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lunes, 28 de diciembre de 2015

"El Mesías" - G. F. Haendel - Gabrieli Consort & Players - Paul McCreesh

No hay Navidad en la que no se represente, año sí y año también, por estas fechas, la gran obra de Haendel, "El Mesías". Desde que tengo conciencia y afición, sobre todo por la música barroca, he acudido, en compañía de mi padre, a cada una de las representaciones que se han ofrecido en Pamplona. Desde aquellos años 90 en que la Catedral ofrecía grandes conciertos en su nave central, pasando por los gloriosos años del Teatro Gayarre, hasta la actualidad, en la que podemos disfrutar de grandes conciertos en el magnífico salón de conciertos del Baluarte. En esta ocasión y dentro del programa de temporada de otoño/invierno, hemos tenido el honor de escuchar y disfrutar de la versión ofrecida por el Salieri Consort & Players, dirigidos por el afamado director, Paul McCreesh.
Tengo que reconocer que soy un fiel defensor de los grupos que respetan el formato, estilo y espíritu de las piezas musicales barrocas. No solo me refiero con esto, a la fidelidad instrumental y estilística, sino también, al respeto por los números. Me explico. Considero absolutamente abrumador e incluso, irrepetuoso, la interpretación desmesurada, de grandes orquestas y coros, que desde los años 60 y 70 se dedicaron a interpretar las corales barrocas de Bach, Vivaldi o Haendel. Gracias a estudiosos y maestros surgidos en los últimos treinta años, se ha recuperado la esencia en número y respeto, por los originales. La interpretación de "El Mesías" de Salieri Consort & Players, entra dentro de este grupo de intérpretes. Con solo 23 cantantes en el coro y una orquesta barroca de tipo clásico, la intensidad y el mensaje de este gran Oratorio, queda reflejada a la perfección. Si además, apunto, que de las seis voces que formaban los Altos, tres eran hombres, y uno de los solistas era contralto, mejor que mejor. La rotundidad de un coro cohesionado, como el de anoche, su claridad de voces y perfecta armonía, acompañada de una potencia suficiente, hacen de este coro, uno de los mejores de los que he escuchado en los últimos años.
El director Paul MacCreesh realizó una dirección académica y pausada... muy británica. Es más, el tiempo prevenido de duración de la obra, en sus dos partes, quedó corto en comparación con la interpretada. Y me convenció. La orquesta, medida en tiempo, entradas y buen gusto, llamando especialmente la atención en la cuerda de cellos y contrabajos y el pequeño órgano. Quizás, los violines no terminaron de ajustar el sonido redondo, cálido, que hubiera sido deseable. Aún así, un conjunto ordenado y especialmente bien dirigido.

Respecto a las voces de los solistas, en general, equilibradas y bien parecidas en volumen y potencia. Llamo la atención en una impecable soprano, Mhairi Lawson, que gozó de una sonoridad sopesada y una voz agradable. Le acompañó un notable alto (o contra tenor), Tim Mead, de cadenciosa y cálida voz, que en esta obra goza de las arias más hermosas. Ambos sobresalieron un ápice, sobre el bajo, George Humphreys, seguro en el fraseo, aunque más cercano a barítono. Para terminar un justito tenor, Stuart Jackson, muy volcado en una espléndida interpretación, pero que, por ejemplo, en el aria que compartió con Mead, manifestó cierta blandura.





En definitiva, una estupenda velada, que fue de menos a más, gozando de los mejores minutos, su segunda parte, en la correspondiente interpretación del fragmento de la obra dedicada al dolor y tristeza de la Pasión de Cristo, culminado con una fantástico Aleluya. El colofón a un concierto pleno de orden y disciplina fue el último Amén. Magnífico y exultante. 







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