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lunes, 20 de febrero de 2017

"Serpico"

Las dos únicas colaboraciones que han compartido en el cine Sidney Lumet y Al Pacino, han resultado ser dos de las grandes películas norteamericanas icónicas de los años 70. Una es "Tarde de perros" y la otra, la que hoy reseño, "Sérpico". Ambas muestran una imagen realista, voraz y terrible de la norteamérica de aquellos años. Sin duda, la elección de Al Pacino para protagonizar ambas, encajó a la perfección con la inmensa dirección de Lumet y su extraordinaria visión de la sociedad y sus protagonistas. 
"Sérpico" está basada en la historia real de un policía de Nueva York, caracterizado por no situarse en la senda acomodada de la corrupción de la policía en aquellos momentos, desde el agente de calle, pasando por los detectives, hasta los mandos del cuerpo. Su intachable decisión de no coger dinero de sobornos, trabajar solo y su personalidad especial, hicieron de él un potencial peligro para sus compañeros de comisaría. Simplemente buscaba realizar bien su trabajo, luchar contra la delincuencia y salir adelante. Sin embargo, su denuncia frente a algunos superiores, con la ayuda de unos pocos, no hizo más que ponerle en peligro. Todo pendiente de su declaración jurada, el temía, como así paso, sufrir el abandono de sus compañeros e incluso, temer por su vida.
Lumet va desgranando las vicisitudes del protagonista, desde sale de la Academia y acude a su primera comisaría, hasta que deja el Cuerpo de Policía de Nueva York. El desarrollo de la historia es fluido, dramático por sus consecuencias y sobre todo remarca la soledad del incomprendido incorruptible. Frente a él, encontramos quienes lo apoyan en un principio, pero terminan agotándose de una situación sin salida. Eso sucede con un par de compañeros suyos y sobre todo con su novia. Las escenas en las que se describe la evolución de esta relación, no hacen más que potenciar la sensación de que Sérpico está combatiendo en una batalla perdida, no solo contra el estado real de las cosas, plagada de la corrupción en casi todos los departamentos de la policía de Nueva York, sino además de la poca voluntad por parte de los responsables por solucionar esa situación. En este caso, gran dirección de Sidney Lumet, quien domina a la perfección la visión más humana y cercana de los protagonistas, acercando a ras de calle el objetivo, para que el espectador no vea la película y su mensaje desde la distancia, sino como si el protagonista fuera su vecino de escalera o un conocido. La corrupción era real, cruda y diaria. Y Lumet nos hace creerlo a pie juntillas.
El broche de oro en esta cinta, lo pone una de esas inconmensurables actuaciones de Al Pacino. Estrella en ciernes, tras su interpretación en El Padrino, esta será la película que lo eleve al altar de los grandes actores de siempre. Su interpretación le valió un Globo de Oro y su primera nominación a los Oscars. Su carácter perfeccionista y su capacidad camaleónica, contribuyeron a una recreación del personaje tan creíble como dura. Grandísimo actor.
En definitiva una estupenda película policíaca fuera de lo normal, donde se pone en el punto de mira, no solo la lucha contra la delincuencia en las calles de Nueva York. En ella se representa en carne viva, la corrupción policial como algo normal y cotidiano, convirtiéndolo en un mal menor a la vista de los mandos policiales, a los que se enfrenta en solitario el agente protagonista. Una de las grandes películas de los 70. Imprescindible.