La serie que sigue los entresijos de la familia Pferfferman entra en su tercera temporada alrededor de Maura y su decisión de plantear su vida desde su realidad femenina. En este caso, su evolución en su camino entra en la etapa de desear dar el paso de cambiar de sexo y realizarse plenamente en un momento de absoluta necesidad por encontrar su propia referencia y confianza en sí misma. Sin embargo una serie de circunstancias ralentizarán este hecho, llevándola a tomar la iniciativa hacia su pura realidad más emocional que física.
Como siempre las tramas de su familia que se generan a su alrededor, complementan las inseguridades y realidades que contemplan las diferentes personalidades que engloban sus hijos, exmujer y seres queridos. Todos ellos siguen su camino, equivocándose algunos, acertando otros, pero siempre navegando en la inconstancia e inseguridad de sus personalidades. Es curioso el equilibrio que la serie muestra al espectador entre la determinación de Maura en su vida y los reveses y discreciones de sus seres más cercanos en su vida particular, tanto en los sexual, sentimental y económico. Los vaivenes de unos y otros no logran descentrar la realidad de Maura, que por encima de todo defiende su decisión ante la vida, a pesar de la irrealidad que se cierne a su alrededor. Eso sí, ante todo y sobre todo y a pesar de ello, por encima de diferencias entre ellos, está la familia y el cariño que se dispensan unos a otros.
Me sigue maravillando la delicadeza de una serie que jugando con cierta dureza dirigida hacia los hijos de Maura, logra presentar ante el espectador una familia que se quiere y cuyo nexo de unión inquebrantable sigue centrándose en la figura de Maura y su elección personal. Brillante en profundidad y sentimiento. Por cierto, acertadísimo el metraje de cada capítulo. Perfectos esos 20/25 minutos. Ni más ni menos.