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lunes, 26 de octubre de 2015

"Whiplash"

Un joven y prometedor músico de jazz que toca la batería consigue entrar en la clase magistral del mejor conservatorio de Nueva York, dirigida por el excéntrico y estricto profesor, Terence Fletcher. Desde el mismo instante en el que se conocen, el profesor demuestra que por encima de todo está la disciplina, el trabajo y el afán de superación. La cuestión, es que sus métodos para lograr que sus alumnos logren la perfección que él busca, son dictatoriales, abusivos y despreciativos. Un pulso tenso, un tira y daca, una tensión insoportable, se extenderá sobre la relación de ambos personajes, en su búsqueda del summun en la manera de tocar el instrumento, la batería,  del que está enamorado el joven Andrew Neiman. La mediocridad no entra en sus mentes y la perfección es su meta.


Realmente hay un protagonista más en esta película dirigida por el nobel  Damiel Chazelle. El jazz es el centro sobre el que giran profesor y alumno. Su amor por este estilo musical llega a niveles insondables. Uno por su capacidad de sufrimiento y sacrificio. El otro por su ilimitada exigencia y rigidez a la hora de alentar a sus alumnos la mejor interpretación. Sin embargo, el hecho de desear encontrar un músico excepcional, una genio de la interpretación, llevarán al personaje interpretado por J. K. Simmons a  la tiranía más cruel e inhumana. Bien es verdad que, si el alumno, encarnado por el joven Miles Teller, pasa por el filtro tiránico de su profesor, es porque quiere lograr llegar a lo más en la música jazz, no solo por él mismo, sino por su padre y familia, que parecen no considerar la carrera del chaval lo suficientemente importante. Aquí encontramos dos personas, que coinciden en sus deseos, interpretan su sitio en el mundo y anhelan cosas parecidas. Simplemente uno de ellos lleva la batuta, demostrando su autoridad y el otro, pretende hacer ver a su profesor que lo merece.
Compleja, durísima y maravillosamente filmada película, donde se mezclan las aspiraciones humanas, el amor por el jazz y la visión de los límites a los que una persona puede llegar a traspasar para conseguir, pese a las maneras, llegar a conseguir lo que se desea. Un juego de apuestas y de retos en los que el sudor, el trabajo, el sacrificio y hasta la sangre se perfilan como protagonistas. Las sensaciones del espectador tras ver este film, pueden ser rotundas y contradictorias. La dureza del papel de Simmons, donde la crueldad y la falta de piedad por sus alumnos llega a ser exagerada, puede producir asqueo y malestar por una película que no esconde ni niega el mensaje que pretende trasladar el director. Así mismo, la reacción frente a la posición de Teller, puede resultar inadmisible por la devoción y servilismo del alumno para llegar a convencer al profesor de su calidad como músico. Desde luego, la película no puede dejar indiferente a nadie. 
Respecto a la factura del film, hay que reconocer que es impecable. El montaje y el sonido, acompañado de una grandiosa banda sonora, son memorables y elegantes. La capacidad de la cámara de interpretar las miradas, los gestos, en general situados en escenas de interior y muchas veces nocturnas, provocan un toque hipnótico, combinado con los acordes del jazz y los solos de batería. Respecto a las interpretaciones, que decir de un Simmons inconmensurable y merecedor del Oscar obtenido como actor secundario. Teller, no desmerece en absoluto un trabajo complejo, incluso más que el del veterano actor. Su actuación también la encuentro memorable. Promete el muchacho. En definitiva una película compleja, muy dura y no para el gusto de todos los públicos, no solo por estas razones, sino también por la complejidad que arrastra la música jazz. Pero precisamente por esta razón, la película, con sus limitaciones y características no deja de ser una rara y exótica joya. 

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