional. El film nos sitúa a finales de la 2ª Guerra Mundial en Alemania. El ejército alemán huye en desbandada y se producen gran número de deserciones y actos de rapiña en territorio germano. El ejercicio de la disciplina raya la crueldad. Producto de ello, un joven cabo, en su huida de unidad a la que pertenece, encuentra un vehículo abandonado con un uniforme de capitán. A partir del momento en que el joven se enfunda en su nueva piel de oficial, se creará a su alrededor un micro universo de abusos, tiranía, locura y crueldad, en el escenario de una Alemania caída en la debacle de la derrota y la propia pérdida de conciencia y humanidad.
Porque esta es una película que muestra al espectador lo que la rutina y la necesidad instrumentada por el mal y la injusticia puede provocar en la humanidad. El desgaste de un régimen y una guerra, marcan sin remedio el nacimiento de la bestia originada en el campo devastado de un ejército que se debate entre la rebeldía, el pillaje y la ejecución sumaria originada en el ideario más cruel y inmisericorde. Los protagonistas, simples piezas sin importancia en el conjunto y complejo engranaje de la supuesta gran Alemania de Hitler, heredan en su pequeño y más cercano universo la impronta presencia de la imposición de la "injusticia" del más fuerte y cruel, la que da el poder de decidir sobre la vida y la muerte del prójimo. La guerra y sus consecuencias, el poder del uniforme y las siglas, utilizados como excusa para defender un ideario y un país, terminan por generar un infierno de sangre, dolor y odio gratuito, destapando lo más sucio, desalmado y cruel del ser humano. En esencia, esto es lo que define este film, y lo hace sin trampas ni velos que disimulen los hechos que, por medio de un uniforme y voluntad, convirtieron a un muchacho aterrado y perdido, en un desalmado ser humano.
Pero el film tiene más atractivos, más allá de pintar un terrible cuadro sobre la pérdida de la humanidad y el proceso de conversión de la inocencia a la más pura maldad. El director Robert Schwentke, artífice de no pocas producciones americanas dirigidas al más puro entretenimiento, como son algunas entregas de la serie "Divergente" o la película "Red", se deshace del efectismo artificioso empleado en ellas, para construir un cuadro en blanco y negro, basado en una gran fotografía, largos planos y la interpretación gestual y plena de los actores alemanes protagonistas. La cámara deambula, en un elaborado camino de ida y vuelta, entre el entorno de los paisajes solitarios y yermos de la Alemania castigada por la guerra, la presencia del recóndito campo de concentración de la SA y las caras, gestos y conversaciones cercanas a la locura de los oficiales y soldados enfrascados en sus locas cavilaciones mesiánicas. Y lo hace a la perfección, insuflando a la historia transmitida en la pantalla la frialdad precisa, como para dejar al espectador con una triste y terrible sensación, remarcada con un trascendente epílogo planteado en los títulos de crédito, que nos alerta del peligro de caer de nuevo, años después, en los errores y fatalidades del pasado, en nuestra desorientada sociedad de hoy en día.