Pamplona, en su cara norte, está bañada por el río Arga, que junto a las importantes murallas de la ciudad, protegía la capital Navarra de las intrusiones procedentes de Francia. Por lo tanto, históricamente el cruce de este río se producía desde varios puntos de su ribera norteña, lo que posibilitaba los accesos a la ciudad.
Principalmente, se conservan cuatro puentes con cierta memoria histórica, que encuentran sus orígenes, alguno de ellos, en la época romana y su vinculación a la antigua Pompaelo. Todos ellos, con el tiempo, han sufrido algunas alteraciones a lo largo de su vida, casi todos al más estilo medieval y actualmente todos se encuentran habilitados para uso peatonal.
Gracias a la recuperación realizada en los últimos años en las orillas de este afluente del Ebro, se ha logrado crear el llamado Paseo Fluvial del Arga, que con una longitud de once kilómetros, fluye a lo largo del río en sus cercanías a Pamplona, logrando que el paseante disfrute de su entorno y también de estos puentes, que recuerdan la historia viva de la capital del Reino de Navarra.
Puente de San Pedro
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