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viernes, 28 de marzo de 2014

"El Gran Hotel Budapest"

 
Wes Anderson consiguió hacerse con el Gran Premio del Público de Berlín, y ciertamente, a pesar de su modelo de cine, del gusto más de minorías, el director puede que haya construido su película más cercana al público en general, sin perder un ápice su personalidad, y logrando crear, con delicada y brillante manufactura, una cinta de altísima calidad.
La historia contada desde la perspectiva de un solitario personaje representado por Jude Law y Tom Wilkinson, en distintos periodos de la película, nos narra la historia de un Gran Hotel, situado en un país imaginario, pero claramente localizado en mitad de lo que fuera los restos del Imperio Austro-Húngaro, en pleno periodo de entre guerras, en donde el conserje titular, toma como discípulo a un joven botones, con el que vivirá una serie de aventuras y misterios. Asesinatos, herencias millonarias, misteriosos documentos, un valioso cuadro y los más esperpénticos y maravillosos personajes, llenan la pantalla, tomando como telón de fondo, los bruscos cambios políticos  producidos en los años 30 del siglo XX, incluido la posicionamiento al poder del partido Nazi, disimulando países y simbología, para no enturbiar la película, pero sin olvidar estos cambios que quebraron Europa. 
Wes Anderson, ha sabido manufacturar una película que recuerda a las clásicas películas de misterio y suspense, en la que nadie parece inocente y donde un sin fin de personajes, participan con personalidad y carácter, en cada uno de las escenas y escenarios, genialmente construidos por el director. Las tramas, surgen paralelamente a lo largo de la película, en las que podemos reconocer varias historias. Por un lado, y la principal, la relación maestro-discípulo entre Ralph Fiennes y el sorprendente debutante, Toni Revolori, convirtiéndse, conforme transcurre la película en una grandísima amistad. Por otro lado, la trama que genera el suspense, la herencia de una gran señora adinerada, en la que el personaje del Conserje, tomará cierto protagonismo en lo referido a un valiosísimo cuadro.
Una infinidad de personajes acompañarán las aventuras y desventuras de de nuestros protagonistas, con gran fuerza interpretativa y un imaginario fuera de lo común. Entre medias, una historia de amor, fluirá en la película. Y por último, al fondo del escenario, el marco político de centro Europa, con su movimientos geopolíticos y el advenimiento al poder del extremismo militarista más exacerbado. 
Como siempre, estéticamente, la película sobresaliente, aupando a una posición protagonista, la arquitectura tanto interior y como exterior de los diferentes escenarios y localizaciones de estos países. Los interiores, tanto del Hotel, como de los diversos palacios que aparecen en la película, colman el imaginario escénico y ensalzan la riqueza y posterior decadencia del imperial poder de centro Europa. Los exteriores, a veces bucólicos paisajes montañosos y nevados, y otras escenas que nos recuerdan a aquellos majestuosos trenes que cruzaban Europa entre la opulencia y la modernidad del revolucionario transporte, protagonizan ciertas escenas que envuelven las aventuras de los protagonistas. Anderson, utiliza con gran resultado el fuerte carácter de su fotografía, conjugando paisajes y edificios reales, con el uso de miniaturas y elementos mecánicos que reproducen su imaginario, elevando su manufactura a niveles sorprendentes. 

Los colores, el vestuario, el diseño de producción, junto con el maquillaje de los actores, cumplimentan los detalles infinitos de una película sobresaliente, donde Anderson, sigue manejando la cámara a su antojo, jugando con los movimientos de 45 grados y la simetría casi perfecta de sus imágenes, buscando el centro de la escena y cierto punto de fuga, que logra dar profundidad y dinamismo a lo largo de toda la película. No podemos olvidar la banda sonora compuesta por Alexander Desplat, que acompaña cada una de las escenas, aportando color musical a esta producción brillante en colores, riqueza visual y diseño creativo.
Con un conjunto excelso de actores, en los que cada uno de ellos aportan con su aparición, sentimiento y comicidad, Wes Anderson compone un guion pleno de detalles y parodias inteligentes, construyendo una historia plena de suspense, inteligencia, profundidad, melancolía, amor y amistad. Sin duda, Anderson ha dado en la diana, recreando un mundo pasado, donde la sombra de los cambios producido en Europa en el periodo de entreguerras, plasma la decadencia de una Europa que viaja hacia la simpleza y la oscuridad, olvidando la excelencia de tiempos pasados. Brillante, genial y ambiciosa, esta película genera sonrisas, sentimientos y colorido durante las dos horas de metraje, creando un mundo poderoso de imágenes y preciosas frases, gracias a un guión pletórico y las actuaciones medidas de un gran elenco actoral.