Paso a reseñar la tercera entrega cinematográfica en las que el director y actor Kenneth Branagh homenajea al detective Hércules Poirot, ese personaje universal creado por la escritora Agatha Christie. Si bien en las dos anteriores propuestas estrenadas en 2017 y 2022, las producciones estuvieron enfocadas en dos de las novelas más conocidas de la novelista británica, Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo, ambas, versionadas anteriormente con gran éxito, en esta ocasión le toca a una novela mucho menos conocida para el público en general. Me refiero a Las manzanas, novela que Branagh ha trasladado desde la campiña inglesa a la bella Venecia, y que era uno de los libros favoritos de su madre, como bien puede comprobarse en una de las escenas de su premiada película Belfast.
Al comenzar el film, encontramos a un Poirot retirado en Venecia tras la 2ª Guerra Mundial, evitando atender la inmensidad de casos que le llegan. Sin embargo, un día acude a visitarle su amiga la escritora Ariadne Oliver, quien le invita a una fiesta de Halloween y una sesión de espiritismo. El palacio donde se realiza el encuentro pertenece a una célebre cantante de ópera, quien perdió en extrañas circunstancias, a su hija adolescente. La persona que dirigirá la sesión es una famosa vidente con un accidentado pasado con la ley. Poirot acude con su habitual escepticismo como bandera, hasta que se produce un inexplicable crimen durante la velada.
En esta ocasión, Poirot, no solo tiene que enfrentarse a la resolución de un asesinato y al desenmascaramiento de su autor o autora, sino que además, en enfrenta con una serie de situaciones extrañas que le llevan a plantearse la existencia de lo sobrenatural. Su premisa, como bien apunta en una escena de la película, es dudar del mismo Dios y de esas entidades fantasmagóricas con las que la médium y no pocas personas pretenden comunicarse. Es más, mientras la trama avanza, nuestro detective se adentra en una serie de conversaciones y situaciones en las que analiza lo que piensa sobre la misteriosa creencia en espíritus, el más allá y los fantasmas, de manera muy relacionada con la actualidad de una Europa masacrada tras dos guerras y las desgracias sufridas tras el nazismo. Esto aporta un plus interesante a la investigación, a la que suma más suspense e incluso algunas escenas cercanas a las clásicas películas de apariciones. Por lo demás, como es habitual, Poirot alardea de su instinto a la hora de investigar a todos los presentes que se encuentran en el lugar del crimen, realizando los consabidos interrogatorios donde su agudeza funciona al ciento por cien.
Pero además, tengo que puntualizar que nos encontramos ante una película técnicamente sobresaliente. Branagh demuestra un absoluto dominio de la cámara, mostrando un gran surtido de planos y objetivos. Grandes angulares, primeros planos y contra planos, encuadres inclinados y otros perfectamente encuadrados, movimientos de cámara y mucho más, ofrecen al espectador multitud de puntos de vista con los que observar e introducirse en todo lo que sucede a lo largo y ancho, minuto a minuto, en el palacio. Esto aporta agilidad, potencia las situaciones de suspense, misterio y algún que otro susto y, sobre todo, demuestra la variedad de recursos del director, en un afán, en ocasiones, por homenajear a clásicos del terror, en los que las casas encantadas han sido las máximas protagonistas. A esto se suma una tensa partitura compuesta por Hildur Guonadóttir y una excelsa fotografía en las tomas interiores y exteriores, mostrando una Venecia que va desde el deslumbramiento y colorido de una de las ciudades más bellas del mundo y la oscuridad de los canales bajo una gran tormenta, que no podía faltar en toda clásica película con cierto aire fantasmagórico.
Para terminar, comentar que, así como las dos anteriores entregas venían acompañadas de un gran elenco de estrellas de cine, en esta ocasión, Branagh presenta la participación de actores y actrices, digamos, de segundo nivel que, sin embargo, logran salir airosos, con nota alta, de la apuesta propuesta por su director. Todos los intérpretes cumplen bien con sus papeles, en una película en la que la forma y el fondo, la ambientación y el guion, resultan muy bien equilibrados, resaltando, como no, el protagonista por antonomasia, el propio Hércules Poirot. No me equivoco en absoluto al asegurar que estamos ante la mejor de las tres entregas hasta ahora dirigidas por el actor y director británico, quien se ha hecho con el personaje por derecho propio y con gran acierto.
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