Hace años, allá por el año 1991, se estrenó una película dirigida por Alain Cornau, titulada en su versión original, Tous le matins du monde. Yo, ya por entonces era un joven aficionado a la música clásica y, más aún, a la música barroca. Aquella película marcó en gran manera una afición que a lo largo de los años he intentado cultivar lo más posible. Dicho film cuenta parte de la vida del maestro y compositor de viola de gamba, monsier de Saint Colombe, un hombre humilde, solitario y gran especialista en aquel instrumento que sonaba tan parecido a la voz humana. Pues bien, el guion de esta hermosa y triste película está basada en novela corta escrita por Pascal Quignard, reputado y profundamente humanista escritor francés, cuya obra de la que aquí hablamos encumbró hasta la actualidad su carrera literaria. Hasta aquí lo dicho, debo reconocer, con cierta vergüenza y arrobo, que hasta hace escasamente unos meses no había leído el texto del que paso a hablar en las siguientes líneas. Por un lado, me arrepiento de mi falta, pero por otro, me alegro de haber disfrutado ahora y no antes, de un texto del que he disfrutado leyendo sobremanera en su profunda, sentida y delicada manera de narrar. Podría definir este libro como, simplemente, una bellísima historia de amor, pérdida, humanidad y musicalidad vital.
Año 1650. el maestro Saint Colombe pierde a su esposa debido a una grave enfermedad y se recluye en su casa para vivir una existencia de soledad, humildad y luto, a cargo de sus dos hijas, subsistiendo a base de dar clases de viola de gamba a una serie de pupilos. Su conocimiento del instrumento, sus obras y los avances técnicos y de pulsión, llega a oídos de la corte, desde donde intentan, sin lograrlo, atraer su música al París de Luis XIV. Un joven, hijo de zapatero y aprendiz avanzado del instrumento, aparece en la casa del maestro para optar a ser su discípulo. A partir de ese momento comenzará una relación especial de este joven llamado Marin Marais y una de las hijas del maestro. La ambición del discípulo chocará con la humildad del maestro de manera llamativa y marcará su existencia, paralelamente al recurrente recuerdo de la esposa perdida y la relación amorosa entre los jóvenes caídos en una atracción física incontrolable.
Pascal Quinard, transmite a lo largo de esta pequeña gran novela, algunos componentes inseparables del ser humano e inevitablemente unidos al amor por la música, como elemento trascendente de sentimientos vitales en la vida de Saint Colombe. Mientras que sus obras están inspiradas por y para transmitir sus propios sentimientos de pérdida, avocados de una manera metafórica a las visiones que experimenta de aquella mujer amada y perdida, el fin como músico, del discípulo Marin Marais, se cimienta en lo físico y la ambición personal de quien se ha prometido ser el mejor y conseguir lo que busca. Esta propuesta del joven compositor se ve reflejada en su relación con la hija del maestro, una relación sexual muy física, acometida en un afán de conquista por parte de quien desea llegar a la perfección y a las altas cumbres de la corte francesa. Esta contundente distancia entre ambos extremos personalizados en ambos hombres, condensa con una narrativa leve, directa y contenida, pero profundamente humana, la historia que desarrolla Quignard.
Su conocimiento musical de la época y las composiciones de la viola de gamba, nutre de musicalidad y sentido a todo lo que rodea aquella humilde cabaña donde Saint Colombe transcurre su vida de luto y espejismos tras la muerte de su esposa. Ante sus ojos pasa esa ambición sexual y musical de Marin Marais, hasta el advenimiento de su muerte, una muerte y una ambición que tendrán sus consecuencias en la vida de la hija mayor, testigo y parte de ese conflicto vital, en el que la perfección de las composiciones de su padre y el amor inmortal de éste con su esposa, desbordan con plenitud, belleza y dramatismo sonoro, los deseos y ambiciones conseguidas por quien logró llegar a ser maestro y compositor en la corte más famosa de aquel siglo en Francia. Los extremos se terminan por unir de manera dramática al final de un libro absolutamente delicioso y profundamente humano, en cuanto a cómo describe el autor, el amor absoluto de quien con su música y sin ningún tipo de ambición, logró la más bella perfección. La condensación de su texto potencia los sentimientos transmitidos de una manera que asombra al lector, por su humanidad y capacidad de reunir en un instrumento y en un hombre, Saint Colombe, el amor por su esposa y el amor por su música, hasta niveles casi místicos. Qué delicia.
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