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martes, 22 de marzo de 2016

"Rashomon"

Dirigida por Akira Kurosawa en 1950, esta película emblemática del director y del cine japonés, cuenta lo sucedido en un camino del bosque durante la Edad Media. Un monje, un leñador y un peregrino  comentan durante una fuerte tormenta, el juicio celebrado aquel día. Tras la aparición de un señor feudal muerto, encontrado por el leñador, durante el juicio, los distintos protagonistas testificarán aportando diferentes visiones, matices y trayectorias de lo sucedido.
El director plantea al espectador mediante las diferentes versiones, las características del ser humano, sus defectos y adicciones, con las que los personajes pretenden justificar los hechos. La bajeza humana, el honor, la envidia, la lujuria y el asesinato, son algunas de las facetas testimoniadas en la consecución de las diferentes escenas que se motivan tras el encuentro de un famoso ladrón, con el señor feudal que viaja con su esposa por el bosque. Kurosawa se sumerge de manera metódica en los vicios de sus personajes, trasladando a la pantalla lo más oscuro y viciado de la condición humana. La justificación de los hechos, las excusas recurrentes y la capacidad para acusar al prójimo de los hechos acaecidos, rodean con un halo de vicio y corrupción a los tres personajes.
Con un comienzo de una brillantez cinematográfica inigualable en el que Akira muestra con unos movimientos de cámara geniales, el deambular del leñador antes de encontrar un cadáver, el director japonés, presenta una obra maestra llena de tempo en su narrativa, en el que, el uso de las sombras y luces del bosque parecen plasmar los claroscuros del alma humana. La escenografía del suceso, representada de cuatro maneras diferentes, nos da a entender la maestría del director, para mostrar los diferentes perfiles y lados de la condición humana. Su muestra es dura y contundente.
A pesar de él, y de la terrible acusación que pesa sobre la humanidad, Kurosawa, por medio de dos de los personajes, es capaz de mostrar confianza en el alma más misericordiosa del ser humano, creando una auténtica fábula en la que no pierde su apuesta por lo bueno y lo justo. Una auténtica clase magistral de cómo representar en la pantalla lo mejor y lo peor de los hombres, demostrando su condición de maestro en la narración. Puede resultar en algunos momentos especialmente pausada y repetitiva, sobre todo teniendo en cuenta el estilo propio del cine japonés, pero es indudable que nos muestra una lección en  la realización de los personajes y la trama. Indudablemente una película que brilla en la obra del maestro Akira Kurosawa.
  

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