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jueves, 9 de marzo de 2023

"Almas en pena en Inisherin"

 

Arropada por un buen número de premios y críticas excelentes, la última película dirigida por el director Martin McConagh se encontraba desde hace tiempo en mi lista de pendientes y ya puedo decir que he podido degustarla, generándome impresiones contradictorias que a lo largo de esta reseña pasaré a comentar.
Dos buenos amigos, interpretados por Brendan Gleeson y Colin Farrell, junto con una exigua población, conviven en una pequeña isla de la costa irlandesa. Nos encontramos en el año 1923, en plena guerra civil, referenciada a lo largo del film por los comentarios sugeridos en algunos diálogos entre los personajes, además de mostrarse por medio de algunas huellas visibles, pero lejanas en el horizonte de la que llaman Isla Grande y que no pueden dejar de ser atendidas por quienes ven desde lejos lo que sucede en su querido país. Un día, sin más explicación, uno de los amigos deja de hablar con el otro. A partir de este momento esta decisión provoca una serie de situaciones que, conforme pasan los días, se convierte en una escalada compleja y a veces indescifrable de actos protagonizados por ambos amigos.
En base a esta aparentemente sencilla trama, el director se adentra con profundidad en el significado de la amistad en una población pequeña y situada lejos del mundanal ruido. A esta amistad se unen ideas y conceptos relativos a la soledad, el amor, la cultura y la falta de ella, la dependencia, la falta de miras en la vida, la incomunicación o la falta de capacidad de comunicar, e incluso los ecos de una guerra entre hermanos. Todo ello se mezcla con cierto acierto y sin dejar puntada a la casualidad, con el fin de transportar al espectador, en un juego de diálogos y monólogos, a la concreta y sorprendente falta de entendimiento e empatía que se desde la decisión tomada por uno de ellos se sucede alrededor de los protagonistas. Todo ello termina por forzar ciertos acontecimientos impredecibles en un inicio. McConagh, en su juego habitual de apuesta por el humor negro y caustico, deambula entre lo aparentemente insustancial y lo humanamente primordial, especialmente en referencia a los sentimientos, para crear una compleja cinta en la que mete el dedo en la llaga en todo lo que deriva de las relaciones humanas primarias y sus consecuencias.
Sin embargo y a mi pesar, no he conseguido entrar en el juego que plantea la película. Ese ir y venir monótono entre las casas de los protagonistas y el pub solitario de la isla, esas miradas aciagas y perdidas ante los sentimientos adoptados por ambos personajes, ese deambular en un enroque de búsqueda del porqué de la actitud de uno y la respuesta indecisa y perdida de otro... todo ello me ha producido cierto tedio. El vehículo utilizado por el director esta lleno de bellos encuadres de los personajes y perfectos planos, adornados estratégicamente por paisajes tan fascinantes como solitarios. Su fotografía es lo mejor de la película. En este caso la película es perfecta y, sin embargo, a pesar de unas actuaciones interesantes, no consigue transmitirme casi nada emocionalmente, más allá de alguna que otra sorpresa, quizás llevada al extremo con cierto aire pretencioso. Los actores funcionan bien en general, aunque he de decir, sin morderme la lengua, que Farrell no me parece que proponga una actuación tan destacable como indican premios y críticas, es más, me traslada poco su mirada vacía y su sempiterna cara de abobado, con perdón.
Creo reconocer lo que el director quiere compartir en su película. Creo que funciona como mero cuento o metáfora formal de un fin más profundo. Veo una dirección exquisita técnicamente hablando y unas interpretaciones, en general, interesantes, así como lo acertado del momento en el que se sitúa la peli, creando un paralelismo, creo buscado, entre la guerra en esa Irlanda tan cercana pero tan lejana a la vez y la crisis en la amistad entre los dos amigos protagonistas llevada al extremo. Sin embargo, repito que no he logrado entrar en la película y ello me lleva a ser más crítico con ella. Es más, en algunos tramos se me hizo incluso algo pesada y monótona y no consiguió que afloraran mis sentimientos más profundos. Todo me pareció tan extremo, repito, que no me lo he llegado a creer. Quizás ese haya sido mi problema. 


 



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