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lunes, 1 de abril de 2024

"Tres minutos. Sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak" - Ismaíl Kadaré

 

Una tarde de junio del año 1934, suena el teléfono en un apartamento de la calle Volkonska de Moscú. Es el domicilio del escritor Boris Pasternak, quien escribiría en 1957 la novela Doctor Zhivago y recibiría, un año después, el Premio Nobel de Literatura. La llamada proviene del Kremlin, y al teléfono se encuentra el propio Josef Stalin. Dicen que la llamada duró apenas tres minutos y que el dirigente soviético preguntó por el poeta y amigo de Pasternak, Ósip Mandelstam. Al parecer Stalin había dado la orden de detener al poeta por un poema de su autoría en el que se nombraba Stalin como el montañés del Kremlin. 

El escritor albanés Ismaíl Kadaré, emprende una análisis histórico y casi detectivesco, sobre las diferentes versiones que circularon por Moscú en referencia al misterioso contenido de aquella corta pero significativa conversación telefónica. Hasta trece versiones existen de la misma, en base a los testigos. algunos de primera mano que dicen que estaban presentes durante la misma y aquellos otros que, en una frecuente rumorología entre el cotilleo y los secretos de Estado, presentan su versión de los hechos, sin titubeo alguno. Familiares, amantes, conocidos, amigos y extraños, muestran una serie de propuestas en numerosas entrevistas y memorias, recopiladas por diversos autores a lo largo de la historia, de aquella conflictiva conversación, relacionada directa o indirectamente con la sentencia de muerte de Mandelstam, y el posterior exilio voluntario, de un odiado y apestado Pasternak.

Sin embargo, a pesar de su corta extensión, apenas ciento cincuenta páginas,  el libro que hoy reseño, analiza no solo aquel hecho del que tanta tinta se ha derramado a lo largo de los años, sino también la precaria situación que sufrió la cultura, especialmente la literatura, y por ende, los escritores, en un país como la Unión Soviética. La censura, el conservadurismo comunista y la fina piel de su líder supremo, se muestran sin tapujos ante el lector, mientras el autor nos sumerge en cada uno de las trece propuestas que se presentan sobre aquella corta conversación, en un sin fin de interpretaciones, juego de palabras y elucubraciones malintencionadas, que marcaron no solo el destino de Mandelstam, sino también la compleja situación en la URSS de un Pasternak incomprendido. Bien es verdad que el primero murió cuatro años después torturado y asesinado, y el segundo falleció en 1960 autoexiliado en su propio país en una dacha lejana, pero ambos estuvieron involuntariamente implicados en aquella indeseada conversación que marcó el destino de uno y la imagen y degradación social y política del otro.

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