Estamos celebrando el centenario del comienzo de la Primera Guerra
Mundial, y como no podía ser menos, el mundo del cómic también ha querido
participar del recuerdo de la guerra que cambio la visión de los conflictos
bélicos en el mundo. El guionista Robbie Morrinson y el ilustrador Charlie
Adlard, han creado un cómic, que desde muchos puntos de vista, es único y
diferente. Por un lado la técnica de dibujo. Este trabajo tiene la
característica particular de estar realizado sobre papel gris, con la técnica
de grafito y tizas, lo que conociendo su localización, ayuda mucho a situarnos
en el ambiente y geografía de las zonas montañosas donde se produce la
confrontación entre los dos países protagonistas en el cómic. Italia y Austria,
comparten un frente de guerra, no especialmente tratado, por no ser este frente el más importante de la guerra. Nos referimos a la frontera alpina, donde a la situación de las trincheras se
sumaba el frío, la nieve y las altas montañas en las que tiene lugar las terribles
batallas que protagonizaron el frente desde el otoño e invierno de 1916.
Un soldado se presenta en el frente. Su pasado más cercano lo relaciona con el
ejército austriaco, ya que a pesar de ser italiano, fue reclutado en el bando austriaco,
obligado a ello, por vivir en la zona de Istria, ocupada por el Imperio. Una
vez, prisionero de los italianos, estos le ofrecen la oportunidad de defender a
su país, momento en el que le encontramos en nuestra historia. La situación en
las trincheras, a más de 2500 metros de altitud y con un enemigo que no ceja en
los ataques y bombardeos, es especialmente complicada para los soldados que
forman el ejercito italiano. Su experiencia en la montaña, le ayuda a
sobrevivir en las trincheras, pero su enfrentamiento con un cabo venido a más,
tiránico y especialmente cruel, hace de su estancia un pequeño infierno.
El nombre de este cómic, ¨La muerte blanca¨ no es por casualidad. En la zona de
los Alpes, se llama así a la fuerza destructora y mortal de los aludes, y
precisamente éste será uno de los medios más terribles de los que la guerra
hará uso para destruir al enemigo. Según las fuentes, cerca de 100.000 soldados
murieron a causa de los aludes, gracias en parte a los bombardeos localizados
de la artillería para provocar su formación ante la presencia del enemigo.
Además los autores, nos presentan las dificultades del día al día no solo en el
frente, ante el ataque de los austriacos, no solo a la bayoneta, sino también
con el uso de gases químicos. También tratan la situación de la
retaguardia, donde oficiales y soldados por igual, buscan el desahogo y el
descanso en los brazos del sexo femenino. Como no, las diferencias entre la
oficialidad y la tropa, protagoniza muchas fases del relato, así como la imagen
negativa que se tenia en el frente, de los mandos y gerifaltes que desde la
retaguardia organizaban una guerra que lo único que producía era muerte y
destrucción.
Tengo que descubrirme ante un trabajo espectacular, no sólo en su
ilustración sino también en la visión dura y cruel de un guión bien
estructurado. La utilización de los grises y del grafito, destila al dibujo los
trazos de la fría guerra en la nieve, otorgando a los retratos los trazos
angulosos y directos de la dureza del frente alpino. El estudio pormenorizado
de la equipación militar y la ambientación de gran calidad, no hacen sino
aumentar el valor de esta obra, en mi opinión una de las mejores de lo que
llevamos de 2014. Nos encontramos con la visión desoladora de la guerra, potenciado
por una climatología extrema, que ninguno de los dos bandos pudo dominar,
siendo protagonista de la dureza y destrucción de un frente, que a lo largo de
la guerra, propició la pérdida de miles
de soldados, especialmente en el lado italiano, cuyo el ejército no estaba bien
preparado ni equipado. Una obra definitiva y que rebosa calidad, por su fiel
retrato de la que sin duda fue la primera guerra moderna y por ello, la más
destructiva hasta entonces.