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jueves, 4 de marzo de 2021

"El fuego y la palabra"

Hay miles de películas que han adoptado el texto de novelas como base de sus guiones y tramas, muchas de ellas de un gran nivel literario, y que aún así, o no han sido entendidas por el director, o simplemente no han funcionado ni en las interpretaciones ni en el mensaje presentado en la obra original. Muchos factores deben cruzar sus destinos para conseguir que una gran novela consiga ser adaptada con calidad, y no pocas películas terminan naufragando en el intento. 
Elmer Gantry, obra del novelista norteamericano Sinclair Lewis, Premio Nobel en 1930, es una de esas novelas que tuvo la gracia y suerte de caer en manos de un director como Richard Brooks y un actor comprometido como Burt Lancaster. Brooks es uno de los grandes adaptadores de la literatura mundial al cine. Por sus manos han pasado obras maestras como Los hermanos Karamazov, Lord Jim, La gata sobre el tejado de Zinc, Dulce pájaro de juventud o A sangre fría, y en todas ellas ha acertado de pleno en el traslado a la pantalla y en la elección de sus protagonistas. Se nota que el mismo ha sido quien ha construido los guiones para muchas de sus producciones y, francamente, borda las adaptaciones con total seguridad y éxito. Su elección de Burt Lancaster para interpretar al protagonista de Elmer Gantry, un actor dotado de un incansable espíritu de aventura en sus personajes, fue un logro, logrando fusionar en su persona una excelente actuación junto a la increíble fuerza física que aportó al personaje ante la pantalla. Como resultado, aquel año ganó un merecidísimo Oscar a mejor actor. Pero hay muchos más factores que hacen de esta película, absolutamente imprescindible.
La trama gira al rededor de un oportunista, charlatán y borrachín hombre que viaja a lo largo de los EEUU durante la época de la Gran Depresión, ejerciendo de vendedor de aspiradoras y otros electrodomésticos domésticos. Su verbo y chispeante conversación hace que sea el centro de atención allí donde se encuentre. Entre otras cualidades, es un hombre guapo que conoce perfectamente al sexo femenino, con el que, con su labia y buen ver, hace muy buenas migas. Pero además, tiene conocimientos de la biblia, convirtiéndolo en ocasiones, en un ferviente orador y participante en diferentes actos de la gran inmensidad de iglesias que recorrían los poblachos y villorrios de una Norteamérica necesitada de Dios, esperanza y compasión. En una de esas ocasiones se cruza con una  congregación que viaja con su carpa de pueblo en pueblo, compartiendo su mensaje por mediación de una joven, guapa y comprometida mujer, llamada Sharon Falconer. Desde es mismo instante que la vio, el enamoradizo embaucador se decide a formar parte de esa iglesia y unir su futuro al de la congregación y la apasionada y fiel predicadora.
Con esta trama, imbuida en plena Depresión, en la que la gente subsiste con lo que puede a la pobreza y el paro, la idea de Dios y la presencia de grandes oradores que ofrecen esperanza ante semejante situación, era prolija y en muchas ocasiones embaucadora, tanto a nivel espiritual como en la búsqueda de un bien material o económico. En sus predicadores se mezcla la fe, el conocimiento de las escrituras y hacer el bien al prójimo, con la necesidad de subsistencia en un mundo sin trabajo ni muchas oportunidades. Los charlatanes y las mil y una congregaciones buscan a lo largo y ancho del país luchar contra el alcohol y el pecado, ofrecer un mensaje de esperanza, mientras pasan la bandeja para recogen limosnas con las que invertir en el "negocio de dios" La cuestión surge cuando Elmer Gantry, un golfo sin remedio, topa con la luz embriagadora de Sharon. Ella parece ser fiel a sus creencias e instigadora de una verdadera Fe de esperanza y recogimiento, mientras él se adentra en un mundo que domina, en el que la chanza, la palabrería bien vestida, el discurso frentista y a veces, escandaloso, casa con las necesidades de los que a falta de otra cosa, acuden a escucharles. Son dos estilos diferentes, son dos sentimientos diferentes, incluso son dos fines opuestos. Pero uno y otro se compenetran y difuminan en el deseo de llegar a más feligreses y compartir la palabra de Dios... mientras la congregación gana en fama y emolumentos. 
La película reúne en ambos protagonistas, dos formas de ver la vida, la religión y el espectáculo que rodean sus sermones, bajo la mirada crítica, y qué mirada, del periodista encarnado en un convincente Arthur Kennedy. Su papel es clave para que el espectador consiga desasirse de la atracción que Burt Lancaster y una maravillosa, como siempre, Jean Simmons, aportan al sentido de sus personajes. La participación de Kennedy ofrece la visión objetiva de la realidad indisoluble de aquella época de finales de los años veinte en los EEUU y que tan bien explica y desarrolla el guion adaptado por Brooks de la novela de Lewis.
Sin destripar la película, también debo aplaudir el trabajo de la actriz Shirly Jones, en el papel de una prostituta, vieja amiga del protagonista, y por el que ganó el Oscar a Mejor Actriz Secundaria. Con todo esto, una excelsa banda sonora compuesta por Andre Previn, una ambientación magnífica de la época, y luminosidad que desprenden las actuaciones de Lancaster y Simmons, se completa el coctel perfecto para disfrutar de una grandísima película y guion que, seguro ha bebido de una gran novela, que debo leer lo antes posible. Por cierto, el tercer Oscar obtenido por por este film se lo llevó el propio Brooks por su guion adaptado, como no podía ser de otra manera. Imprescindible. Incluso hasta en esta ocasión, su título en español es un acierto. En él se muestra la explosiva unión del fuego y la palabra en el universo de los predicadores, tanto a nivel metafórico, como real, tal como se demuestran los últimos minutos del film.








 

2 comentarios:

  1. Gran reseña. Me encanta la película y lo poco que conozco de Sinclair lewis

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