Nunca hasta ahora había acudido a ver una película del afamado y premiado director iraní Asghar Farhadi. Sin embargo, el hecho de la gran promoción que se ha realizado en todos los medios, de su última película rodada en España, me llevó, con no poca curiosidad, a acudir a las salas de cine para escudriñar su nueva creación. La trama gira alrededor de una boda y una desaparición. Laura, personaje interpretado por Penélope Cruz, viaja desde Argentina con sus dos hijos a su pequeño pueblo de origen, en España, para acudir a la boda de su hermana. En mitad de la fiesta la luz se corta y Laura descubrirá que su hija adolescente ha desaparecido de su habitación a la que subió tras encontrarse indispuesta. A partir de este momento, familiares y amigos vivirán unos días de gran tensión para descubrir que le ha sucedido a la chavala, mientras los acontecimientos hacen salir a la luz episodios casi olvidados y sentimientos del pasado de los protagonistas.
Según leemos la sinopsis del film podemos tener la tentación de pensar que nos encontramos ante simple un thriller localizado en un polvoriento y deslocalizado pueblo de la profunda España. Pero el tratamiento que infunda el director al film, va más allá. La trama nos lleva en volandas a sobrevolar el micro universo de la familia y sus allegados, a los que el pasado fraguó el destino de cada uno de ellos, situándolos en la trama actual con sus propios y adoptados sentimientos de resquemor, envidia, venganza y amor. Para ello, el director mediatiza al espectador por medio de la desaparición de la joven, para hacer renacer ecos del pasado en forma de extrañas ventas de las tierras familiares, amores que escaparon y oportunidades perdidas por unos y aprovechadas por otros, por salir del pueblo y emigrar a otras tierras. Es aquí donde el potencial de Farhadi explota en las interpretaciones de una estupenda pléyade de actores y actrices españoles. Los sentimientos renacen para descubrir y desenterrar secretos conocidos por todos, pero nunca confirmados, complicando en gran manera la resolución de la desaparición, arrinconándola como mero hilo argumental de esta historia de emociones y pasiones. Como quien dice, las habladurías que se cuentan por el pueblo, algo de verdad tendrán...
Sin embargo, en mi opinión, Farhadi abusa en cierta manera del drama emocional y de la calidad de sus actores, alargando innecesariamente un metraje que se va hasta los ciento treinta minutos. La película empieza con buena mano, presentando al espectador a casi todos los personajes protagonistas con un gran pulso narrativo. La llegada al pueblo y el reencuentro con los familiares y amigos, logran localizar con solvencia a todos ellos, con sus defectos y virtudes, hasta lograr el cenit con la celebración de la boda. Son éstos, quizás los mejores momentos de la película. A partir de aquí, nos adentramos en la compleja situación que se vive ante el desconocimiento de lo sucedido a la adolescente. Los sentimientos surgen a flor de piel, unos enervando su carácter y otros hundiéndose en la congoja. Sin embargo, esta situación se eterniza en la búsqueda del director por desentrañar el pasado de los protagonistas, alargando en exceso una tensión, que en principio estaba muy bien conseguida y que termina por languidecer irremediablemente hasta el final del film.
Según leemos la sinopsis del film podemos tener la tentación de pensar que nos encontramos ante simple un thriller localizado en un polvoriento y deslocalizado pueblo de la profunda España. Pero el tratamiento que infunda el director al film, va más allá. La trama nos lleva en volandas a sobrevolar el micro universo de la familia y sus allegados, a los que el pasado fraguó el destino de cada uno de ellos, situándolos en la trama actual con sus propios y adoptados sentimientos de resquemor, envidia, venganza y amor. Para ello, el director mediatiza al espectador por medio de la desaparición de la joven, para hacer renacer ecos del pasado en forma de extrañas ventas de las tierras familiares, amores que escaparon y oportunidades perdidas por unos y aprovechadas por otros, por salir del pueblo y emigrar a otras tierras. Es aquí donde el potencial de Farhadi explota en las interpretaciones de una estupenda pléyade de actores y actrices españoles. Los sentimientos renacen para descubrir y desenterrar secretos conocidos por todos, pero nunca confirmados, complicando en gran manera la resolución de la desaparición, arrinconándola como mero hilo argumental de esta historia de emociones y pasiones. Como quien dice, las habladurías que se cuentan por el pueblo, algo de verdad tendrán...
Sin embargo, en mi opinión, Farhadi abusa en cierta manera del drama emocional y de la calidad de sus actores, alargando innecesariamente un metraje que se va hasta los ciento treinta minutos. La película empieza con buena mano, presentando al espectador a casi todos los personajes protagonistas con un gran pulso narrativo. La llegada al pueblo y el reencuentro con los familiares y amigos, logran localizar con solvencia a todos ellos, con sus defectos y virtudes, hasta lograr el cenit con la celebración de la boda. Son éstos, quizás los mejores momentos de la película. A partir de aquí, nos adentramos en la compleja situación que se vive ante el desconocimiento de lo sucedido a la adolescente. Los sentimientos surgen a flor de piel, unos enervando su carácter y otros hundiéndose en la congoja. Sin embargo, esta situación se eterniza en la búsqueda del director por desentrañar el pasado de los protagonistas, alargando en exceso una tensión, que en principio estaba muy bien conseguida y que termina por languidecer irremediablemente hasta el final del film.
Asghar Farhadi ha sabido rodearse de lo mejor de la interpretación nacional. Encabezan el reparto una Penélope Cruz algo sobre actuada y un Javier Barmen comedido y muy controlado. Les secundan Ricardo Darín, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Inma Cuesta, Elvira Dominguez, Ramón Barea y la joven Carla Campra, conformando un plantel de interpretaciones, en general notables y realizadas con una buena carga de naturalidad. A todo ello cabe añadir parabienes dirigidos a la realización del montaje en la primera parte de la película, rodada con gran maestría, algo que, en mi opinión, se malogra en su segunda parte. Si sumamos a las interpretaciones, el buen uso de la cámara y la iluminación de interiores, entenderemos el porqué de la fama contrastada del director. Lástima que su buena mano con los actores y el dominio de esa mágica máquina que recoge imágenes en movimiento, se vea perjudicada, en esta ocasión, por su afán de ahondar en exceso en los sentimientos y el pasado de los protagonistas, alargando innecesariamente la tensión y las emociones acumuladas no solo en aquellos días, sino también en los años pasados. Por cierto, cuánta belleza femenina reunida en un pequeño pueblo, dejado de la mano de Dios. Parece mentira. ;-)