No descubro nada a nadie si confieso que soy un gran admirador de la obra y el ingenio de Wes Anderson y no son pocas las películas que tengo reseñadas en mi blog. Pues bien, como no podía ser menos, en cuanto se estrenó su última película acudí, como no, a verla en pantalla grande, la manera más directa y realista de ver sus creaciones. Me refiero a La trama fenicia, protagonizada por un omnipresente y muy convincente Benicio del Toro, acompañado de la habitual pléyade de actores y actrices que no se piensan ni un minuto acudir a la llamada del director estadounidense.
En este caso la trama gira alrededor de Zsa Zsa Korda, un empresario capitalista y crápula, localizado en los EEUU de los años 50, dotado de un instinto agresivo y déspota que si bien le ha hecho rico, también le ha generado no pocos enemigos hasta el punto de sufrir varios atentados. En su último mastodóntico proyecto industrial, un grupo contrario a sus intereses pretende dinamitar sus sueños y rescindir los contratos acordados para llevarlo a buen término. En vistas de ello, se embarcará en un viaje por todo el país para revertir la situación, acompañado de una de sus hijas, quien se encuentra a punto de decir sus votos para ser monja. Mientras intenta reconstruir una inexistente relación paterno filial, y comienza su personal odisea para evitar ver hundido su plan estratégico e industrial, se muestra al espectador la dura realidad de su personalidad cruel, vendida al dinero y al poder, al precio que haga falta.
Para esta ocasión, Wes Anderson, ha localizado la filmación de la película en los históricos estudios alemanes de Badelsberg. Además, en esta ocasión, ha cambiado de director de fotografía, filmando con el francés Bruno Delbonnel. En cuanto a lo demás, como siempre, Wes dirige, produce y guioniza su film como suele ser habitual en él, dotándole de una libertad de la que pocos directores pueden gozar actualmente. En esta ocasión, de nuevo deslumbra con sus escenarios, vestuario, encuadres de cámara, paletas de color y ambientaciones, siempre perfectas, calibradas y ajustadas a la historia que pretende contar. Por ejemplo, la escena inicial con una mirada desde el techo del baño del protagonista, es prodigiosa. Sin embargo, la historia contada, en esta ocasión, a mi no me terminado de atrapar, quizás por ese perfil mercantilista y financiero que constantemente nos transmitía el protagonista en su afán por lograr llevar adelante su proyecto industrial, en base a su único deseo de ser un hombre poderoso y enriquecido hasta la saciedad, jugándose no solo el tipo, ya objetivo habitual de sus enemigos, sino también su dinero.
Conforme avanza la trama y el viaje dividido en las etapas que nos presenta su inversión y sus socios en el proyecto, esta historia empresarial deja espacio para que el director también se ocupe de temas más transcendentales como la familia o la religión, inherentes a la trama personificada en los personajes de Benicio del Toro y una, para mí sosísima, Mia Threappelton. Por lo demás, y menos mal, aparecen alrededor del protagonista otros peones más interesantes y ricos en matices, como el deslumbrante notario noruego, interpretado por un deslumbrante Michael Cera, en el papel más redondo y con más matices del film. Como siempre, otras estrellas tienen hueco en el metraje y los escenarios de La trama fenicia como es el caso de unos divertidísimos Tom Hanks y Bryan Cranston, y las ya habituales colaboraciones de Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Rupert Friend, Jeffrey Wright y unos cuantos más.
Lo dicho. Como siempre es un placer acudir al cine para ver una peli de Wes Anderson, a quien se le quiere por su definición del cine, su estética y su personal manera de contar las historias. A mí personalmente no me aburre nunca ni me canso de su estilo, por lo que en este aspecto no tengo ningún problema con sus producciones, Otra cosa es que uno conecte o no con los guiones y las tramas presentadas, más allá de la imagen que proyecta en al pantalla, que siempre es maravillosa y perfecta en su belleza propia. Y es cierto que en esta ocasión la trama contada no me ha llegado a interesar ni un minuto, despistándome continuamente en las intenciones y los proyectos del protagonista, magnífico encarnado por Benicio del Toro, y la para mí, inoperante ante la cámara, Mia Threappelton. Lástima, otra vez será, pero con todo, adoro el universo creado por Anderson, en su propia y perfecta perfección, valga la redundancia, y volveré con ilusión a disfrutar, seguro, de su próximo proyecto.
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