No es frecuente disfrutar en directo de alguna de las 46 óperas o los 25 oratorios de Haendel. Obviamente El Mesías es el más aclamado y representado, pero es una excepción. Aunque desde hace 30 o 40 años, Haendel ha sido recuperado entre los aficionados a la música y especialmente al barroco, la representación de sus obras líricas no es abundante. En Pamplona, según el programa repartido el pasado día 19 de enero antes del concierto, desde que se representó Radamisto, en 2007, interpretado por Carlos Mena, han sido representadas cinco operas del gran autor alemán. Ayer, lo hacía, Parténope, en versión concierto, dentro de la temporada de la Fundación Baluarte de Pamplona. En un principio lideraba el cartel de intérpretes el gran Jaroussky, pero el fallecimiento de su padre, provocó que fuera sustituido por el contratenor Lawrence Zazzo.
Antes de pasar a describir la velada, un comentario. Debido a la no participación de Jaroussky, el organizador del concierto, la Fundación Baluarte, ofreció devolver el montante de las entradas a quien lo reclamara y parece que hubo mucha gente que así lo hizo, dado el número importante de butacas vacías en la representación en Baluarte. Y no lo entiendo. Bueno, puedo comprender que Jaroussky sea un contratenor que mueva masas, que esté en la cúspide de su género. Se lo reconozco, cómo no. Pero ¿de verdad se piensa la gente, que por ver y escuchar a este magnífico cantante, la obra merece más la pena que si no lo interpretara él, por lo que no valdría la pena acudir al concierto? Muy equivocados están quienes vendieron sus entradas pensando esto mismo. La esencia de la obra, la musicalidad, la brillantez de Haendel, esta en sus obras por y gracias al propio Haendel, no por quién lo interprete. Lo que sucedió el 19, fue puro esnobismo y mucho desconocimiento, con todos los respetos, para quienes devolvieron las entradas. Y lo digo, sobre todo, porque no muchas veces se puede disfrutar en directo, y en una pequeña capital de provincia como Pamplona, de una gran ópera de tan insigne compositor, ni de un conjunto barroco tan bien compuesto y sobre todo, de unos estupendos solistas, a los que solo queda respetar su trabajo y agradecer la posibilidad de hacernos disfrutar de una gran velada. Algunos se lo perdieron. Peor para ellos. Hasta aquí mi rabieta.
Me referiré ahora de manera escueta a mis sensaciones sobre la velada del 19. Il Pomo d´Oro es una orquesta joven, nacida en 2012. Su labor esta volcada a la ópera y a la interpretación de piezas orquestales barrocas. Su juventud domina, en unos músicos que tocaron con alma y ardor. Quizás ésto, les llevó en algún momento, a presentar cierta aceleración en la interpretación y algún desajuste en las entradas y compases de alguna de las piezas de la noche. Sin embargo, su dedicación, sonoridad y entusiasmo, promovido seguramente por su director, un jovencísimo Maxim Emelyanychev, justifican su trabajo, poniendo en valor su buena labor en el escenario, El director, como la orquesta, demostró apasionamiento, dedicación y sobre todo amor por la partitura. Y es de agradecer. Respecto a los solistas, todos notables, ofrecieron buenas interpretaciones en una ópera concierto, donde la representación es mucho más encorsetada. Aún así, desplegaron, en general, maneras en el escenario.
Empiezo por los más secundarios. Quizás el más justo, resultó ser el tenor John Mark Ainsley, aunque bien es verdad que su papel es corto. El otro solista con poca participación, el barítono Víctor Sicard, sin embargo demostró versatilidad y una gran voz, contundente y redonda.
En un segundo plano tenemos a la bellísima mezzo/contralto, Kate Aldrich. Disfuta de grandes piezas en esta ópera y las interpretó con gracia y dominio. Emoke Barath, soprano, sorprendió por su edad, contundencia y sonoridad en un papel no demasiado extenso.
Para finalizar y tratándose de los grandes protagonistas de la noche, por un lado, el magnífico, contratenor, Lawrence Zazzo. Cuenta con un curriculum extraordinario y además, atesora una grabación de esta ópera, con la discográfica Chandos. Muy completo, interpretó con sensibilidad y dominio su papel, sobre todo en una exquisita aria como fue Furibundo spira il vento. Y por otro una excelsa y en mi opinión, algo engolada pero eficiente soprano, Karina Gauvin. Su bagaje es muy llamativo y su nivel alto, por lo que mi opinión, en este caso, solo es eso, una opinión basada en un gusto muy personal. Ejerce de soprano principal junto a Jaroussky, en la grabación de Partépone para Erato, cuyo vídeo de presentación adjunto debajo.
Hacer notar, que la consecución de la ópera no fue completa, saltándose el programa ejecutado, la interpretación de una serie de escenas, entiendo, con la intención de no hacer excesivamente largo el concierto. La duración de la ópera la fijo en alrededor de tres horas, sin embargo la que me refiero duró aproximadamente dos horas y cuarenta minutos. En resumen una maravilla de velada, en la que disfrutamos de una ópera poco conocida de Haendel, llena de arias y recitativos, combinadas con un gran nivel interpretativo, belleza musical a raudales y sobre todo, pasión. Una pasión perfectamente personalizada en director, orquesta y solistas, que lograron transmitir al público con soltura y dominio. No puedo dejar de felicitar a Fundación Baluarte por su iniciativa en traer estos conciertos tan interesantes y escasos en el panorama nacional.
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