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lunes, 17 de octubre de 2016

"Un domingo cualquiera"

1999. Oliver Stones estrena en los cines la que quizás sea una de sus últimas grandes películas dirigida hasta el momento. En este caso, su ojo crítico se lanza sobre el mundo del fútbol americano, su entorno, el precio del poder y del dinero que se fragua a su alrededor y los intereses, tanto deportivos, como publicitarios y el valor de la fama de los deportistas.

En este caso la película se embarca en la trayectoria del equipo franquicia de Miami, los Sharks, donde un reputado entrenador interpretado por Al Pacino, dirige la plantilla desde hace más de veinte años. Tras la muerte del propietario, le hereda al frente del club su hija, una joven y valiente empresaria, encarnada por la entonces interesante Cameron Díaz. El descubrimiento en la plantilla de una naciente estrella en la posición de quarterback, interpretado por Jamie Foxx, la edad y lesiones de la plantilla y la falta de victorias pondrá al entrenador Tony D´Amato en serias dificultades frente al club y ante sus jugadores.
Así visto, no parece que nos encontremos con un film que se diferencie en exceso de los que hemos podido ver a lo largo de la historia del cine en el género del cine deportivo. Sin embargo, Stone tiene la gran capacidad de aportar varios factores a favor de su película. Por un lado un grupo actoral plagado de figuras. La presencia de Al Pacino es fundamental. Sin duda 1999 será uno de sus grandes años, con el estreno además de la presente película de la magnífica El Dilema. Además Stone cuenta con un notable Jamie Foxx, en el que es su primer papel principal, los veteranos Dennis Quaid o James Wood, la participación de dos grandes estrellas del cine clásico como son Anne Magret y Charlton Heston, una sorprendente Cameron Díaz y los secundarios Jim Brown, Matthew Modine o Aaron Eckhart.
Por supuesto, nada de esto funciona si no se disfruta de un gran guión que es capaz de plasmar en la pantalla el complejo mundo del fútbol americano. Las ligas americanas juegan tanto en el campo como en los despachos. Los equipos generan mucho, mucho dinero en publicidad, como de la misma manera, exige a las ciudades donde juegan que aporten infraestructuras y apoyo. La importancia de obtener renta de los jugadores, tanto deportiva como económica, pone en tela de juicio los resultados, la edad y las lesiones. Además Stone no olvida la vida privada de jugadores en la que, algunos de ellos muy jóvenes, gozan de grandes ingresos y placeres. El entrenador debe conjugar egos, juego, disciplina, equipo y resultados, bajo la atenta mirada de patrocinadores, prensa y propietarios del club. Todo ello está magníficamente plasmado en un guión lleno de detalles, frases magníficas y diálogos llenos de segundos sentidos, ira e ilusión. Impagables las escenas de Al Pacino a lo largo y ancho de todo el metraje.
Pero no debemos olvidar el tercer pie de la película. Me refiero al montaje y fotografía, unidos ambos en un mismo esfuerzo por crear con gran realidad y fidelidad el mundo del fútbol americano. Las escenas de los partidos son impresionantes así como un montaje lleno de saltos y cambios de escenas rodadas con auténtica maestría. Todo ello conjugado en la dirección de su director, conforma una de las mejores películas del género rodadas hasta ahora. Sin duda una radiografía tan crítica como real de un mundo en el que las individualidades, a pesar de ser importantes para ganar, no son nada sin la participación y generosidad de un grupo humano, de un equipo. Es éste el gran mensaje de una película que no dejo de ver de vez en cuando. Impresionante el discurso del entrenador Tony D´Amato en el vestuario en el partido final.


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