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martes, 5 de febrero de 2019

"Otello" de Verdi - Gregory Kunde - Svletana Askenova - Ángel Ódena - OSN - Coro AGAO

Estrenada el paso jueves, 31 de enero, en el Auditorio Baluarte de Pamplona, Otello, la penúltima ópera creada por el gran compositor italiano Giuseppe Verdi, ha sido sin duda alguna, uno de los grandes eventos culturales de la temporada. Interpretada por el gran tenor Gregry Kunde, la soprano Svetlana Aksenova y el barítono Ángel Ódena, acompañados por la Orquesta Sinfónica de Navarra y el Coro de AGAO, su representación aúna una serie de notorias circunstancias para el marco cultural actual en la Comunidad Navarra. La presencia de Kunde, uno de los grandes tenores en la escena de la ópera del momento, galardonado con el premio a Mejor Cantante Masculino del Año por los International Opera Awards y con un currículum a sus espaldas especialmente notorio, representa para nuestro panorama escénico un grado importante de calidad y notoriedad. Por otro, apuntar el gran calado de la representación de la propia ópera y su libreto. Un claro y eminente ejemplo de la teatralidad y magnitud escénica, de una ópera que aúna su trágico texto creado por la pluma de Shakespeare, una muy medida adaptación al panorama operístico engrandecido por la musicalidad de Verdi y una especial y profunda carga dramática rebosante de sentimiento, emoción y desesperación.

La trama gira alrededor de Otello, gobernador de Chipre, en el periodo histórico en el que la isla era una preciada posesión de la Serenísima Venecia. Al llegar a la isla tras vencer al turco, Yago, su mano derecha en la isla, ciego de venganza por no haber sido elegido como su sustituto en el mando de la misma durante su ausencia, se propone hilar un maligno plan para provocar en Otello un ataque de celos por su esposa Desdémona, con la intención de destruir su matrimonio y la paz que envuelve el entorno victorioso y de liderazgo del señor de la isla. La ópera, largamente trabajada por el compositor y su libretista Arrigo Boito, enfrenta al espectador con una cascada de sentimientos entre los que se mezclan el amor, la desconfianza, la venganza, el odio, la envidia, la piedad, la ira o la fidelidad. La carga dramática de esta ópera, incluye un importante componente de teatralidad y trabajo actoral, aportando a la actuación vocal y operística, nada desdeñable, un gran esfuerzo de interpretación, en el que el trío protagonista debe vaciarse sobre el escenario, tanto a nivel pasional como interpretativo. Algunas de sus escenas son especialmente duras a nivel emocional, como por ejemplo, el momento en el que Yago reniega de Dios y del más allá después de la muerte, o el momento en el que Otello, herido por los celos, se derrumba entre el amor de su esposa y el insufrible dolor por la supuesta traición, o por otro lado, la impresionante escena en la que Desdémona, en plena noche, reza  con pasión conociendo el destino mortal que la espera sin remedio.  

Desde luego, para representar una ópera como esta, no es baladí la elección del elenco, tanto a nivel vocal como de interpretación. La misma actuación de Kunde es una garantía de exigencia, responsabilidad y calidad. Su presencia recuerda al gran Plácido Domingo, quien también resaltó especialmente durante su carrera en el papel de Otello. Kunde planteó con total solvencia y absolutamente volcado en su interpretación, un personaje contradictorio a nivel de libreto, pleno y brillante a nivel vocal. Una gran voz que lleva aparejada el halo de quien es sin duda alguna una de las grandes figuras operísticas y escénicas de la actualidad. Por que no solo es cuestión de cantar bien, además este papel en concreto, exige un derroche de energía y pasión, que el tenor asimiló y planteó en el escenario con un domino total en su planteamiento dramático. Su alter ego, Ángel Ódena, como Yago, encarnó un Yago siempre complejo, contundente en su trabajo vocal y especialmente elocuente en su encarnación del mal y su insano rencor por su señor. A mí particularmente me gustó su interpretación. Y en tercer lugar, la soprano Svetlana Aksenova, fue de menos a más. Mi impresión es que la cantante no brilló especialmente en los tres primeros actos, hasta que demostró sus tablas y capacidad dramática al principio del 4º, en ese solo brutal y desgarrador en el que una desesperada Desdémona espera su muerte irremediable, momento en el que aporta un alto contenido pasional y una calidez de voz más que interesante.
Por lo demás el Coro de los Amigos de la Ópera acompañaron adecuadamente en las piezas corales de la obra y la Orquesta Sinfónica de Navarra, con un importante bagaje de conciertos en los últimos años y especialmente en montajes operísticos, jugó un papel notorio, en una velada en la que los protagonistas debían ser y fueron los cantantes en sus roles interpretativos. Reseñar por otro lado una importante labor en la escenografía, protagonizada por la proa de una galera veneciana que, en cada uno de los actos, giraba sobre un eje, mostrando diferentes escenarios, algunos más impresionante que otros y sumando cierta dificultad a la labor de los intérpretes, debido al plano inclinado del mismo. Sin embargo, también resalto, que en el 2º acto, el escenario quedó especialmente vacío por la disposición de la proa, que quedó demasiado ladeada en las tablas, dando cierta sensación de pobreza escénica. Con todo, a mí me gustó el concepto planteado en la escena, especialmente en el 1º y 4º acto. Todo ello para apuntalar una especial y exitosa velada, plena en el apartado interpretativo y notable a nivel vocal. La representación, me dejó dos sensaciones importantes. Por un lado, la importancia de un libreto muy elaborado y especialmente trabajado a nivel humano y de adaptación de la obra de Shakespeare, todo lo cual engrandece una ópera monumental en la escala de sentimientos y hondura dramática. Por otro lado, apuntar que siendo una ópera en la que no llama especialmente la atención ninguna aria en particular o una melodía especialmente pegadiza, como sucede con otras obras de Verdi, Otello representa un compendio importante de calidad dramática, un texto efectivo y un componente musical rotundo, cuya conjunción mantiene al espectador absorto en el escenario y adicto a una historia tan humana como desgraciadamente tan actual.