¿Quién con fuego? es el título de la primera novela negra del escritor navarro Carlos Ollo. Su trama gira alrededor de la investigación sobre la aparición de un anciano muerto en su casa, en un pueblo navarro del valle de Ollo, llamado Ulzurrun. El inspector Faustino Villatuerta y su hija Nerea se encargan de investigar este caso juntos tras meses de convalecencia del veterano policía nacional. La trama policial cabalga a caballo de dos épocas lejanas entre sí en el tiempo. Por un lado, el hecho investigado en el presente y por otro, viejos recuerdos de los años de postguerra, en los que grupos de maquis se escondían en la Sierra de Urbasa. Las relaciones de los protagonistas en la actualidad, sus amores, sentimientos y pérdidas, se conjugan ante el lector, mientras se realizan las indagaciones para resolver una investigación llena de interrogantes y miradas al pasado.
Carlos Ollo, cimenta esta novela negra y de suspense, con un importante trabajo de creación de personajes y ambientación. Lo mismo profundiza sobre los años duros de posguerra en Navarra, donde las suspicacias y las traiciones poblaban el día a día en los pueblos, como indaga alrededor la emigración a América surcando el amplio océano, o describe el duro y monótono trabajo del pastoreo en las interminables praderas de los EEUU. Carlos hila muy fino a nivel narrativo. Su trabajo de preparación del libro demuestra constancia, lo mismo que la construcción de personajes, tan profundos como cotidianos. Un gran estreno en el universo de la novela negra navarra, que continua con la publicación reciente, en abril de este año, de su segunda novela protagonizada por Faus y Nerea.
En "A la luz del vino" prosiguen las andanzas de Faus Villatuerta, su hija Nerea y el subinspector Javier Erro. La novela sitúa la acción en la Bodega Señorío de Otazu, una finca donde se cultivan viñas y se elabora un vino de calidad a pocos kilómetros de Pamplona. Cabe reseñar que esta bodega existe en la realidad y fue una visita de Carlos Ollo a sus instalaciones para acudir a la audición de un concierto coral en una ermita de la finca, la que le dio la idea de situar allí el nuevo caso al que se enfrentan los Villatuerta. La aparición del cuerpo sin vida del enólogo de la bodega, llevará a Faus y Javier a investigar las sospechosas causas de su muerte. Paralelamente, Nerea se encuentra ocupada en un caso de tráfico de drogas. Ambos, padre e hija, junto a Javier Erro e Irina, quien también apareció de soslayo en la primera novela, sostendrán la trama más familiar y personal en referencia a sus complejas relaciones sentimentales entre todos ellos.
Nos encontramos con un libro muy ágil en su narrativa, lleno de diálogos rápidos y fulgurantes, con lo que la acción fluye con buen ritmo. Resulta muy acertado el desarrollo de los dos casos paralelos. Carlos logra entrecruzar las tramas con buena definición y acierto. Su extensión es ligeramente inferior al libro anterior, en gran medida, debido a que en algún aspecto la técnica narrativa ha cambiado. Echo de menos esas largas y literarias descripciones e historias que ofreció en el primer volumen, un panorama más profundo y personal. Según me comentó el autor en su día, el cambio fue voluntario, al querer aportar un enfoque diferente a sus historias en cada una de sus novelas. Me sugirió que para la próxima, tenía ideado volver a la narrativa y descripciones que tanto me gustaron. Con todo, ambos estilos funcionan en ambas novelas, porque el escritor los domina sobremanera, con lo que la calidad literaria está asegurada. Desde luego que este volumen se lee endiabladamente más rápido que el primero. Carlos avanza con pies de plomo hacia un tercer libro en el que ya está trabajando, para consolidar una saga de género negro que funciona bien, tanto en ambientación, narrativa y sobre todo, en lo que a personajes se refiere.
En "A la luz del vino" prosiguen las andanzas de Faus Villatuerta, su hija Nerea y el subinspector Javier Erro. La novela sitúa la acción en la Bodega Señorío de Otazu, una finca donde se cultivan viñas y se elabora un vino de calidad a pocos kilómetros de Pamplona. Cabe reseñar que esta bodega existe en la realidad y fue una visita de Carlos Ollo a sus instalaciones para acudir a la audición de un concierto coral en una ermita de la finca, la que le dio la idea de situar allí el nuevo caso al que se enfrentan los Villatuerta. La aparición del cuerpo sin vida del enólogo de la bodega, llevará a Faus y Javier a investigar las sospechosas causas de su muerte. Paralelamente, Nerea se encuentra ocupada en un caso de tráfico de drogas. Ambos, padre e hija, junto a Javier Erro e Irina, quien también apareció de soslayo en la primera novela, sostendrán la trama más familiar y personal en referencia a sus complejas relaciones sentimentales entre todos ellos.
Nos encontramos con un libro muy ágil en su narrativa, lleno de diálogos rápidos y fulgurantes, con lo que la acción fluye con buen ritmo. Resulta muy acertado el desarrollo de los dos casos paralelos. Carlos logra entrecruzar las tramas con buena definición y acierto. Su extensión es ligeramente inferior al libro anterior, en gran medida, debido a que en algún aspecto la técnica narrativa ha cambiado. Echo de menos esas largas y literarias descripciones e historias que ofreció en el primer volumen, un panorama más profundo y personal. Según me comentó el autor en su día, el cambio fue voluntario, al querer aportar un enfoque diferente a sus historias en cada una de sus novelas. Me sugirió que para la próxima, tenía ideado volver a la narrativa y descripciones que tanto me gustaron. Con todo, ambos estilos funcionan en ambas novelas, porque el escritor los domina sobremanera, con lo que la calidad literaria está asegurada. Desde luego que este volumen se lee endiabladamente más rápido que el primero. Carlos avanza con pies de plomo hacia un tercer libro en el que ya está trabajando, para consolidar una saga de género negro que funciona bien, tanto en ambientación, narrativa y sobre todo, en lo que a personajes se refiere.
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