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lunes, 18 de noviembre de 2013

"El Imperio Español. De Colón a Magallanes" - Hugh Thomas

Hugh Thomas forma parte de un grupo de hispanistas británicos que, curiosamente se dedican al estudio la historia de España, considerándose, en nuestro caso, uno de los grandes especialistas sobre la creación y consolidación del Imperio ultramarino español. Este es el primer tomo de su trilogía dedicada al Imperio Español. El segundo tomo dedicado al Imperio bajo Carlos V se publicó  en castellano en el año 2010 y el referido al gobierno de Felipe II acaba de estrenarse en las librerías españolas.


Nos encontramos ante un ensayo de dimensiones importantes, en el que desarrolla la creación de la monarquía española y su camino hacia el Imperio, con el descubrimiento y conquista del llamado Nuevo Mundo. Lo interesante del libro, es que con un estudio pormenorizado de la historia desde el periodo justo anterior a la conquista de Granada, nos desgrana poco a poco, como en cuestión de apenas treinta años, lo que fué un territorio peninsular desgranado en varias monarquías y territorios, se convirtió en el Imperio Español. La ambición y entendimiento de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón consiguieron algo, que tras las guerras civiles del siglo XIV y XV que asolaron la península, parecía imposible. Mientras se unificaba el territorio peninsular con la conquista de Granada, la posterior adhesión del reino de Navarra y la conquista de territorios en Italia, la aparición de un navegante llamado Cristóbal Colón, les dió la oportunidad, casi casual, de realizar el descubrimiento geográfico más importante del la edad moderna. A partir de aquí y de manera continuada, una serie de aventureros, administradores, religiosos, funcionarios y emprendedores, conseguirán, con no demasiados medios, pero si con mucha pericia y valor, conquistar un territorio inmenso y absolutamente desconocido para la época, el continente americano.

Hugh Thomas nos desgrana a lo largo de los capítulos, de manera cronológica todas las fases de este acontecer histórico. Es curioso como remarca el inicio de las expediciones de ultramar con la conquista de las Islas Canarias, sobre la que la corona y los conquistadores basarán su experiencia en la administración y explotación de las américas. Claves son los capítulos dedicados a los viajes de Colón y su lucha por el reconocimiento de su autoridad sobre las islas descubiertas en el Caribe, que por cierto  seguirá reconociendo como tierras del lejano oriente hasta su muerte, sin suponer el descubrimiento de los nuevos territorios americanos. La lucha de poder por el gobierno de estas tierras llevarán a Colón y a sus hijos a defender su legitimidad frente a los nuevos gobernadores y procuradores enviados por los reyes Católicos.

El autor también nos muestra el pulso que surge con el reino de Portugal por el reconocimiento de los territorios conquistados, planteándo la división de la zonas bajo poderío español y portugués. Conforme pasan los años y se divulga el descubrimiento, empiezan a realizarse nuevas expediciones. no solo al Caribe, sino también al continente propiamente dicho, ya sea a las costas de Venezuela o a las de Brasil o el Golfo de Méjico, a partir del año 1500. Más tarde acontecerán los descubrimientos del Pacífico, la conquista de la zona de centroamérica y su consolidación, con las expediciones a Yucatán y Méjico, por parte de Cortés, sin olvidar la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano.

Personajes que quedarán para siempre en el recuerdo de la historia, pasan y dejan su huella en el libro. Los gobernadores Bobadilla y Ovando, las actividades y el poder de Diego Colón, los enfrentamientos de Balboa y Pedrarías, son historias de las que se sacan conclusiones varias. La lucha de poder en los nuevos territorios, el dominio del terreno y los derechos asumidos, así como el comercio de esclavos y la explotación de minas y nuevos productos, llevan a enfrentamientos casi fraticidas entre los aventureros, que a pesar de la lejanía de la patria, no logran distanciarse del poder y la autoridad de los Reyes Católicos y posteriormente de Carlos I. 

Claves para el mantenimiento de estos eslabones que unen los dos continentes son Bartolomé de las Casas en su defensa de la integridad y libertad de los nativos americanos. También el cardenal Cisneros, será el auténtico nexo de unión entre la naciente monarquía de Isabel y Fernando con el fruto Imperial en la figura de Carlos I y su gestión complicada y nada sencilla de los dominios de ultramar.

Son curiosas las consecuencias de la explotación y llegada de los europeos en el nuevo continente. Por ejemplo, como nos explica el autor, la necesidad de la importación de mano de obra negra procedente de Africa con gran número de esclavos que llegaron al Caribe, debido a la desaparición de la población aborigen. También sorprende el intento de, en un momento dado, ceder el gobierno de los territorios a una serie de priores de los Jerónimos en un afán de crear una gestión más proporcionada y solidaria, en comparación con los abusos cometidos por los conquistadores españoles. También Thomas nos señala el ámbito europeo y no solo español de la conquista, en la que participan, españoles, portugueses e italianos, haciendo necesaria su colaboración, no sólo en el ámbito humano, sino también económico y de conocimientos científicos. Estos y muchas más, son curiosidades y detalles, que el libro nos va descubriendo conforme avanza en su estudio.

En general los capítulos son de sencilla lectura y su seguimiento no resulta complicado, aunque hay que llamar la atención sobre la gran cantidad de datos y nombres que aparecen en su redacción. Resulta sorprendente la cantidad de aventureros que en condiciones muy difíciles cruzaron el Atlántico para internarse en un viaje a lo desconocido. Posiblemente el afán de poder y oro, les llamaba y atraía, pero no debemos olvidar el factor de la divulgación de la cristiandad que se observa en la época y que condujo sobremanera a la consecución de las conquistas realizadas.

En las últimas páginas del libro, ya en el año 1520, el autor nos presenta un marco diferente al que se presentaba al comenzar el libro. España dominaba el Nuevo Imperio mediante el español, un idioma con el que conquistar un continente; con una capital desde la que gestionarlo, Sevilla principio y fin de lo que salía y volvía del Nuevo Mundo y unos ciudadanos incansables y heróicos, como avanzadilla de una Europa floreciente. Todo ello hizo de España y su Imperio,  árbitro mundial durante las dos siguientes generaciones.

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