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jueves, 3 de agosto de 2017

"Dunkerque"

Sin duda uno de los acontecimientos cinematográficos de la temporada, Dunkerque es la nueva producción del director Christopher Nolan, en la que, como a estas alturas todo el mundo ya sabe, narra la situación de las tropas inglesas en Francia durante finales de mayo y principios de junio. Ante el avance alemán y gracias a la Blitzkrieg (traducido como guerra relámpago), los ejércitos de Hitler embolsaron a franceses y británicos en las costas de Dunkerque, provocando la necesidad de reembarcar a las tropas lo antes posible para llevarlas de nuevo a Inglaterra. Mientras los franceses hacen frente en el perímetro al avance alemán, la Marina Real hace lo posible para salvar al mayor número de soldados. 
Hasta aquí la historia. ¿Pero cómo lo cuenta Nolan en esta película con un metraje de apenas 107 minutos? En primer lugar, el director propone un enfoque mucho más personal, subjetivo y humano de lo que habitualmente suele darse en una película situada en la 2ª Guerra Mundial. Para ello, presenta al espectador tres líneas narrativas. La primera, situada en las playas y muelles de Dunkerque, protagonizada por varios miembros de la infantería británica, en su deseo de escapar lo antes posible de Francia. En la segunda, nos propone observar la experiencia protagonizada por los barcos civiles que acudieron y cruzaron el Canal de la Mancha en ayuda de la Marina Real para recoger el mayor número de tropas con destino a las islas. Y en último lugar, la situación de los pilotos de la RAF que pilotando sus Supermarine Spitfire luchaban contra los cazas y bombarderos alemanes que atacaban constantemente la playa y los barcos que acudían en auxilio. Como no podía ser de otra manera, Nolan entrecruza estas tramas siguiendo un estilo que ya ha utilizado en otras películas. Los flashbacks y el cruce de espacio-tiempo, presentan al espectador el panorama general de la operación de rescate, mediante la fusión en una hora y cuarenta minutos escasos de lo sucedido en las tres tramas, cada una de ellas localizadas en diferentes periodos de tiempo pero que terminan por unirse en un punto final clave en la película. La historia de los infantes se produce a lo largo de 24 horas. La de los barcos civiles cerca de las cinco o seis horas. Y la de los pilotos alrededor de una hora escasa. Y sin embargo, Nolan entrelaza de manera continua las tres, sin miedo a perderse en lo banal, sino remarcando sentimientos, razones, acción y consecuencias  hasta alcanzar el momento culmen de la cinta. En definitiva una ardua y gran labor en el montaje final. 
Para ello, el director, da un giro a las habituales películas del género. En primer lugar, exceptuando los aviones alemanes, en la película no aparece el enemigo. Se les oye disparar, bombardear y se les intuye en la lejanía, allí donde combaten con los aguerridos franceses. Pero la tensión manifestada, sobre todo por los soldados de a pie, viene dada por la existencia de un enemigo invisible que les ha derrotado y empujado hasta las playas. La única misión de los mandos británicos es sacar el mayor número posible de hombres, pero el pánico y la supervivencia, como dice uno de los soldados, produce injusticia, egoísmo... situaciones que les llevan al límite en su humanidad. Mientras, los marinos civiles en sus barcos de recreo y pesca, se dirigen a la costa francesa, en una misión silenciosa pero especialmente heroica y altruista. Como bien dice el patrón protagonista del barco, una guerra decidida por personas de su generación, no debe ser protagonizada solo por sus hijos, sino compartida por sus mayores. En esta trama, el miedo y terror de los rescatados en el mar y las costas, irradia piedad. Y para terminar están los pilotos de la RAF, auténticos protagonistas, no solo de esta batalla, sino de la defensa global de Inglaterra. Como dijo Churchill, "Nunca tantos debieron tanto a tan pocos" Su visión desde el cielo es únicamente evitar que los bombardeos hundan los barcos ingleses y además que los cazas alemanes no les cacen en el aire. La RAF encarna la fidelidad, el orgullo y la templanza de los británicos ante la debacle en Francia.
Nolan enfrenta y presenta al espectador los sentimientos de los protagonistas a flor de piel. El terror y el fuerte deseo de salir de las costas francesas, por encima de todos y todo. El afán de supervivencia frente al enemigo, las bombas y el océano... Quizás estas sean las escenas y experiencias que encarnan fielmente al ser humano entre la vida y la muerte, sacando lo peor y lo mejor de todos ellos. Y Nolan lo plasma con frialdad, sin casi diálogos y con gran tensión, de una manera nada grandilocuente y sobre todo muy humana. Para ello, la película se refuerza con una bso magnífica, en este caso, menos protagonista y machacona que en otros de sus films, pero que sin embargo ensambla certeramente con el metraje, resultando indispensable. Bien por Zimmer. Como ya he dicho el montaje es pieza fundamental que insufla el factor diferencial y marca de la casa de Nolan. Su fotografía es magnífica, llena de profundidad, con la que se refleja la soledad de las tropas y su rotunda inferioridad ante las largas playas y el insoldable océano.
¿Qué pueden aportar los actores a una película con escaso guión y con tanta potencia visual? Nolan a mezclado veteranía con juventud de manera muy acertada. Los jóvenes actores muestran con tenacidad la impresión de debilidad e inseguridad de los soldados imberbes enfrentados a la derrota. Mientras, los veteranos encarnados sobre todo en el comandante británico cuyo papel protagoniza Kenneth Branagh, el patrón del barco, representado por Mark Rylance y el piloto de la RAF, de la mano de Tom Hardy, muestran cierta presencia ante el peligro y la adversidad, proponiéndolos como puntal de la resistencia y esperanza en batallas futuras.  Este equilibrio da muestras de lo variopinto de las situaciones y reacciones del ser humano ante esos momentos claves y terribles, presentes en la guerra, para cualquier persona. Y esto, Nolan logra transmitirlo con firmeza en la pantalla.
Y para colofón a una tensa, emocional, vibrante y humana película, un gran epílogo, protagonizado por una variación del tema Nimrod de las Variaciones Enigma, obra del compositor británico Elgar. En apenas cinco minutos, Nolan plantea en la pantalla las consecuencias de lo sucedido a lo largo de la película, mediante unas imágenes que, unidas al discurso que dio Churchill como resultado de la derrota y la operación de rescate en Dunkerque, muestran la postura de un pueblo frente a la larga guerra que está por llegar y no ha hecho más que comenzar. Un mensaje de esperanza, de orgullo y de renacimiento ante los compañeros perdidos y junto a un país que tendrá que resistir frente a la adversidad. En manos de un director norteamericano, esta escena habría sonado patriotera y posiblemente edulcorada. Sin embargo Nolan, logra trasmitir un mensaje de esperanza y orgullo más natural, menos forzado y, por cierto, sin que se plasme en un pantallazo final una forzada visión grandilocuente. No hacía falta. El mensaje de Nolan ha quedado plasmado en los barcos hundidos, los soldados ahogados, los pilotos sacrificados y sobre todo en la ayuda civil, clave en el rescate. No sé si Dunkerque será la mejor película de Nolan... quizás no, pero que ha realizado una de las visiones más crudas y certeras de lo que significa la guerra, el honor y el miedo, no os quepa la menor duda. 


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