Webs Favoritas

lunes, 1 de julio de 2024

"Los amos del aire. La historia de los aviadores que golpearon el corazón de la Alemania nazi" - Donald L. Miller

Un comandante de las fuerzas aéreas estadounidenses es enviado a un campo base de bombarderos B-17 en Inglaterra para suplir al jefe de grupo debido a la falta de moral dado el gran número de bajas sufridas en los cielos de Alemania. Este es el argumento de Almas en la hoguera, película del director de cine Henry King estrenada en 1949 e interpretada por el gran Gregory Peck. En ella se muestra la dura realidad de aquellos jóvenes aviadores, técnicos de vuelo y artilleros, que desde el año 1942 vuelan desde las bases situadas al este de Inglaterra, con la misión de bombardear objetivos alemanes localizados en los territorios ocupados más cercanos a las Islas Británicas y, más tarde, en la propia Alemania. 

Las indecisiones y equivocaciones en la toma de decisiones de sus mandos, la imperiosa necesidad de llevar el frente de guerra al continente, la dura defensa presentada por la Luftwaffe y la artillería antiaérea nazi, el inicialmente limitado radio de acción de los cazas escolta aliados y la extrema complejidad de sus misiones y objetivos a alcanzar, son algunas de las circunstancias que provocan que la 8ª Fuerza Estadounidense sumen más de 26.000 fallecidos en combate, más que las bajas sufridas por el Cuerpo de Marines en el Pacífico. Donald L. Miller, catedrático emérito de la Facultad de Historia del Lafayette College, desarrolla a lo largo de más de setecientas páginas, este ensayo publicado en la editorial Desperta Ferro Ediciones, sustentado en un profundo y promenorizado estudio en el que el autor recopila documentos y archivos oficiales, libros, testimonios y memorias, además de entrevistar a más de doscientas cincuenta personas relacionadas con aquel titánico esfuerzo por derrotar a la Alemania nazi.

Miller estructura su libro en base al orden temporal de intervención en la guerra de la 8ª Fuerza Aérea, desde la caótica llegada de los primeros bombarderos a las Islas Británicas, hasta el traslado en 1945 de pilotos y aviones al frente del Pacífico. En estos años en los que se realiza un gran esfuerzo bélico y humano, las estrategias y tácticas, el volumen de los medios utilizados, la tecnología utilizada, la situación de la moral, el empuje, la disciplina y la apuesta humana realizada, sufren una evolución paralela al desarrollo de la guerra en la Europa Occidental. Además, el autor se interesa por incluir otros factores más mundanos y humanos que caracterizan y acompañan la implantación de aquella inmensa Fuerza Aérea en Inglaterra y sus consecuencias en la guerra. Estos dos aparatos narrativos corren en paralelo a lo largo y ancho del libro. 

Las primeras misiones de los bombarderos en Europa están marcadas por dos factores muy importantes. Por un lado, el enfrentamiento generado entre los mandos estadounidenses por aplicar a este instrumento bélico una visión estratégica o táctica. Esto define el tipo de misiones realizadas a través de los años, en la búsqueda de objetivos más o menos localizados, en su misión de provocar al enemigo el mayor número de bajas y herirlo de muerte en su esfuerzo bélico, industrial y tecnológico. Por otro lado, hasta casi mediados del año 1944, el sacrificio ofrecido por los bombarderos en sus acciones resulta casi inimaginable, llegando a niveles de bajas hasta entonces insospechados. Los objetivos militares delimitados en las misiones están íntimamente relacionados con el factor diurno de sus ataques, la capacidad de sus cazas en protegerles durante el vuelo, la cantidad de aviones utilizados y la complejidad de los objetivos elegidos. Estos factores desequilibran, en contra de los estadounidenses, la eficiencia de sus ataques y los resultados obtenidos, hasta antes de iniciar la Operación Overlord. Y de esto tienen mucha culpa los mandos estadounidenses. Mandos que, por ejemplo, siguen enviando como cebo a cientos de bombarderos sobre Alemania, desde finales de 1943, a sabiendas de su inferioridad, con el afán, entre otras razones, de agotar y destruir la fuerza de cazas nazi, con el fin de limpiar los cielos de Europa para cuando se produjera el deseado desembarco de junio de 1944.

Tal y como explica Miller, las órdenes enviadas a los grupos de bombarderos no están delimitadas por las potenciales bajas sufridas ni por la influencia en el ánimo de sus tripulantes, sino más bien, en las necesidades estratégicas y, más adelante, tácticas, implementadas en la guerra, y siempre dependientes de las decisiones tomadas, a veces al capricho de los altos mandos. Los iniciales ataques a las bases de submarinos alemanes, los raids dirigidos en profundidad contra territorio enemigo, muchas veces objetivos localizados demasiado lejos de sus bases, la decisión de atacar lugares considerados equivocadamente básicos para la economía alemana, o el uso de grandes cantidades de bombarderos en los ataques diurnos sobre Alemania, a pesar de las dificultades provocadas por las defensas aéreas y antiaéreas, tienen más que ver con la apuesta de los mandos por corroborar sus propias decisiones que por la oportunidad o los beneficios reales de tales ataques. 

La presión de la URSS por que los aliados abran un nuevo frente, la necesidad de destruir y agotar los recursos de la Luftwaffe, la falta de visión en la necesidad de construir un caza de larga distancia de vuelo, cierta competencia con el mando aéreo británico y la errónea selección de objetivos, casi siempre demasiado lejanos, llevan al sacrificio de unos jóvenes estadounidenses que, en equipos de diez, tripulan solos en la inmensidad de los cielos, con poca o nula capacidad de defensa ante los ataques frontales y veloces de los caza alemanes y bajo la tempestad del fuego antiaéreo. Otros factores son analizados en el libro, tan interesantes y a veces desconocidos como el bombardeo de ciudades alemanas la final de la contienda, la decisiones tomadas al respecto de no bombardear los campos de concentración nazis, la problemática relación con Suiza y los pilotos aliados allí refugiados, la aparición de las bombas V1, V2 y de los cazas a reacción alemanes, los suicidas ataques a las zonas petrolíferas rumanas, o la compleja relación entre algunos mandos estadounidenses. Todo ello como muestra de los candentes temas que, de manera analítica, se integran en esta obra y su intención por no dejar de afrontar ni un detalle de la intervención de la 8ª Fuerza en el frente occidental europeo.

Pero como comentaba más atrás, además de mostrar un incesante esfuerzo por analizar los factores bélicos implicados, Miller se vuelca en revivir y profundizar en la vida más cercana y personal de aquellos combatientes. Desde la llegada de los grupos de ingenieros que transforman la campiña inglesa en un basto portaaviones lleno de bombarderos B-17 y B-24 y sus cazas de escolta, pasando por la construcción de campamentos, la implicación de los tripulantes con la población inglesa, tanto rural en los pueblos cercanos a las bases como en sus salidas a Londres, o incluso la convivencia y supervivencia en los campos de concentración donde se acinan los tripulantes abatidos, forman parte de este heterogéneo y profundo estudio. La presión soportada en aquellos inmensos cielos, pero pequeños en espacio vital dentro de los bombarderos provoca diferentes reacciones entre los aviadores. Miller desgrana los graves problemas de salud mental y físicos relacionados con las misiones realizadas. El frío, la congelación, la falta de oxígeno, se suman a las graves heridas sufridas en combate, generando una inmensa necesidad de esfuerzos sanitarios y psicológicos para apoyar a las tripulaciones, escasamente preparadas para ese tipo de guerra aérea. Los traumas generados y, posteriormente, la baja moral derivada del gran número de pérdidas recibidas, pesan en demasía. La sola delimitación de un número de misiones para finalizar su destino en los bombarderos implica un esfuerzo denodado por alcanzar la iniciales veinticinco salidas de los bombarderos y regresar a casa. Recordemos de paso, la estimable película Memphis Bell, dirigida por Michael Caton-Jones, dedicada a la tripulación de un bombardero B-17, en su última misión antes de regresar a casa.

Todos estos temas y muchos más, forman parte de este completísimo y entretenido compendio de valentía, heroicidad, errores estratégicos, terror y muerte, que acontecen alrededor de la presencia de la 8ª Fuerza aérea Estadounidense entre 1942 y 1945. En definitiva, un notable esfuerzo por homenajear a aquellos jóvenes que luchan y fallecen sobre los cielos de Europa, acompañado de un análisis, en algunos momentos, profundamente crítico, sobre las estrategias decididas por unos mandos que, en no pocas ocasiones, no piensan ni en los propios tripulantes de los bombarderos, ni tampoco en la población civil alemana. En definitiva, un trabajo muy recomendable, por su fondo y forma. Tanto, que Spielberg y Hanks, en la línea de sus anteriores proyectos de producción televisiva realizados con las miniseries Hermanos de sangre y The Pacific, han tomado este libro como base argumental para cerrar la trilogía basada en la participación estadounidense en la 2ª Guerra Mundial, en una nueva producción estrenada en la plataforma de Apple TV. Lástima que el resultado no hay sido tan excelso, ni de lejos, como el del libro aquí reseñado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si comentas, aceptas la política de privacidad. Únicamente utilizaré tu correo para los comentarios. No lo almacenaré ni lo usaré para nada más.