Esta tragedia escrita por William Shakespeare forma parte de su tetralogía dedicada a la historia de Inglaterra. En este caso cuenta la llegada al poder de Ricardo III, tras largos años de lucha entre los Lancaster y los York en la guerra de las Dos Rosas y, su posterior derrota y muerte en la batalla de Bosworth. Esta obra ha sido llevada al cine en dos ocasiones, primero interpretada por Lawrence Olivier y posteriormente por Ian McKellen.
Ciertamente el papel de Ricardo III es uno de los más complejos de interpretar por un actor sobre todo por su amplia gama del carácter del personaje. No solo me refiero a su espíritu depravado, su ansia de poder y su ilimitada ambición por alcanzar el trono de Inglaterra, sino también por el hecho de que el personaje naciera tullido, con joroba y cojo de una pierna, lo que hace que su imaginería y representación formen parte de un complejo cuadro interpretativo para el actor. En mi opinión es uno de los papeles más golosos y lleno de matices del universo de Shakespeare, junto con Otelo y Macbeth, en el que el actor debe dominar completamente facetas y sentimientos del ser humano de lo más variopintos encima del escenario. En un momento dado el personaje parece resultar absolutamente halagador, para minutos después, mostrarse como un auténtico monstruo sanguinario, capaz de sacrificar a sangre de su sangre por y para, en ambas situaciones, lograr su tan deseada finalidad en el reino. Esa es la grandeza de esta obra y sobre todo del personaje.
La versión interpretada en el Baluarte de Pamplona la pasada velada, gozó de buenas actuaciones, una justa pero bastante convincente puesta en escena y, sobre todo, de una notable interpretación de Arturo Querejeta en el papel de Ricardo. A pesar de que en algún momento de la obra, su dicción no llegaba con completa claridad al oído del espectador, su capacidad de cambios en su interpretación, su variedad gestual y sobre todo el gran dominio de la tonalidad de una voz potente y con tanta personalidad, logró trasladar la gran complejidad del protagonista al público. Acompañado de diez actores y actrices, la dirección de Eduardo Vasco encauza con mucha agilidad las escenas que se suceden en esta versión representada por la compañía Noviembre Teatro. Me gustó también la interesante utilización del acompañamiento de un piano en algunos de lo monólogos más profundos de la obra.
Una velada en la que creo que el aficionado a las tragedias y dramas del Bardo, pudo disfrutar de unas interpretaciones en general bastante logradas, un protagonista tan complejo como notable en su actuación y un montaje suficiente para trasladar al espectador la complejidad tanto humana como histórica de la obra. Lástima la respuesta fría y poco calurosa, de un público al que parecía que la representación se le hubiera hecho larga o pesada. En mi opinión, todo lo contrario. Disfruté de una hora y cuarenta minutos de un gran Shakespeare, en el que creo que es su mejor género... la tragedia humana.
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