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lunes, 20 de mayo de 2024

"Los últimos días del Imperio otomano" - Ryan Gingeras

 

El 30 de octubre de 1918, el Imperio otomano, uno de los miembros del bloque de las llamadas Potencias Centrales en la Primera Guerra Mundial, firmó el armisticio en su derrota ante los miembros de la Alianza. Sin embargo, los otomanos, un conjunto de nacionalidades y religiones aunada bajo la figura del sultán de turno, no daban por disuelto su país, sin percibir que se adentraban en una revolución que cambiaría drásticamente aquel imperio y su manera de mirar hacia su pasado, en vistas a un futuro drásticamente diferente. Una vez derrotados en los campos de batalla, comenzaba una compleja negociación con los dirigentes Aliados, mientras el dominio administrativo y político del CUP, denominado también como los Jóvenes Turcos, iba decayendo ante la intervención de contingentes de ocupación. Sin embargo, la caída del Imperio otomano todavía tendría que pasar por casi cuatro años de guerras, masacres, limpiezas étnicas y de religión, nacionalismos y el definitivo renacimiento de un espíritu nacional que lo convertiría en la nueva República Turca.

Ryan Gingeras, profesor del Departamento de Asuntos de Seguridad Nacional de la Escuela Naval de California, afronta en este libro aquellos años de transformación y renacimiento de un país, mediante una narración detallada y analítica de una historia tan épica como desgarradora, que no solo vio nacer a una Turquía moderna, sino que también  dio pie a una serie de situaciones geopolíticas que aún retumban en la actualidad. Para comenzar, el autor de este ensayo indica que a finales de 1918 todavía no se consideraba inevitable caída del Imperio otomano. A pesar de las graves pérdidas de territorio, desde las Guerras de los Balcanes previas a la IGM y las posteriores de Tracia, Siria, Irak y Arabia, entre otras, los fundamentos principales del Imperio persistieron inicialmente bajo la sombra del sultán y la implicación de las diferentes etnias y religiones que habitaban el país. 

Gingeras pone el foco en primer plano sobre los hechos acaecidos en los últimos años del Imperio, que se adentran hasta 1922, con las implicaciones bélicas y diplomáticas de Gran Bretaña, Francia, Grecia o Rusia, y los graves conflictos mantenidos con otros actores más cercanos e implicados en feroces enfrentamientos, como es el caso de los armenios, kurdos y árabes. La caída del Imperio, además, implicó una serie de oleadas de violencia que acabaron con la presencia cristiana y repercutió gravemente en el futuro de otros pueblos y estados más allá de sus fronteras. Todo el conjunto de estas circunstancias necesitan ser insufladas de una nueva visión que se adentre en aquella mayúscula crisis, insuflando un análisis más crítico, de un periodo especialmente oscuro en la historia del primer cuarto del siglo XX. Porque entre los años 1918 y 1922 no solo caería la dinastía otomana, sino que se materializó la desaparición de un Imperio multinacional, dando lugar al nacimiento de una serie de Estados-Nación definidos por criterios étnicos, mientras el nuevo estado Turco consolidaba territorialmente su mayoría turca, con toda la problemática que deviene de ese novedoso término. Esto implicó dolorosos y traumáticos años, acompañados de lo que denomina Gingeras, como una violencia apocalíptica. Aquellos años provocaron la destrucción de culturas y comunidades, por lo que el autor se preocupa de que la historia no olvide, por igual y de forma inclusiva, a turcos, griegos, armenios, árabes y kurdos.

El libro comienza con la entrada del Imperio otomano en el siglo XX. En esta fase se suceden una serie de eventos que marcaron los años de siguientes. Las guerras nacionalistas de independencia dentro del Imperio, la grave crisis de unas políticas nacionales fracasadas en su afán integrador, elevando posteriormente al poder a los Jóvenes Turcos, el comienzo de las persecuciones étnicas y religiosas, y la posterior entrada en la IGM, con el afán de apostar no solo por quienes más invirtieron en el país, particularmente Alemania, sino por los países que menos aspiraciones territoriales podían tener en cuanto al territorio otomano, fueron desencadenantes de la caída final.  Tras la derrota en la Gran Guerra, el sultanato, pese a resistir contra viento y marea, da visos de desconcierto, especialmente tras la caída de la los Jóvenes Turcos. Era la hora de medirse a los Aliados por la distribución de territorios perdidos y la grave problemática interna ante las revolucionarias pretensiones internas y nacionalistas. Dio comienzo la Guerra Greco-Turca de la mano del general Venizelos, mientras Siria e Irak, el Cáucaso y Tracia, van mostrando a Estambul la complejidad de una situación prácticamente insalvable. Es aquí cuando miembros de los Jóvenes Turcos viran hacia un perfil más nacionalista, con vistas a presentar un frente común turco, enfilado hacia la capitalidad de  la ciudad de Ankara y el liderazgo de Mustafá Kemal, quien marcará el futuro del país, un futuro construido a base de sangre, violencia, masacres y dolorosos sacrificios.

Esto implicó un momento decisivo hacia la búsqueda de una voluntad nacional, nacida de los combates empeñados contra propios y extraños, contra los movimientos antinacionalistas y los países extranjeros invasores. El Movimiento Nacional se ve comprometido cuando los griegos llegaron a las puertas de Ankara, pero a pesar de las derrotas y la pérdida de la influencia en el destino de los territorios árabes, la última marea nacionalista, tal y como indica Ryan Gingeras, se impone a revoluciones internas y a la desmembración de Anatolia, sacrificando otros frentes y el propio Imperio, provocando el derrocamiento del sultanato, pero apostando por un nuevo tipo de turco, un Estado moderno, una república joven en base a una transformación total del país. El autor termina enganchando aquel traumático periodo histórico con la presencia de Erdogan, actual presidente del país, y su interpretación de aquel pasado y su mirada geopolítica hacia una Gran Turquía, quien no duda, sorprendentemente, en abrazar el glorioso pasado otomano, en un requiebro buscado para alcanzar nuevas glorias y un espacio diplomático primordial en el mundo actual.

 


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