Si al terminar de leer este libro, firmado por Max Hastings, sacamos la moraleja de que la dignidad intrínseca de un buen soldado que se precie por héroe, resulta de la entrega de su vida por los demás sin esperar ninguna recompensa o reconocimiento, habremos encontrado uno de los pilares fundamentales de sus páginas. Sin embargo, en la lectura de los hechos que rodearon la vida de los quince hombres y mujeres protagonistas de sus páginas, encontramos otros factores que los caracterizan, más allá del sacrificio gratuito que se sobreentiende en cada uno de ellos.
La intención consciente de obtener ascensos y recompensas, la mirada puesta en la obtención de la gloria, el simple pero poderoso patriotismo, la camaradería con los compañeros de batalla o simplemente, el afán de supervivencia, llevaron a cientos de guerreros anónimos a reunir muchos de los requisitos para considerarlos héroes, incluido el imprescindible altruismo en la búsqueda del deber, la obediencia o la simple capacidad de dejarse llevar por los sentimientos y materializar el don que localiza al individuo en los momentos y hechos adecuados para acometer sus propias y extraordinarias heroicidades. De ahí que Hastings intente filtrar el término que rodea a la definición de héroe, mediante la descripción de los actos que reunieron a estos personajes, en este curioso, exclusivo y porqué no, grupo de excéntricos seres humanos. En todos ellos se muestran distintas personalidades y caracteres. Algunos son retraídos y solitarios, otros desinhibidos y agresivos, los hay campechanos, mientras otros son huidizos y conflictivos. Todos ellos muestran diferentes peculiaridades en su vida social y de campamento, intercalando amoríos, inestabilidad, compañerismo, aversión, indisciplina... Las clases sociales no son un nexo de unión entre ellos ni siquiera sus posibles contactos militares.
Sin embargo, todos y cada uno de ellos, muestran un punto en común en sus actos: su actuación en el campo de batalla, les diferencia del resto; sus decisiones ante el peligro les califica como excepcionales; incluso sus actos ante el peligro y la muerte parecen no contar con la posibilidad de caer en combate, en muchos de los casos, en su desapego a la vida y su adicción al peligro. Por ello, Hastings los reúne en este libro, independientemente del reconocimiento que la sociedad o los mandos hayan tenido sobre ellos. Porque a pesar de las medallas o los ascensos, su situación fuera de la guerra, tras realizar semejantes gestas, confluye en diversas y, en ocasiones, anodinas o conflictivas vidas. Solo sus actos en batalla les une en un mismo lugar que los sitúa por encima de los demás, en base a su instrumentalización del valor o, simplemente, en su solvencia ante una situación que terminó convirtiéndoles en héroes.
Hastings reúne en las páginas de su libro, a quince guerreros localizados entre el siglo XIX y el siglo XX. Casi todos provienen del ámbito anglosajón o norteamericano, del que el autor es especialista. Solo tres excepcionales personajes salen de este contexto: un francés, un alemán y un israelí de origen yemení. De la misma manera, cinco de ellos son hombres del siglo XIX, una época en la que el heroísmo y la vida del guerrero tenía un rol diferente, casi elitista, en muchos casos caballeresco y con una visión romántica de la guerra y las expediciones exóticas, más allá del país del que es originario cada uno de ellos. Esa imagen desaparecerá poco a poco, conforme en la Primera Guerra Mundial, los avances tecnológicos en lo militar y la masificación de bajas y su banalización, se hicieron propietarias del campo de batalla. Si bien en el mar y en el aire, este rol heredero del XIX todavía contemplaba actos de nobleza, la realidad de la batalla convirtió la guerra en un hecho en el que el civil se convertía en soldado, sin más afán que la propia supervivencia ante la muerte. Con todo, los hombres excepcionales seguían liderando y actuando en el campo de batalla. Aviadores, paracaidistas, generales y soldados rasos, de origen humilde o con carrera militar, contribuyeron a magnificar el hecho heroico como contrapeso al desastre humanitario producto de las guerras, especialmente en los conflictos en los que la población civil fue, en muchas ocasiones, espectadora sacrificada en espera de la victoria, como sucedió especialmente en las 1ª y 2ª Guerra Mundial.
En muchos de los casos estudiados en este libro, la ambición en sus hechos, se combina con la inmadurez de algunos en su juventud, y casi todos, han sido recompensados con ascensos y medallas. Sin embargo, tras la guerra llega la vida civil y el recuerdo de muchos de ellos solo se mantiene en las finas páginas de sus memorias publicadas como alimento de una sociedad civil que los ensalza en batalla pero en muchas ocasiones lo ha terminado por arrinconar y criticar en tiempos de paz. Precisamente si echamos un vistazo a las fuentes utilizadas por Hastings, la gran mayoría son memorias y crónicas de los protagonistas las que han insuflado la inspiración del libro. El autor, con todo, ha sabido filtrar la ambición y la vanidad de sus recuerdos y vivencias, para mostrar al lector sus debilidades junto a sus proezas, sus vicios y desgracias, junto a sus hechos heroicos que los han colocado en esta lista de elegidos. Esto los humaniza, objetivo que, en el ensalzamiento y descripción de estos personajes, ha logrado realizar, hasta crear una serie de crónicas que llevan al lector a leer con adicción y mucho entretenimiento las vidas que completan este vívido y sentido relato sobre el valor y los guerreros en el campo de batalla.
Veo que el escritor tiene una extensa bibliografía. No he leído nada de él, pero me has despertado la curiosidad. Pero eso será más adelante.
ResponderEliminarUn saludo!
Es un especialista en la 1ª y 2ª Guerras Mundiales
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