Estrenada en julio de este año, la miniserie de ocho capítulos "Heridas abiertas", adentra al espectador en el mundo retorcido, oscuro y misterioso de una clásica población del profundo sur de los EEUU, en este caso, un pueblo con cierto ascendiente sudista, en el que comparten el día a día, familias de rancio abolengo con sus vecinas de raigambre más popular. Una adolescente aparece asesinada y el periódico de la capital cercana envía a una reportera originaria del lugar, en donde todavía mantiene familia. Camile Preaker, que es como se llama la protagonistas encarnada por Amy Adams, deberá reencontrarse con el oscuro y extraño pasado del que huyó hace tiempo y que le llevó a buscar el olvido entre su profesión, los fármacos y la bebida. Sus recuerdos renacerán nada más llegar a su hogar, donde la espera una madre proteccionista, un padre esquivo, una hermana con doble cara, además de la sombra de una hermana fallecida.
Lo que en un inicio pudiera parecer un ejemplo de la típica serie de investigación de extraños asesinatos, nos depara un viaje profundo al inframundo y al pasado de la protagonista. Con continuos flashbacks, iremos descubriendo, más bien intuyendo, las circunstancias que rodearon la adolescencia de la periodista y el porqué de las heridas abiertas emocionales que la alejaron de aquel lugar. Amy Adams, espléndida siempre, realiza una interpretación llena de excesos y en cierta manera algo sobre actuada, planteando al espectador la imagen de un ser perdido a nivel vital e irremediablemente conducido a repetir en su persona ciertos hechos que acaecieron en el pueblo y especialmente en su familia. Y es en su hermana menor en quien ve reflejado ese pasado, un pasado que se llevó a otra hermana y en el que también se sucedieron algunos extraños asesinatos. Precisamente, el enigmático papel de la hija adolescente que vive en la casa de la familia, interpretado por una sorprendente y fantástica Eliza Scalen, juega con la baza de las pistas aportadas al espectador, junto a las extrañas visiones y recuerdos que sufre una desfavorecida Amy Adams, encarnando un papel en mi opinión, excesivo en negrura y desesperación.
Pero no se podría evidenciar este cuadro compositivo sin la presencia de la turbadora matriarca interpretada por Patrica Clarkson que, por cierto, últimamente encarna este tipo de papeles especialmente sórdidos y manipuladores, como sucede en la reciente "La Libería" de Isabel Coixet. Su presencia supramaternalista acapara la vida de la protagonista y el escenario social de la población, en la que vecinos, policía y amigas, la ven como un pilar incómodo pero necesario dentro del pasado y presente de su sociedad. La aparición de un inspector venido de fuera para la investigación del asesinato de la joven y su relación con el sheriff local, más la presencia de los sospechosos y vecinos casuales del pueblo, cierran el círculo vital de este entorno enfermizo, lleno de misterio, alcohol y ambiente rematadamente pueblerino y malsano.
En definitiva "Heridas abiertas" es una tortuosa historia, que juega con tortuosos personajes, desarrollado en un medio tortuoso y realizado con un montaje tortuoso... Sus idas y venidas al pasado y al interior de la mente de Camile hacen complejo y resbaladizo el seguimiento de la serie entre callejones abruptos, amistades engañosas, recuerdo borrosos y la miseria de la existencia de su protagonista. A mi en particular, me produjo cierto hastío, aunque en ciertos momentos, francamente me tenía carcomido de curiosidad, lo que no hizo que al terminar el último capítulo quedara satisfecho de finiquitar la serie. Sus extremos me resultaron inexplicables y retorcidos, y la presencia continua del alma en pena de la protagonista, sazonada con su propia personalidad perdida y el abuso del alcohol, mermó mi atención e interés por la serie que, si bien logra ambientar con sumo efecto la situación del pueblo y su sociedad autodestructiva, no termina de cuajar por lo cargado de su presentación y el resultado final. Excesiva y tortuosa, en todos sus ámbitos.