Que curioso resulta, cuando tras el lanzamiento de una película, que en principio, no debía despertar demasiadas expectativas por su absoluta falta de novedad en su trama y temática, comienzan a surgir en diferentes foros comentarios, noticias y chismes, sobre su capacidad de entretener, divertir y reinventarse. Poco más o menos es lo que ha sucedido con la última película de la saga de dinosaurios, creada hace veinte años por Spielberg. A pesar de tratarse de una película casi gemela de la primera entrega, con algunos toques de la segunda, con la inclusión de nuevas referencias a la industria militar y a la modificación genética y sus peligros, "Jurassic World" ha logrado reinventar lo ya existente, aportando a la primera contribución de los noventa, un toque algo diferente, propio de los productos cinematográficos del siglo XXI.
El director Colin Trevorrow, nos presenta la isla Nublar, veinte años después de los sucesos de "Jurassic Park". Totalmente convertida en un parque temático en el que los dinosaurios son los protagonistas, frente a la visita de miles de espectadores, la vida cotidiana de los protagonistas se mueve alrededor del divertimento, la gestión económica y sus beneficios, la capacidad de interrelación con los dinosaurios y la sombra tenebrosa de la manipulación genética y los usos militares de los nuevos descubrimientos de estas especies ahora recuperadas.
La película se centra en personajes estereotipados, ya conocidos por los espectadores, pero que siguen funcionando bien en el cine de aventuras, como el que presentamos hoy. Un par de jóvenes hermanos viajan a la isla, enviados por sus padres en trámites de divorcio, para visitar a su tía, interpretada por Bryce Dallas Howard, a la que no ven desde hace años y que gestiona el Parque, atareada con llamadas, números y resultados económicos. En el extremo, Chris Pratt, es el cuidador de los velociraptors, exmilitar, pero amante de estos animales, presenta el perfil humano y ecologista de la película. El dueño del parque, un millonario excéntrico, al que le importa más sorprender al público, que los números, tiene en nómina a un científico que pretenderá ofrecer al Parque nuevas especies con las que fascinar a los visitantes. Finalmente, un personaje controvertido, interpretado por Vincent D´Onofrio, también exmilitar, lo mira todo desde la perspectiva destructiva y maniquea de lo que encuentra en la isla.
La trama gira en similares derroteros de la primera película de Spielberg. El juego de los científicos por generar genéticamente un nuevo dinosaurio, ya sea para buscar fines de entretenimiento, económicos o militares, termina generando una situación de peligro y urgencia en toda la isla. En este aspecto, los cimientos de la película no han variado un ápice. Sin embargo debo aclarar, que la película funciona y muy bien. Ya sea por la estructura de la misma, el saber hacer del director o simplemente la personalidad de los actores, el conjunto sigue ofreciendo al espectador, aventura, entretenimiento puro y fascinación por un mundo tan desconocido como apasionante... los dinosaurios. Si bien añade cierto mensaje anti belicista, la base crucial de la película es su capacidad de divertir y mantener a un público generalmente rendido, ante una sucesión de escenas, llenas de chispa. Con un guión flojete, buenos efectos especiales, personajes estereotipados pero efectivos, un Chris Pratt imparable en su carrera y un buen número de dinosaurios, la producción de Spielberg, cumple las expectativas, prometiendo y ofreciendo más de lo mismo, pero de manera tan práctica y efectista, como sólo sabe él presentar en la gran pantalla.
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