Además de ser una buena amiga, Sandra Parente, historiadora y arqueóloga de profesión, es una relatista de altura. Precisamente, allá por el año 2013, ganó el V concurso de relatos históricos de Hislibris, cuyo premio principal consistía en la edición y publicación de una novela con la promotora del premio, la editorial Evohé. Dicho y hecho, esta primavera veía la luz su novelística creación, dedicada a un personaje discutido y castigado a lo largo de los siglos. Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido por el apodo con el que, cuando era niño, le reconocían los legionarios de su padre: Calígula.
Sin embargo, Sandra no podía caer en algo tan ordinario como escribir una novela histórica al uso. Su capacidad para realizar relatos, jugando con el tiempo, la sorpresa, cierto grado de fantasía y mucho de erudición, han llevado a la autora a escribir sobre la vida del emperador romano, en una vertiente diferente, tan chocante como interesante. Su planteamiento presenta a Cayo César tras ser asesinado. El hombre se presenta ante el tribunal que decidirá su destino tras la muerte. A lo largo de este juicio, familiares, conocidos y personas ligadas a su corta existencia, testificarán a favor y en contra de sus actos cometidos en vida. De esta manera tan curiosa, Sandra Parente logra aportar una sugerente y muy interesante manera de afrontar su biografía, tanto como hijo, esposo, padre y sobre todo emperador. Con ello, el acercamiento al personaje se realiza fusionando objetividad histórica y no poca subjetividad, aportada por la historiadora. Por un lado, se presenta la figura institucional e histórica, desde cierto punto de vista académico, a veces limitado y predirigido por los escritos y fuentes originales, para a su vez también, equilibrar esta visión, con la aportación personal de la autora en lo referente al carácter humano, casi psicológico, de quien además de ser un emperador, fue ante todo persona, con todos sus sentimientos, fortalezas y debilidades.
La novela, esta dividida en cortos capítulos, en los que la situación salta entre el juicio al que es presentado Cayo César y una serie de flashbacks, que nos presentan diferentes situaciones acontecidas a lo largo de su vida. Todo ello esta muy bien hilvanado, realizando un recorrido firme y ordenado de su existencia y de la influencia que sobre él tuvieron sus familiares, quienes marcaron de alguna manera su forma de vivir y de gobernar. El propio lector, desde la subjetividad de la autora, tiende a ser un juez más ante la presentación de los diferentes testimonios. Por cierto, ¡qué gran escenario para reconvertir la novela en una gran obra de teatro! Pero eso ya es otro cantar.
Por último, no me queda más que ensalzar la narrativa y sobre todo la gran riqueza de vocabulario de la que goza Sandra. Sus párrafos, frases y palabras, están elegidos con absoluta intención. Sus fraseos, a veces suenan a poesía. Y sus diálogos disfrutan de gran profundidad, especialmente los que unen a Cayo César y su hermana Drusila, bellamente construidos. Pero es que además de tener un alto nivel literario, en algunos momentos casi lírico, la novela se lee con buen ritmo. Sus escenas llevan al lector de la mano, a pasar página tras página y descubrir, poco a poco, diferentes visiones e interpretaciones de hechos históricos y conocidos del emperador, con lo que aporta cierta expectación en su exposición. Desde luego, una manera inteligente y peculiar de acercar al lector a la biografía, a veces tan manida, de uno de los emperadores más populares, curiosamente debido a su impopularidad, de la historia de Roma. Un buen ejercicio narrativo que va más allá de las novelas históricas más habituales y, por ello, sin ninguna duda, muy recomendable.
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