Sombras, fusión, raza... en definitiva Sara Baras. Pamplona, en la sala de conciertos del Auditorio Baluarte, recibió de nuevo a Sara Baras en el estreno mundial de su nuevo espectáculo titulado "Sombras". Un título muy apropiado en el que la bailadora y su ballet presentaron a un público entregado un conjunto de piezas muy bien cohesionadas, en las que las luces y sombras jugaron un importante papel. Sin ir más lejos, en los dos primeros números se enfrentó ella sola sobre las tablas, en un escenario vacío, a sus propias sombras enmarcadas en un perfecto haz de luces y vistiendo de negro y pantalón. Porque una de las razones de este espectáculo, era homenajear a aquella primera farruca que interpretó hace dos décadas, vestida con pantalones, con cuya actuación renovó parte el alma flamenca del momento, a pesar del susto de algunos puristas, quienes con el tiempo le reconocieron su valentía y arrojo, gracias a su dominio en las tablas y, sobre todo, a su gran raza en el escenario.
Sara Baras presentó durante más de hora y media una serie de piezas llenas de magia, arte y fusión. Se acompañó de un conjunto de bailarines aplicado y ofrecido al público, junto a un invitado de peso, como es el bailaor José Serrano, generoso en su actuación. Grandes y habituales las voces en el cante, Rubio de Pruna e Israel Fernández. Imprescindibles las guitarras de Keko Baldomero y Andrés Martínez, fijos en sus espectáculos. Pero lo que me llamó más la atención de sus acompañantes, fue la parte instrumental. La fusión de músicas y sonidos clamó en un Baluarte oyente y emocionado. La percusión de la mano de Antonio Suárez y Manuel Muñoz "Pájaro" jugó con sonidos árabes que nos trasladaron a sueños orientales, muy raciales, mientras Tim Ries, con su saxofón y oboe, aportaba grandes momentos de jazz, que junto a las melodías flamencas y al taconeo de Sara, formaron un conjunto musical especialmente rico en matices y sonidos. Incluso alguna de las piezas recordaba a aquellos antros, en los que la música de un saxo se mezclaba con el humo de los cigarrillos y la poca iluminación, creando sombras imposibles.
¿Qué decir de Sara Baras? Valiente artífice de la dirección y coreografía de sus espectáculos. Su dedicación en las tablas, su elegancia y sobre todo, esa sonrisa racial en el escenario, la califican por si sola. Su baile es embriagador y sus montajes tan sugestivos como a primera vista sencillos, pero a su vez tan efectivos. Al espectador le basta un foco de luz y su figura para disfrutar de su baile y taconeos infinitos. "Sombras" destila su personalidad y arte, esa Sombra a la que homenajea en dos momentos de la obra en los que con pocas palabras define esa imagen oscura, tan cercana como lejana, de uno mismo. Incluso, comparado con otras ocasiones, el vestuario fue más sutil, más sobrio... como cediendo protagonismo a la figura, al baile... incluso a la música con la que el cuerpo de baile, José Serrano y como no, la misma Sara Baras embriagaron a las mil quinientas personas que coparon un Baluarte rendido a sus pies.
Gran velada, que en su final, al terminar su actuación, fue celebrada en el escenario por la madre y hermana de la artista y por todos sus colaboradores en un tablao, esta vez si, lleno de luz y brillo... y aplausos. Porque la velada lo mereció. Bravo.