Alexander Payne es uno de los directores más acertados y más dotados a la hora de contar historias por medio del cine. Films como "A propósito de Schmidt", "Entre copas" o "Los descendientes" han convencido a la crítica y público a la hora de valorar un estilo que destila lo mejor del cine independiente y de autor, con una magnífica capacidad de elegir sus elencos interpretativos. La película que hoy presento, no se queda atrás y además es una apuesta arriesgada del propio director, al elegir un formato y un estilo más minoritario que en películas anteriores. Todo ello sin perder de vista su mayor don, que no es otro que la capacidad de sumergirse en el alma de sus protagonistas, en entornos que se adentran en los rincones más cotidianos de la sociedad americana.
Un anciano jubilado con síntomas de demencia senil, se empeña en viajar a Nebraska para cobrar un premio de un millón de dólares, que no es otra cosa que un falso reclamo de una editorial para conseguir nuevas suscripciones. Sin embargo, sus continuas escapadas, obligarán a su hijo menor a acompañarlo en un viaje que los llevará a recorrer más de mil kilómetros por el centro de los EEUU. Durante el viaje, padre e hijo, se encontrarán con situaciones que les acercarán sentimentalmente. El anciano, con un pasado alcohólico importante, dejará ver a su hijo, su lado más humano, no porque éste viaje le haga cambiar, sino más bien por la debilidad que ve en el anciano, producto de su enfermedad y del engaño que se ha querido creer. Además, una obligada parada en el pueblo origen de la familia, sacará lo más vil de parte de sus conocidos y familiares, mientras, por otro lado, conseguirá limar asperezas con sus más allegados.
La apuesta del director, por realizar una película casi minimalista, en la que el blanco y negro, los grandes espacios y los pequeños pueblos del corazón del país, conjuga perfectamente con un guión de un gran perfil humano. Payne consigue crear una cuadro lleno de matices, en los que el espíritu de familia, supera la terrible adversidad de la enfermedad del protagonista. Su ritmo pausado, sus diálogos personales, que a veces parecen intrascendentes, pero que no lo son tanto, logran extraer de los personajes la esencia del significado de la familia, en su versión mejor y peor.
La soberbia y contenida actuación de Bruce Dern, fue una de las más logradas de 2013, con la que consigue acercar al espectador las esperanzas y recuerdos del anciano. El hijo esta interpretado por el poco conocido en Europa, Will Forte, que recrea la figura del hijo que hace cumplir el deseo, para algunos estúpido, de su padre, de realizar un viaje tan infructuoso como largo. Además me gustaría llamar la atención de la interpretación de June Skibb, en el papel de la esposa del anciano. Increible y entrañable papel, de una mujer, cansada de un marido que nunca le ha ayudado en nada, caprichoso y pasota, al que sin embargo, quiere. Quizás el trabajo más personal y profundo del director, esta película ha sido muy alabada por la crítica. Una apuesta arriesgada que nos ha regalado una joya, por su estructura formal y por unas interpretaciones, tan naturales como humanas, que en mi opinión, la colocan como una de las películas del año 2013.
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