Helena Attlee es especialista en historia cultural de los jardines, especialmente los situados en Italia, donde ha trabajado durante treinta años. En el año 2017 y de la mano de la editorial Acantilado, publicó en nuestro país un exquisito y delicioso ensayo dedicado al cultivo de los cítricos en Italia. A primera vista pudiera parecer que nos enfrentamos a un mero trabajo técnico de pomología, sus familias, formas de cultivo y otras características, poco mundanas y posiblemente, especialmente áridas. Sin embargo, la autora nos lleva de viaje a lo largo y ancho de Sicilia y la Península Itálica, en la búsqueda de los lugares en los que, históricamente hablando, se han producido los mejores cítricos del país. Y digo históricamente hablando, porque además de ofrecernos una serie de explicaciones las características de su delicado cultivo y la selección de los mejores árboles y sus frutos, nos enmarca en los periodos históricos en los que esta familia de frutas llegó al país italiano y fue formando a su alrededor, una cultura y un entorno social e histórico tan interesante como, en algunos casos, francamente subyugante.
Con un afán de divulgación muy acertado, Attlee realiza un viaje en el que engloba no solo las localizaciones donde se cultivaban los mejores cítricos de Italia, sino que desarrolla el esfuerzo de un buen número de empresas familiares por recuperar la esencia de un cultivo necesitado de unas características de temperatura, condiciones meteorológicas y calidad de tierra especiales, sobre todo en cuanto a algunas familias de naranjas amargas y dulces, limones, naranjas sanguinas, así como de algunas exclusivas como el chinnatto de Savona, la cidra diamante y otros especímenes dotados de entidad propia y especiales características. Mientras recorre estos lugares y explica el desarrollo de su cultivo, industria, crisis y renovación, la autora tiene la particularidad de narrarnos de manera paralela retazos de la historia de algunos lugares relacionados con algunas insignes familias de los siglos XVII y XVII, así como con la historia de la mafia siciliana, asunto éste extremadamente interesante y curioso.
Desde su introducción y primeros capítulos, en los se esmera en explicar al poco docto lector el tema que se trata, se realiza un camino nada tortuoso por explicar el modo de cultivo del limón, auténtica raíz y principio de esta familia de frutos. El capítulo en el que se cuenta la esencia de la compleja colección de limoneros de los jardines de la familia Médici de Florencia es delicioso y, como en los que le siguen, muestra la especial dificultad que presenta el cultivo de calidad de unos cítricos tan respetados y encomiados en la cocina italiana. Por demás, la autora no olvida mostrar la importancia de los aceites y esencias de estos frutos en la industria de la perfumería o el descubrimiento de la importancia del limón para combatir el escorbuto durante el siglo XVIII, hecho practicado y convertido en negocio por la Marina Real Británica. No podían faltar tampoco, la presencia de estos frutos en fiestas populares, algo parecido a nuestra tomatina española, pero a mí me da que, particularmente más peligrosa.
El protagonismo de los cítricos tiene su origen en los países asiáticos, desde donde se trajeron a Europa por distintos viajeros consumados, desembarcando en los países del entorno sur del continente. Especialmente fue el pueblo judío uno de los que antes asimilaron el producto adoptándolo en algunas de sus tradiciones religiosas. Por demás, su cultivo, más allá de la historia que apareja en el esfuerzo por desarrollar su producción y el ejercicio de su comercio, está clara la dificultad de su cultivo y desarrollo, realizado desde el sur más caluroso de Sicilia o Calabria hasta los paisajes más complejos de Liguria, Lombardía la Riviera italiana, lugares donde el invierno obliga a una atención y cuidado terriblemente complejos, difícilmente justificables en nuestra actualidad, como resulta ser el caso de algunas plantaciones en el Lago di Garda.
En definitiva, El país donde florece el limonero es un delicioso libro en el que el amor por los cítricos, la cultura y la historia que rodea todo su universo, desborda conocimiento, dedicación y no poca literatura. Francamente, me he encontrado con un libro muy bien escrito. Su autora reparte con generosidad sus conocimientos, experiencias y su capacidad de estudiar de manera global y compleja el mundo de este fruto, al que desde ahora respetaré mucho más. Desde luego es un libro muy entretenido para leer, aprender y disfrutar, tanto a nivel técnico, histórico y literario. Un gran descubrimiento.
¡Hola, Iñigo!
ResponderEliminarHas captado mi atención. Le echaré un tiento más adelante. Pues ahora tengo varios libros pendientes.
Un abrazo.
Es de las mejores lecturas de las que he disfrutado en el primer trimestre del año.
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