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lunes, 27 de mayo de 2019

"Dolor y gloria"

De carácter intimista, introspectiva y, porque no decirlo, algo exhibicionista, Pedro Almodóvar envuelve al espectador en su última y recién estrenada película, en un recorrido por la vida de su protagonista, sea o no la encarnación del propio director, para firmar una de sus mejores películas. Con un perfecto y medido uso de la narrativa cinematográfica, el director manchego se mueve con solidez y paso firme en las experiencias, recuerdos y dolencias de su protagonista, Salvador Mallo. 
Banderas, recién galardonado con el premio a Mejor Actor en Cannes, interpreta a un reconocido director, retirado de su profesión y embargado en sus enfermedades, dolores y carencias, tanto afectivas como físicas. En su reencuentro con un antiguo actor y amigo, se introduce en el consumo de la heroína, instrumento narrativo que utiliza Almodóvar para hacerle reencontrarse con su niñez. Poco a poco el espectador irá descubriendo los años de infancia del director y la relación con su madre mientras, de forma paralela, nos traslada a su particular penitencia de sufrimiento corporal y mental, con la que deambula en un intento por mantenerse al margen de todo y todos. Sin embargo el reencuentro con aquel actor y, posteriormente, con un antiguo amante, le harán realizar un viaje rehabilitador, estrechamente vinculado al recuerdo con el pasado.
Y es que Pedro Almodóvar, se vuelca en un sin fin de sentimientos expresados a flor de piel, en un ir y venir en las experiencias personales del protagonista, mostrando recuerdos vívidos y vividos en su vida, la búsqueda de inspiración y su propia asimilación del dolor y su realidad actual. Los flashbacks encumbrados en sus viajes a través de la experiencia con la heroína, fluyen en la trama con perfecta y estudiada armonía, sin prisas, como entrecruzándose a lo largo del metraje con naturalidad y mucha madurez. Apoyándose en un guión perfectamente medido y ajustado a los personajes, en el que nada se dice sin sentido y en el que todo se dicta por alguna razón, el espectador va descubriendo los sentimientos más profundos de Salvador, empatizando profundamente con él, en su vital y doloroso existir. Las conversaciones con sus más allegados, nos cuentan mucho de su pasado y presente, mientras que las imágenes y escenas, en su desarrollo, en ese multiuniverso de colorido de figuras icónicas y homenajes silenciosos, nos muestran el escenario icónico, tan estudiado y ya clásico por el manchego. De la misma manera que los diálogos transitan entre los protagonistas, la cámara acompaña acompasadamente su deambular en la película, con paciente perfección.
No podemos obviar la elección de los actores y actrices del film. Por esta vez, aún siendo importantes la apariciones de Penélope Cruz, Julieta Serrano, encarnado a la figura universal y tan particular de la madre de Salvador Mallo, y Nora Navas, como fiel consejera, hay que reconocer que en esta ocasión, los grandes protagonistas son los actores. Empezando por un magnífico Antonio Banderas, pleno en sobriedad y generosidad, en una de sus mejores interpretaciones, felizmente recompensada en Cannes. Le acompañan un excelso y poderoso Asier Etxeandía, y un comedido y pasionalmente sentido, Leonardo Sbaraglia. Tampoco olvidar a los dos jóvenes que interpretan al director en sus años de chaval y al joven albañil, claves también en los recuerdos de Paterna. Todos ellos conjuntan sin fisuras el puñado de lineas narrativas hiladas alrededor del personaje en sus idas y venidas entre el pasado y su presente. La película no deja espacio ni resquicio a la sorpresa, pero sí al descubrimiento de sensaciones y experiencias ocultas, no contadas, pero si sobrentendidas, quizás sospechadas, en el afán del director por mostrarnos su interioridad, sus miedos, sus recuerdos, sus dolores y vivencias. 
Pedro Almodóvar, sea o no esta película una propuesta autobiográfica, algo que me resulta en este caso totalmente intrascendente, logra realizar un film sentido, humano y muy recapacitado, tanto en el fondo como en la forma, ofreciendo al espectador el auténtico equilibrio de lo que, creo yo, debería ser su cine. Recuperar al director de "Volver" o "Todo sobre mi madre" es y será siempre un placer.